EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2013 (05): M

EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2013 (05): M

por - Críticas, Festivales
01 May, 2013 02:46 | comentarios

MIRADAS ENCONTRADAS: SOBRE M EN EL BAFICI 2013

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M

Por Nicolás Prividera

Esta nota puede y quiere ser leída junto a la publicada simultaneamente en la sección “tribuna libre” de otroscines, ya que es de algún modo su contratara. Aquí también una película se recorta fantasmáticamente sobre otra, pero en este caso se trata de la misma… Como nos enseñó Borges, lo que cambia un texto son sus contextos. Por eso me parece productivo volver a M (Prividera, 2007) como si ya fuera otra, y de otro. Y desde su estatus inestable (en relación al canon o/y al BAFICI) ver las lecturas opuestas que se han esbozado sobre ella en el marco de su revisión en el festival, cinco años después de su estreno.

Antes que nada debo decir que me sorprendió su inclusión en la selección de FIPRESCI, y en un primer momento sentí que era más una especie de desagravio (por parte de los miembros de esa entidad que la votaron) antes que una consideración sobre el lugar de M en el Nuevo Cine Argentino en general y el festival en particular (frente a la notoria ausencia de Los rubios, una película claramente canonizada que el BAFICI tiene entre sus hijas dilectas, aunque por lo que se fue la misma Abertina Carri quien declinó la invitación). Pero luego de leer el texto de presentación del catálogo (en el que Josefina Sartora dice que “M continúa generando polémicas por haber realizado una puesta en crisis de la militancia”) y que un crítico que no la había visto me comentara que “hoy es más actual que cuando se filmó”, entiendo que la película –lejos de haber quedado anclada en su mera actualidad– sigue cuestionando el presente. Y de eso se trata finalmente el cine, sobre todo cuando se deja atravesar por lo que gusta llamar “condición documental”. No es casual que lo más notable de esta selección sea que prácticamente la mitad de las películas elegidas están atravesadas directamente por esa “condición” (desde su forma más tradicional en Pacto de silencio a la más híbrida en El árbol, pasando por ese milagro llamado Parapalos, que es precisamente una extraordinaria muestra de cómo el cine puede poner en tensión los límites). Esto hubiera sido impensable apenas unos años atrás.

Ya es un lugar común decir que el nuevo cine argentino pareció dejarle al documental el peso de lo real (o como mínimo de la realidad). Algo curioso cuando se recuerda que el cine moderno (de Rossellini a Bazin) se definió por la reflexión sobre sus propios medios en relación con la posibilidad de dar cuenta de lo real. Y más llamativo aún en una época en que la extraordinaria Historia volvió por sus fueros, frente a los que habían vaticinado su fin y su desperdigamiento en historias mínimas… Sin ir más lejos, en la Argentina nunca se había discutido tanto –políticamente hablando– desde 1983 (y quizá nunca con tanta vehemencia desde la época del primer peronismo). Sin embargo los anómicos ’90 parecen proseguir en el novísimo cine argentino (al menos si uno se deja llevar por buena parte de lo visto en el festival, aunque hay que decir que una película como La Paz –no en vano ganadora de la competencia argentina– hace precisamente de este problema su centro y lo pone literalmente en escena…).

En ese contexto, no es extraño que siga resultando llamativa una película en la que alguien dice que “Kirchner es la misma mierda que Menem”. Claro que lo que hoy es un lugar común no lo era entonces (con el mismo Kirchner como presidente), y menos que esa película pudiera verse sin problemas en un festival estatal (aunque no más de lo que sería escuchar algo parecido sobre Macri en el BAFICI). Pero yo siempre quise mostrar ante todo la discusión que precede a ese exabrupto (que hoy no dejaría en la película): porque es la discusión misma la que hay que interrogar, más que las  respuestas intempestivas y las ofensas fáciles (ahora más que nunca, cuando muchos parecen no poder pensar más allá de un pensamiento binario expresado en 140 caracteres…). Y (como en este tiempo extraño parece necesario aclarar) no es que yo me haya vuelto kichnerista, sino simplemente que tampoco me volví anti (si algo quería expresar Tierra de los padres es precisamente la necesidad de interrogar ese repetido enfrentamiento, aunque jamás esperé que fuera incomprendida por los mismos festivales que en consonancia habían programado M). Por eso hoy me parece sesgada la frase del catálogo que habla de una “puesta en crisis de la militancia”, ya que parece querer leer la película desde la carga (positiva o negativa) que se le da en la actualidad a esa palabra. Pero M nunca criticó la “militancia” per se o en abstracto, sino a una sumisión acrítica que derivó en plegarse a una conducción verticalista que hace rato había perdido el rumbo. Así dicho, muchos podrán querer hacer un parangón con el presente… pero la Historia nunca se repite del mismo modo (más que fantasmaticamente por malas lecturas, diría Marx). En ese sentido, si bien es inevitable que toda relectura se haga desde la actualidad, no me atrevería a decir que la película es “fundamental para revisar nuestra historia reciente resignificada en el presente”: más bien creo que hay que recordar que la película se filmó justamente en un momento en que no existía el (anti)kirchnerismo tal como lo vemos hoy, y eso debería ayudar a vislumbrar la posibilidad de pensar por fuera de esa “contradicción” (que no es necesariamente la “principal”), sin que esto signifique imaginar una imposible vuelta a los orígenes perdidos de la República (¿en el 76, en el 43, en el 30…?) como soñaba hacerlo La república perdida (la película que el BAFICI eligió para conmemorar los treinta años de democracia).

