CUENTOS DE LOS MIL Y UN ROHMER

CUENTOS DE LOS MIL Y UN ROHMER

por - Libros
23 Nov, 2022 10:34 | Sin comentarios
La cercanía de Françoise Etchegaray al cineasta francés prodiga una lectura integral de su obra y revela algunas aristas pertinentes para considerarla.

EL CINEASTA DEL AZAR QUE NO CREÍA EN LA SUERTE

A la autora de este libro le desconcertó saber que Éric Rohmer odiaba los juegos de azar. El realizador que tejía sus mundos de ficción con las oportunidades o los infortunios que depara la casualidad —con aquellos sucesos que contravienen la autoridad de las probabilidades— se burlaba, en cambio, de quienes pretenden hacer dinero acertando una combinación ganadora o apostando en las carreras. Pero, como le dio a entender Rohmer a la autora esa vez, «no se provoca el azar; sucede». Que es como decir que el auténtico azar solo se vuelve necesario cuando se le evita. Que eliminar la arbitrariedad es una forma de asegurar la revelación. Fallecido en 2010, el cineasta francés resultó ser consecuente con este principio a lo largo de su vida y su carrera cinematográfica. Austero y metódico, demostró que solo dentro de unos límites forjados por el rigor y la rutina más obstinada podría alcanzar su libertad como realizador. Que solo agotando el coto de lo previsible surgiría en las imágenes aquello imponderable sobre lo que construir su obra. 

La autora de este libro, Françoise Etchegaray, fue colaboradora de Éric Rohmer durante veintisiete años, aunque nunca supo su número de teléfono particular y no coincidió con los hijos del cineasta hasta el momento de visitar el hospital donde murió. Maurice Schérer —verdadero nombre de Rohmer— dividió su existencia en dos mundos paralelos, en dos compartimentos estancos sin fisuras que alterasen el orden establecido de cada uno: el hombre de familia y el hombre de cine. Etchegaray conoce bien al menos esta segunda faceta, pues figura junto a él en trece largometrajes y una decena de cortometrajes en calidad de productora, directora de producción, intendente, cámara, ingeniera de sonido, actriz y cocinera, entre otros trabajos. Además ha sido directora de tres largometrajes y directora de producción de otros realizadores, como Aleksandr Sokurov en Francofonia (2015). A ella también le debemos el valioso documental La fábrica de Cuento de verano (La Fabrique du Conte d’été, 2005), grabado durante el rodaje de la película de Rohmer en 1995. Como ya hiciera en este making-of, Etchegaray comparte su experiencia con el director en Cuentos de los mil y un Rohmer, traducción de Contes des mille et un Rohmer (Éditions Exils, París, 2020) y tercera entrega de una flamante colección de libros de cine cuyos dos primeros títulos ya reseñamos en una anterior ocasión.

No se busque aquí un relato detallado de la trayectoria del cineasta francés. Quien quiera consultar lo más parecido a una biografía tiene a su disposición, en su idioma original o en inglés, el exhaustivo Éric Rohmer: biographie, de Antoine de Baecque y Noël Herpe (Stock, París, 2014). Si se prefiere atender a la propia palabra de Rohmer, su obra como escritor está íntegramente representada en lengua española a excepción de la versión teatral de Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle (Quatre aventures de Reinette et Mirabelle, 1987) y del libro que redactó a partir de su tesis doctoral: L’organisation de l’espace dans le Faust de Murnau (Union Générale D’Editions, París, 1977). El resto de su creación ha llegado a las librerías hispanas: la colección de relatos Seis cuentos morales (Anagrama, Barcelona, 1974), su única novela, Elisabeth (Ediciones JC, Madrid, 2007) —publicada con el seudónimo de Gilbert Cordier en 1946—, la obra de teatro El trío en Mi bemol (Plot, Madrid, 1991), la antología de artículos a cargo de Jean Narboni El gusto por la belleza (Paidós, Barcelona, 2000), el análisis sobre Hitchcock (Manantial, Buenos Aires, 2010), coescrito con Claude Chabrol y aparecido en 1957, Charlie Chaplin, con André Bazin (Paidós, Barcelona, 2002), y De Mozart en Beethoven: ensayo sobre la noción de profundidad en la música (Árdora, Madrid, 2000). Por el contrario, las monografías dedicadas a Rohmer en castellano son escasas, pero quien quiera ampliar su conocimiento del director francés no puede prescindir del magnífico estudio de la colección Cineastas Éric Rohmer, por Carlos F. Heredero y Antonio Santamarina (Cátedra, Madrid, 1991; 2ª edición actualizada, 2010), al que ahora habrá que añadir el título que presentamos.

