CRÍTICAS BREVES (30): ALGUNAS HORAS DE PRIMAVERA / QUELQUES HEURES DE PRINTEMPS

CRÍTICAS BREVES (30): ALGUNAS HORAS DE PRIMAVERA / QUELQUES HEURES DE PRINTEMPS

por - Críticas, Críticas breves
15 Sep, 2013 08:07 | comentarios

**** Obra maestra ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

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Algunas horas de primavera / Quelques heures de printemps, Stéphane Brizé, Francia, 2012 (**)

Por Roger Koza

Filmar la muerte (esa experiencia tan conocida como insondable, negocio de las religiones que la invisten de premios, castigos y destino) no sólo como acontecimiento inesperado o inevitable sino como un paradero deseado. No hay muchas películas sobre la eutanasia. El género no convoca multitudes, pero a los cineastas les interesa: Amour, Alto en el camino, Madre e hijo y ahora Algunas horas de primavera, de Stéphane Brizé. La última película de Brizé no es solamente sobre el buen morir. Es también, como la anterior (Une affaire d’amour), un breve retrato de la clase trabajadora en la sociedad francesa actual. El versátil y magnético Vincent Lindon vuelve a ser el protagonista de un filme de Brizé. Aquí compone a un camionero que acaba de salir de la cárcel tras 18 meses de encierro. No es un delincuente en sentido estricto, a pesar de que su condena involucra esa palabra sobrecargada de inmoralidad para los oídos del status quo: droga. La reinserción laboral no es sencilla y trabajar separando basura no es precisamente una vuelta digna a la vida “normal”. Tampoco ayuda el regreso al hogar materno. Para Alain, vivir con su madre, viuda y jubilada, es más humillante que terapéutico. Pero los temas amorosos y laborales son secundarios. La madre de Alain tiene un tumor irreversible y ha decidido darse muerte mediante los servicios de una institución suiza porque está prohibido en el país de la igualdad, la libertad y la fraternidad. La austeridad de Brizé es admirable. El malestar de Alain, el rencor entre madre e hijo, la determinación de la moribunda, una posible reconciliación filial se registran sin un ápice de sentimentalismo. La frialdad precisa de cada escena, la luz elegida para determinar un temple de ánimo general, la economía de gestos y la total ausencia de moralidad destituyen cualquier exceso frente a lo inevitable. La apropiación del cariño de una mascota y la obsesión por terminar un rompecabezas, por ejemplo, son detalles dramáticos que revelan una poética circunspecta pero eficiente donde menos es más. Filmar la muerte como si se tratara de la preparación de la merienda o con el coraje necesario para igualarla al cepillado de dientes. La discreta redención llegará como si fuera un poco de lluvia. La amargura está desterrada, la felicidad también.

Roger Koza / Copyleft 2013