EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2016 (07): CONSIDERACIONES ACASO INNECESARIAS SOBRE CUALQUIER FESTIVAL Y SUS CRÍTICOS, PERO ACASO NECESARIAS ANTES DEL BAFICI 2016

EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2016 (07): CONSIDERACIONES ACASO INNECESARIAS SOBRE CUALQUIER FESTIVAL Y SUS CRÍTICOS, PERO ACASO NECESARIAS ANTES DEL BAFICI 2016

por - Festivales
09 Abr, 2016 10:44 | comentarios
SS

Carta escuela

Por  Nicolás Prividera

Iba a esperar el fin del Bafici para dejar la habitual reseña en el blog, pero algunas corridas por derecha e izquierda me obligan a esta entrega anticipada. Más que como una innecesaria aclaración, la tomo como una oportunidad para refrendar una vez más todo lo dicho a lo largo de los años…

En su muro de Facebook (comunidad a la que no pertenezco, como bien sabe quien no espera respuesta), el animador cultural Federico Karstulovich cita una nota mía sobre El diálogo (en la que daba cuenta yo de su estilo de intervención) y escribe: “Con un par de años de diferencia, Prividera pasa de criticar al Bafici y sus criterios de programación a trabajar para él. Bienvenido Nico!”. Paulo Pécora le responde: “es jurado, igual que vos, y ninguno trabaja en el Bafici”, a lo que Karstulovich arguye: “Si. Pero de renegar absolutamente del festival de la derecha asesina a ser jurado (que es un trabajo, sino sería aplicar una lógica neoliberal: solo hay trabajo si hay remuneración), hay un trecho”. Una vez más, es notable como unas pocas líneas le bastan a Karstulovich para demostrar su calaña.

Evidentemente no es inocente la elección de la palabra “trabajo”, ni su cínica referencia a la “lógica neoliberal” que aplica en el resto de su efusión, queriendo dar a entender que acepté un cargo y que eso implica haber cambiado de parecer… Ni una cosa ni la otra: se trata de desempeñarse circunstancialmente como jurado (sin perjuicio de que se pueda trabajar en el Estado sin militar para el gobierno de turno, lo que debiera ser patente), y por otra parte no hago más que reafirmar lo que escribí en la citada nota sobre el modo en que ciertos personajes se adueñan de los festivales, lo que el talante de Karstulovich no hace más que confirmar.

Porque hay una diferencia entre “criticar al Bafici y sus criterios de programación”, como desarrollaré en mi respuesta a la segunda intervención. Pero digamos ya que lo primero sería absurdo, como escribí en más de una ocasión (o sea: cada vez que por criticar alguna política de un festival se me acusaba torpemente de criticar al festival mismo), porque criticar un evento estatal como si fuera un ente o esencia del mal solo puede caber en la mente que acusa de “renegar absolutamente del festival de la derecha asesina” con un discurso tan burdo. Lo segundo en cambio es propio de toda crítica que se precie, y lo que de hecho hacen con mayor o menor vehemencia muchos críticos, discutiendo cada programación festival tras festival.

Distinto es el caso de quienes actúan corporativamente incluso no formando parte, como deja en evidencia el “bienvenido” final. Por mi parte, no me considero parte del festival porque una de mis películas haya sido programada (incluso aunque fuera en el homenaje a sus 15 años de existencia) ni expulsado porque otra no haya sido incluida (a menos que alguien suponga que por polemizar al respecto me lo merecía…). Así que simplemente acepté la invitación que me hizo su actual director (con quien también he polemizado en varias ocasiones sin caer en las ofensas, como es de bien entre personas que no insultan su inteligencia), justamente porque era un reconocimiento de que alguna de aquellas críticas no estaba tan errada, y al mismo tiempo un modo de demostrar que no hay por que temer al necesario disenso.

Desde ya, era consciente que mi participación podía ser leída como una capitulación, cosa que estas líneas vienen a desmentir, si es que alguno cree que no voy a refrendar una posición que mantengo desde hace años, con coherencia que no tienen quienes siguen aplicando el doble estándar (así en el cine como en la política). De hecho se podría decir que aquel texto mío que cita Karstulovich terminó siendo profético en su título, ya que del “diálogo” preconizado en la campaña electoral se pasó al “copamiento” (en una muestra más del típico mecanismo pendular de la sociedad argentina). Pero más allá de algunas notorias hipocresías, debemos decir que nada de lo que sucede puede sorprender.