Cuentos de los mil y un Rohmer tiene la virtud de enriquecer las perspectivas ofrecidas del trabajo de un realizador con el testimonio de alguien íntimamente implicado en la confección de sus películas. El libro se divide en 118 capítulos o «secuencias», como los denomina Etchegaray, que siguen un orden cronológico: el que va desde El rayo verde (Le rayon vert, 1985) al postrero El romance de Astrea y Celadón (Les Amours d’Astrée et de Céladon, 2007). Sin embargo, en esa vertebración se entremezclan digresiones suscitadas por la entrevista radiofónica escuchada una noche o por alguna lectura, que conducen a la autora a viajar hacia adelante y atrás en el tiempo para rememorar episodios de su vida con Rohmer. Averiguamos así la importancia subrepticia que concedía el realizador a la figura de Robert Bresson la jornada en que este muere («Toda mi obra está hecha contra él»), y de igual forma accedemos a sus desencuentros con directores a los que en el pasado estuvo muy unido: Jean-Luc Godard y Jacques Rivette. Dado el área de trabajo principal de Etchegaray, se insiste a lo largo de sus páginas en las diversas cuestiones relacionadas con la producción. Por el respeto religioso que dispensaba Rohmer a la realidad, sus rodajes siempre se desarrollaron con un equipo humano reducido y un equipamiento ligero —menos contadas excepciones—, esenciales para perturbar lo mínimo el marco de la acción y a su vez mantener la película a salvo de las interferencias que de manera inevitable conllevan los grandes presupuestos. Trabajar con una mecánica casi amateur, movilizada por una parca economía, por otra parte fomentaba la promiscuidad con que los miembros del equipo ejercían sus funciones en la filmación. Sin ir más lejos, además de escribir los guiones y dirigir, Rohmer también se encargaba de preparar el té.

Las costumbres y confidencias compartidas en el transcurso de tantos años de trabajo conjunto destilan la particular poética del director francés, expresada, por ejemplo, en su teoría del «cineasta arquitecto» o la clasificación de los realizadores que trabajan sentados y los que trabajan de pie. Él, sin duda, pertenecía al segundo grupo —no solo por su afición a caminar y correr medias maratones durante una gran parte de su vida—, mientras que su admirado Alfred Hitchcock engrosaría el primero. Del mismo modo, aunque apenas hablaba acerca de ideas políticas, Rohmer no tiene reparo en afirmar que su ascetismo, sobradamente acreditado por las anécdotas narradas en el libro, le situaba como «el único cineasta maoísta» de sus contemporáneos.

Françoise Etchegaray se detiene con amenidad en los entresijos del proceso de producción de títulos como Cuento de primavera (Conte de printemps, 1990) o La inglesa y el duque (L’Anglaise et le Duc, 2001) —desde la financiación y búsqueda de actores hasta las decisiones de montaje o exhibición— y no olvida mencionar algún proyecto frustrado del director francés, como el que le llevó a explorar localizaciones de Escocia para filmar dos adaptaciones de novelas de Robert L. Stevenson. También encontramos en el libro interesantes documentos de sus películas: muestras de sus guiones de trabajo, planes de rodaje o el escrito que Rohmer aportó al dossier de prensa de Triple agente (Triple agent, 2004). Esta edición española, además, enriquece el material gráfico de la francesa con nuevas fotografías a color, así como con una maquetación más elaborada y notas explicativas de la traductora y el editor que aclaran referencias o matices del texto original.

Françoise Etchegaray, Cuentos de los mil y un Rohmer, traducción de Natalia Ruiz, ECAM/DAMA, Madrid, 2022. 340 páginas.

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