CORSINI INTERPRETA A BLOMBERG Y MACIEL

CORSINI INTERPRETA A BLOMBERG Y MACIEL

por - Críticas
03 Jun, 2022 11:17 | comentarios
Segunda película de una nueva serie de películas de Mariano Llinás en la que el cineasta revisa episodios de la historia argentina.

Llinás interpreta a Bloomberg y Maciel

Corsini interpreta a Blomberg y Maciel replica (no solo en su título) la grabación de un álbum para la senectud, del mismo modo en que Concierto para la batalla de El Tala registraba una sesión que tenía como objeto la música compuesta para la misma obra-película. Con estos gestos especulares, una vez más deudores del mundo teatral, Llinás sigue proponiendo introitos y desvíos a su anunciada “Saga de los Mártires Unitarios”, como si cada nueva entrega no fuera sino otro eslabón de un eterno prólogo macedoniano, aunque más bien sean las procedimentales novelitas de Aira el espejo literario de su proyecto. Recordemos que en La liebre también aparecía Rosas, referencia constante de este universo simbólico, suerte de archivillano que a la vez es el traidor y el héroe. Todo depende de quién cuente la historia. 

Llinás asume finalmente esto, y por eso su autoconsciente saga parece avanzar tomando las críticas a su episodio previo. Por eso se reserva el cuestionado rol de “unitario”, mientras pone en boca de sus compañeros (Pablo Dacal y Agustín Mendilharzu) sentencias o admoniciones de sus críticos. Del mismo modo, Llinás (el personaje que Llinás construye sobre sí mismo) consiente que para otros Rosas “no es un tirano”. Y si el pasado se conjuga en tiempo presente es porque en estos corsi e ricorsi la historia es y ya no es la misma. Aunque más no sea porque entre Rosas y nosotros median –además de 200 años– las lecciones de Sarmiento y Borges en los siglos precedentes: uno escribió el Facundo (ese espejo invertido), mientras el otro seguía viendo la “tiranía” replicada en su propia época (no hay que olvidar que así llamaron al primer peronismo sus  derrocadores).

Hay quienes creen que la tradición es un objeto inerte que recibimos del pasado, o a lo sumo un rio subterráneo. Otros hablan de unitarios y federales como si aún estuviéramos en esa batalla. Acaso son dos formas de la misma insistencia (el error, el error, más que “el horror, el horror”). Pero no deja de ser sugestivo el modo en que esta amable película sobre un cantor que popularizó unos versos evocativos de un siglo anterior se vuelve una imprecación contra una “tiranía” (desde identificación con un linaje menos unitario que antirosista –¿antipopulista?–, o bien literalmente “unitario” en tanto esa pura negación es su única pasión), pero también contra ese poeta que usó la historia como mero medio para un fin puramente estético. Como si fuera la velada o consciente autocrítica de un cine que parece usar esas  batallas para sus conciertos. “And yet, and yet…”

Pese a ese título arrebatado, podría decirse que Corsini interpreta a Blomberg y Maciel es acaso la versión más personal que Llinás nos deja de su pasión argentina, aunque esto no sea necesariamente un elogio ya que implica la abierta asunción de una dimensión performativa de la que el documental sigue abusando pero que en la ficción corre el riesgo de convertirse en megalomanía felliniana aun cuando se la entretenga con pasos de comedia. Algunas gracias funcionan (el repetido afán lexicográfico, aunque condescienda al diccionario) y otras no (la repetida dificultad del plano filmado desde el interior de un auto), pero en cualquier caso su límite siempre es “la sangre del año 40” que tiñe las canciones y la Historia. Y  también afecta el desarrollo formal de una película que parece detenerse en el largo tramo en que Llinás nos lee una entrada biográfica sobre Camila, repitiendo largamente la única historia que cualquier espectador (argentino) conoce, aunque más no sea por haber visto la película de María Luisa Bemberg, quien supo también filmar un cuento de Julio Llinás. 

En la casa que cobija la grabación podemos ver la herencia criolla, en el antiguo mostrador de pulpería o los viejos libros sobre flora, fauna y dictadores. En plena pandemia, es natural que el realizador de Historias extraordinarias evoque un mundo perdido desde la calidez de ese patio interior, pero por eso mismo su evocación pierde peso cuando juega al disfraz, sobre todo cuando es de mazorquero. “Levantemos el ánimo”, dice Llinás tras el episodio de Camila, como si no fuera evidente que todas esas chanzas y canciones conjuran una tragedia que no pasa, o cuyos ecos llegan hasta un presente que también queda fuera de campo. 

En las “palabras del director” que acompañan el programa de la sala Leopoldo Lugones (nombre provocativamente subrayado en el trailer), leemos sobre los cancionistas evocados: «Mientras el siglo XX atravesaba su primera gran crisis mundial, cada día más violento y vertiginoso, ellos eligieron dejar de retratar el lado sórdido de las cosas para cantar a una ciudad mítica y valiente». Cambiemos siglo XX por XXI y un nombre por otro, y podríamos estar hablando de la película y no del disco homónimo que homenajea. Pero Blomberg no escapó de su “década infame”, ni Corsini llegó a ver la edición de su afamado álbum, aparecido en el año de 1969 mientras Borges escribía los violentos cuentos de El informe de Brodie, que retrataban el lado sórdido de la ciudad mítica y valiente en las vísperas de otra matanza, anunciada ese mismo año en InvasiónCorsi e ricorsi.

Nicolás Prividera / Copyleft 2022