CRIMEN PERFECTO

CRIMEN PERFECTO

por - Críticas
14 Jul, 2007 04:27 | comentarios

**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver ● Sin Valor

por Roger Alan Koza

Un duelo de clases

Anthony Hopkins, David Strathairn, Ryan Gosling, Gregory Hoblit
Crimen perfecto, EE.UU., 2007.

Dirigida por Gregory Hoblit. Escrita por Daniel Pyne y Glenn Gers.

* Tiene un rasgo redimible.

A pesar de que Crimen perfecto tiene algunos puntos favorables culmina siendo una película más de asesinos inteligentes con juicio incluido.

Desde que Thomas De Quincey, en el siglo XIX, meditó sobre el asesinato como una de las bellas artes, el dilema se repite: matar es una cuestión de moral, pero también supone un problema estético, incluso filosófico. En efecto, asesinar implica confrontar un concepto abstracto a su brutal materialidad.

La mayoría de los thrillers se sostienen bajo un principio narrativo: ¿Quién lo hizo?, seguido quizás, ¿por qué lo hizo? Desde un inicio, sabemos que el ingeniero interpretado por Hopkins, Ted Crawford, a quien nunca se lo llama así pero lo es, ha intentado asesinar a su mujer en su propia casa. El adulterio no es un tema menor, y los celos que de él devienen pueden ser incontrolables. Así es que desde el comienzo el espectador sabe dos cosas: el quién y el por qué.

Este saber es compartido por los personajes, aunque habrá de demorarse un poco hasta que el fiscal, juez, testigos y policías establezcan que la mujer mantenía un affaire secreto con uno de los policías involucrados en el caso. Todo parece estar a la vista, aunque falta una evidencia fundamental: el arma homicida, prueba inexplicablemente ausente, pues el ingeniero tras el disparo jamás abandonó su bellísima mansión, aún sabiendo que su jardinero oficiaba de testigo y que la policía habría de llegar con celeridad.

Crawford asume su propia defensa. Mientras que el fiscal, el representante del pueblo de California, es un joven y ambicioso abogado perteneciente a la clase trabajadora, Willy Beachum, encarnado por Ryan Gosling, quien está a punto de dejar su función pública para ingresar a un prestigioso bufete. Entre ellos se establecerá un duelo de inteligencia, un combate que condensa una distinción de clases, aunque también se trata de una contienda sutil extradiegética entre dos métodos interpretativos: Gosling, un actor del Método, versus Hopkins, dignatario de un estilo clásico. El título original del film es Fracture, cuya traducción podría ser fisura, quebradura, y que Crawford lo concibe cómo el punto débil en un contrincante, aquello que lo fractura.

La dirección de Gregory Hoblit es despareja. Acierta cuando materializa la diferencia de clase utilizando la arquitectura como un símbolo preciso de poder. Las panorámicas de Los Angeles y su obscenidad edilicia, la residencia de Crawford en contraste con la vivienda de Beachum en las periferias, el edificio de la asociación de abogados y la oficina jurídica que depende del Estado, consolidan un visión del espacio social: una ciudad divida en clases. Desacierta cuando la omnipresente banda de sonido de Michael Danna exacerba el dramatismo, y prácticamente no hay escena que transcurra en silencio. Desacierta también apelando a encuadres enrarecidos que nada aportan, como por ejemplo, los primerísimos planos de las manos de Hopkins mientras Gosling lo interroga en la cárcel. ¿Por qué? ¿Para qué? Ni estilo, ni puesta en escena, capricho, sumado a una cantidad de tramas secundarias y arbitrariedades varias que debilitan el potencial narrativo del filme.

Quién sabe si el ingeniero Crawford no es un pariente lejano de Hannibal Lecter, un diletante del asesinato al que Hopkins le ha dado un rostro visible y perversamente honorable. Sin embargo, lo fascinante y el horror no lo precipita la astucia de un asesino, más bien comprobar cuán difícil sino imposible es reconstruir de las evidencias de un caso de homicidio su verdad jurídica.

Copyleft 2000-2007 /Roger Alan Koza

Esta crítica fue publicada por el Diario La Voz del Interior durante el mes de junio de 2007.