EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2014 (05): BAFICI NUBLADO O EL BAFICI NO SE MANCHA (PRIMERA PARTE)

EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2014 (05): BAFICI NUBLADO O EL BAFICI NO SE MANCHA (PRIMERA PARTE)

por - Festivales
28 Abr, 2014 02:56 | comentarios
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Frágil como el mundo

Por Marcela Gamberini

El BAFICI, como todos los objetos culturales, tiene una tradición, que carga pesadamente a veces, livianamente otras. Esa tradición se sostiene en un cine novedoso, un cine que descoloca parámetros, un cine “independiente” de la industria, fuera de la norma. Esta tradición también se sustenta en que el BAFICI es el mejor festival de cine de Latinoamérica. Y es verdad, es el que más oferta tiene y también más demanda; su obligación implícita y explícita es crecer cada año, los espectadores lo piden a gritos. Aumentar la apuesta, jugarse, arriesgarse. Correr todos los riesgos posibles; nosotros los espectadores hambrientos de cine, lo avalamos, lo seguimos, lo apoyamos cada año. Con nuestra presencia, con nuestros comentarios, con nuestras críticas. Ya poco importa el juicio de gusto, importa la densidad de las películas, su calidad, su relevancia.

A lo largo de 16 años ininterrumpidos, contra viento y marea, con varios directores y programadores, el BAFICI es la vidriera nacional del cine contemporáneo internacional. Tiene una identidad, una personalidad, una marca en el sentido mercantil e identitario del término. Una de las mesas redondas (o para ser más precisa semiredonda) que presenta el Festival en sus actividades paralelas, que versaba sobre los sitios de cine, Iván Pinto de Chile que está a cargo del interesante sitio La fuga, preguntaba a los integrantes de la mesa, qué era la crítica en la actualidad. Creo que la pregunta no se resolvió, y sospecho que el motivo primordial es el cambio, la variación, el desvío del cine en el presente (pese a que muchos lo ignoren o estén en desacuerdo o lo que es peor se resistan) y con estos cambios y desvíos la crítica tiene el deber de acompañar estos cambios, por eso es complejo llegar a una definición. Estos cambios en los artefactos culturales impactan de manera profunda en la crítica, esa actividad que los rodea, que los atraviesa, que los recorre, que en definitiva, los carcome en forma de interrogación. Por otro lado, en otra mesa, se escucharon los lamentos por la falta de críticos o de crítica, la pobreza de ideas, la pauperización del conocimiento sobre cine, la debilidad de la escritura. No tengo por el momento ni espacio suficiente ni ideas claras. Lo único que creo es que si hay críticos, que hemos variado con el tiempo, acompañando los movimientos que hacen evolucionar al cine –no necesariamente hacia adelante- que lo enfrentan con otros desafíos, que lo ponen en correlación con otros productos audiovisuales, que cuestionan su esencia, que denudan su maquillaje.

programadores

Mesa FIPRESCI 2014

En otra mesa redonda, sobre programadores-críticos, se intentó deslindar estas dos actividades como si no fueran parte de un mismo cuerpo, como si los movimientos de la parte derecha del organismo no pudieran ser advertidos por la parte izquierda. Si esto fuera así, es una anomalía, casi una enfermedad. Diego Lerer que coordinaba la mesa insistía, tal vez desde su propia posición de crítico-programador, en la inevitable aleación de estos espacios de pensamiento: la crítica y la programación como modos de reflexión y de práctica que deberían retroalimentarse. Lamentablemente se habló poco y nada sobre la actividad en sí, la de la programación que es la columna vertebral, el eje, la carne de un organismo, para seguir con la metáfora biológica, de un festival. Me hubiera gustado que se hablara sobre los criterios de programación, sobre los parámetros de selección, sobre la incidencia de factores económicos, políticos o estéticos. Sobre cómo se decide la participación de una película, sobre el consenso o el disenso en los equipos de programadores. ¿Existirán los espacios de discusión? Se ponen en correlación las películas, unas con otras o se las piensa de manera autónoma? Cuáles son las fuentes de selección de las películas? Y también con qué criterios se arma la grilla de proyecciones, porque este año hubo algunas grandes películas que solo tenían pasadas en Belgrano exclusivamente, sabiendo lo complejo que es trasladarse en esta convulsionada Buenos Aires.

