CRÍTICAS BREVES (182): CHICO VENTANA TAMBIÉN QUISIERA TENER UN SUBMARINO

CRÍTICAS BREVES (182): CHICO VENTANA TAMBIÉN QUISIERA TENER UN SUBMARINO

por - Críticas, Críticas breves
16 Jun, 2021 02:18 | Sin comentarios
La ópera prima del joven director oriental no es justamente la habitual película latinoamericana que suele esperarse de las cinematografías del Sur.

Chico ventana también quisiera tener un submarino, Alex Piperno, Uruguay-Argentina-Brasil-Holanda-Filipinas, 2020

El realizador uruguayo Alex Piperno confundió milagrosamente una cámara con un periscopio y concibió la puesta en escena de su primera película como si hubiera mirado desde las profundidades del mar la superficie del mundo apuntando su objetivo hacia todos los lados. Su submarino se llama cine y en su jurisdicción las leyes de contigüidad de la percepción ordinaria están interceptadas por la lógica de los sueños: una cabina en una aldea de Filipinas puede lindar con el living de un departamento de Montevideo y también con la zona de máquinas de un transatlántico navegando en alguna latitud cercana a Tierra del Fuego. El tono fantástico del relato sugiere un peligro no del todo identificado para los filipinos que puede poner en riesgo la armonía del ecosistema en el que viven, y también posibilita la lenta evolución de un difuso romance entre una mujer de clase media uruguaya y un marinero un poco más joven, quien, cuando no refriega los pisos de la cubierta y realiza desganadamente otras actividades de mantenimiento, espía a la solitaria en el living de su casa gracias a un pasaje misterioso que lleva de inmediato del departamento al navío. La geométrica composición de los planos estáticos y de escalas variables resulta paradójica para una película en la que desplazarse desde América a Asia sucede en cuestión de microsegundos, del mismo modo que la economía verbal de los personajes, quienes prescinden de dar(se) explicaciones sobre la libertad para trasladarse de un lugar a otro, se acepta con la misma naturalidad habitual que se les dispensa a enunciados tales como “el sol se pone en el horizonte”. El misterioso sintagma que funciona como título apunta a un contracampo integral de todo lo que la película muestra, a veces develado tímidamente o más bien sugerido por el trabajo no siempre visible que precisa un barco de turistas para funcionar, un empleo de contrastes conceptuales y visuales que se puede observar entre la hermosura de los arrozales y el esplendor del verde de los campos filipinos y los colores sombríos y dominantes en el interior del transatlántico.

Roger Koza / Copyleft 2021