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Tierra de los padres en DVD

Cómo lee la Historia el cine argentino es inescindible de cómo se lee la historia del cine argentino… Sólo tomando la última década, podría decirse que si Los rubios puede ser vista como la última película de los ’90, M sería la “última película prekirchnerista”: esta última es la tesis de Oscar Cuervo, con la que obviamente también disiento. Dice Cuervo, recordando la posición crítica que él había tenido frente a la película en 2007: “sin haber cambiado sustancialmente ninguno de los dos, ni Prividera ni yo, la situación política cambió y eso repercute también en nuestras posiciones. (…) Pero esto es solamente una anécdota personal que se vuelve más interesante cuando se la piensa en un marco más amplio: ver M en 2007, cuando el país era otro y el kirchnerismo prácticamente no existía, es decir, cuando parecía que los agravios pasados no podrían transformarse en otra cosa más que en enojo u olvido, cuando aún no se veía la necesidad de traer el conflicto de clases hacia el presente y desbordar la matriz de la lucha de décadas de los organismos de los derechos humanos, es muy distinto a ver M en 2013”, que implicaría “pensar esta relación entre pasado y presente, entre enojo u olvido”. Comparto (como queda claro en Tierra de los padres) que es clave la perpetua relación entre pasado y presente (y la actualización de la “lucha de clases”, aunque no creo que sea tan sencillo caracterizarla en el momento actual). Pero la oposición “entre enojo y olvido” me parece directamente falsa: al “olvido” (y hay que recordar que esa era la objeción de Kohan contra Los rubios) no se le opone el enojo sino la “indignación” (otra palabra hoy excesivamente de moda…).

Para entender la diferencia, veamos lo que decía Cuervo en 2007: “¿cuál es la posibilidad y el límite de una política pensada desde el enojo? (…)¿qué parte del daño se puede procesar políticamente y qué parte se puede reparar artísticamente? ¿Cómo se debe sentir el espectador frente al enojo que Prividera exhibe? ¿Se debe dar por aludido, se debe sentir en deuda? ¿Puede cuestionarse la pertinencia del enojo, por más que venga nada menos que de las víctimas?”. Cuervo parecía no distinguir entre enojo (personal) e indignación (política), y paralelamente (en coincidencia con su ahora archienemigo Gustavo Noriega, que argumentaba lo mismo desde ‘El Amante’) me acusaba de promover un improbable “sujeto colectivo” (que es justamente el que sustenta dicha diferencia…). En ese sentido, yo sigo opinando “sustancialmente” lo mismo (en cuanto a la necesidad de no burocratizar las prácticas, sean cuales sean) y en todo caso es Cuervo el que ha variado su posición (al asumir la necesidad colectiva de “desbordar la matriz de la lucha de décadas de los organismos de los derechos humanos”): Yo sigo reivindicando la idea de un colectivo, pero sin nunca resignar la distancia crítica (que han perdido, precisamente, algunos organismos de derechos humanos al acercarse demasiado al Estado).

De esa conciencia política (incluida la del cine) hablaba M, como da cuenta la nota que le dedica Santiago González Cragnolino en el diario del festival: “M contiene varias referencias que permiten entrar y desandar el camino que se hace en su marcha: el cine-diario, Godard, ‘El ciudadano’ y un largo etcétera. (…) Conoce la herencia del cine moderno y se inscribe en ella en tanto programa estético-político (…) Todas las dimensiones que aborda la película (cine, historia e Historia) se implican entre sí hasta parecer necesarias para entender las otras.” Esa consciente herencia política del cine moderno no parece extendida en el novísimo cine argentino. ¿Alguien podría mencionar alguna (buena) película argentina reciente que de cuenta de algunas o todas estas tensiones? (incluidas las que los mismos Cuervo y Noriega representan, en cuanto a miradas antitéticas sobre la política y el cine). Se escuchan sugerencias.

Porque es claro que el problema político del cine independiente argentino excede el marco de tal o cual festival, y tiene que ver con ese complejo entramado nacional e internacional en que se anudan crítica, fondos, y –desde ya– muchos realizadores plegados sin resistencia a ese sistema, aplicados a un cine que no casualmente escapa a exhibir sus propias determinaciones y “condiciones de producción”.

Roger Koza / Copyleft 2013