Me permitirá el lector de este comentario, ya chorreante de tanta primera persona, seguir abusando de su atención y recordar una pequeña anécdota (que también se comentó en esta mesa redonda). En épocas de Quintín, en la dinastía Quintín, se invitó a Maggie Cheung, y con ella vino su marido, a la sazón el director Olivier Assayas. Quintín presentando una película de él dijo que su cine no le gustaba mucho. Este gesto, repudiado por muchos, celebrado por otros, fue –para quien esto escribe- la dosis necesaria de aquello que parece ser “políticamente incorrecto” pero que finalmente le da pasión a un festival, le da vitaminas, le inyecta sangre. Estos gestos de supuesta incorrección política hacen que los festivales respiren libertad, que no estén atados a cuestiones administrativas, burocráticas o impersonales; esto hizo del BAFICI un organismo vivo, más pasional, mas jugado. Que el director mencionado se fue del Festival por gestos como éstos, y tal vez sí, pero son los riesgos de hacer las cosas desde la pasión. Tal vez, esta última edición del BAFICI, repito, el festival más importante de Latinoamérica, estuvo un poco desangrada, un poco anémica, esmirriada, desangelada. Muchas de las películas –industriales- no estuvieron a la altura, buen cine sí, pero películas que pueden ser un buen estreno de renovación de cartelera de los jueves. Y repito que no hablo desde el juicio de gusto – subjetivo y personal- sino desde la relevancia o la importancia de las películas en el contexto internacional. Tal vez haya un tema económico que desconozco, pero si ese es el motivo (y no el desgano o la automatización) era el momento para lucirse. En los momentos coyunturalmente difíciles es donde es necesario asumir mayores riesgos. Tal vez hayan cambiado los criterios de selección y de programación, no lo sabemos. Tal vez sea un tema político, tampoco lo sabemos y no hablo de política partidaria sino de política en el sentido más amplio y democrático del término.

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Stray Dogs

Hubo algunos grandes hitos, altos, fuertes, altisonantes: Stray Dogs de Tsai Ming Lian, Norte de Lav Diaz, Why Don’t You Play in Hell? De Sono Sion, Costa da Morte de Lou Patiño, El futuro de Carrasco; un increíble descubrimiento el de Frágil como el mundo de Acevedo Gómez. Las películas argentinas fueron aceptables, con dos o tres grandes momentos como el de Réimon de Moreno (que reseñé en este mismo sitio), Mauro de Roselli y fundamentalmente dos extraordinarias películas como Carta al padre de Cozarinsky y El rostro de Fontán. Pero estas películas se construyeron solas, el conjunto no las acompañó. Un festival se construye en su cuerpo fílmico, en el conjunto de películas que cosen puntada por puntada el presente del cine, con sus variaciones y sus ambivalencias.

Estos tropiezos no dejan de ser detalles en el universo del festival. La mística BAFICI no se mancha, solo se resiente un poco, como un animal apenas lastimado. Sabemos que los espectadores fieles y los ocasionales del BAFICI seguimos creyendo en un festival que supo tener grandes figuras dentro de la pantalla, en cada sala, frente a nuestros ojos cansados y llorosos de tanto mirar. El BAFICI debe seguir mostrándonos el presente del cine: en su amplitud, en su complejidad, en su ambivalencia, alumbrándonos las sombras, desgarrando su entramado. Que el paradigma estético que es inevitablemente político que supo conseguir a puro riesgo fundando una digna tradición no se pierda en algún recodo burocrático. Necesitamos un BAFICI potente, poderoso, que brille a la luz del sol que en abril, o al menos en este abril, por momentos se lo sintió nublado.

Marcela Gamberini / 2014