Por no salir de nuestro ámbito: la intervención de Lopérfido no fue aquella vez menos penosa que la que le ganó ahora la enemistad del campo cultural (¿hace falta aclarar que el problema no es hablar del número de desaparecidos sino enarbolar de modo brutal la teoría de los dos demonios?). La diferencia es, a decir de Marcos Vieytes (en la segunda intervención a la que me quería referir), que “esta es la primera edición del festival en que esas políticas del macrismo, para el que sus funcionarios han trabajado y trabajan como operadores culturales y propagandistas, ya no son sólo de alcance municipal sino que afectan a toda la nación”. Efectivamente, esas políticas han ganado terreno, entre otras cosas porque se dejaron pasar muchas cosas (entre ellas, esos discursos que comenté solitariamente en aquella nota, ya que no había ningún crítico ni periodista en dicha función…). Y el poder, por su misma condición, tiende a permear como el agua donde no encuentra resistencia.

Pero el tamaño o incidencia del poder no cambia el fondo de las cosas. Y al mismo tiempo no podemos escandalizarnos ahora de lo que ayer parecía un simple asunto municipal. Digo: no seré justamente yo quien niegue que un festival de cine es un evento político más, pero tampoco creo que pueda simplemente asimilarse al “apoyo a políticas que fomentan la discriminación social y la concentración de la riqueza en detrimento de la mayor parte de la población”. Me consta que muchos participantes del festival (tanto funcionarios como cineastas) están en la vereda opuesta (y otros muchos aún sin poder ver la relación entre sus ideas y esos actos). Y lo peor que podemos hacer es precisamente abandonarlo(s) a su suerte, en vez de reforzar con nuestra presencia esa impugnación, invisible si amablemente dejáramos el festival en manos del gobierno de turno. Cosa que es precisamente lo que nunca debiéramos hacer, porque un festival no le pertenece a sus organizadores ni a sus representantes: es un evento público que debe ser fortalecido como tal.

Por eso yo, como muchos otros, creemos que hay que participar de los espacios y fisuras que se abran, sin que eso nos haga “colaboracionistas” (palabra oprobiosa que alguien usó con demasiada ligereza). Lo que no significa tampoco estar en el mismo lodo con “periodistas nacionales y populares hasta ayer hoy carmelitas descalzas del statu quo por una sinopsis en el catálogo”, o “directores que se publicitaron a sí mismos como anarquistas se desviven por estar ahí”, como también lanzó Vieytes en Facebook. “Se parecen a los senadores vendiendo el país por treinta monedas o a Lázaro manyando las migajas del banquete”, agrega, y son esas hipérboles quintinescas las que no ayudan a comprender la complejidad de cualquier situación (¿eran “buenos” esos senadores antes?), pues del mismo modo se podría decir que Vieytes tardó demasiado en despegarse de El Amante y su escuela, en lugar de ver en ello el devenir de una conciencia… La crítica, como toda política, implica precisamente intervenir en un campo cuya hegemonía está todo el tiempo en disputa. Y es ahí donde no podemos ser prescindentes ni neutrales.

Por eso (y porque lo considero uno de los críticos actuales que es imprescindible leer) creo que Vieytes se equivoca al asumir esa continuidad sin fisuras y esa respuesta maximalista. Venimos de una década en la cual esa estrategia de clivaje ha revelado sus debilidades, no repitamos los mismos errores. Espero entonces que se haga presente en el festival, para que pueda asumir su necesaria critica. Por mi parte, más allá de mi rol institucional como jurado podré volver a ejercitar el de cineasta, ya que soy parte de Cine Escuela, segunda película colectiva realizada a instancias del Museo del Cine luego de Sucesos intervenidos. Ese corto también será, por supuesto, una declaración de principios. Nos vemos en el Bafici.

Nicolás Prividera / Copyleft 2016