CRÍTICAS BREVES (75) / MES FICUNAM 2015 (03): VIGENCIA DE UN CLÁSICO

CRÍTICAS BREVES (75) / MES FICUNAM 2015 (03): VIGENCIA DE UN CLÁSICO

por - Críticas breves, El canon internacional, Festivales, Varios
15 Feb, 2015 12:15 | Sin comentarios

agarrandopueblo3Por Roger Koza

Agarrando pueblo, Carlos Mayolo, Colombia, 1978

Se dirá –y con razón– que este film de Mayolo tiene vigencia y que nadie podría refutar su actualidad: la representación de la pobreza convence, conmueve y mueve fondos. Así pasaba en 1978 y así sigue sucediendo décadas después. Quizás ahora se han puesto de moda ciertos matices que en el pasado eran inimaginables. Bastaba en aquel tiempo con mostrar al pueblo latinoamericano como hijo desamparado de una carestía universal. Se trataba de erguir una mirada que despertara bastante compasión y una fingida indignación.

Si bien la vigencia política de Agarrando pueblo es incuestionable, pues la porno-miseria es una estética reconocible, lo genial de este clásico de la desobediencia estriba aún en la problematización de la representación cinematográfica como tal. Frente a la separación de un presunto registro documental en blanco y negro y otro en color que correspondería a la película que unos cineastas colombianos estarían rodando sobre la pobreza para un canal de televisión alemán, Mayolo (y Luis Ospina) van fagocitando la demarcación de esa división en el propio film hasta saturar el artificio en su fundamento. Hay un primerísimo plano clave del ojo de Mayolo mirando por un agujero que opera como el primer aviso de una intrusión del orden de la ficción en el documental (y viceversa), seguido por la aparición de un personaje notable que no solamente reacciona frente a la impostura de fabricar la estética de la miseria sino que se introduce como un signo destituyente de cualquier petición de principio de pureza de cualquier representación. Filmar y representar constituyen siempre una disposición de lo real que se forja un orden a propósito de un imaginario. En este sentido, la intervención de un pordiosero en el desenlace (que puede ser real o no) trastoca el contrato epistemológico entre el espectador y lo que está en pantalla, lo que no impide que en la administración escénica de la farsa no se vislumbre la verdad.

Obra maestra indiscutible del cine político, su incorrección humorística, su discurso impío y su delicadeza formal suelen estar ausentes tanto de las películas satíricas como de las de denuncia. Véanse las decisiones de encuadre de la última secuencia, que deberían ser un prolegómeno para cualquier principiante con deseos de filmar.

Roger Koza / Copyleft 2015