CINEFILIA ONLINE (14): FORMAS DE LIBERTAD

CINEFILIA ONLINE (14): FORMAS DE LIBERTAD

por - Cinefilia online
25 Ene, 2016 06:32 | Sin comentarios

Por Roger Koza

En el cine, como fuera de él, la invocación del término libertad conmueve al espíritu y mueve a su defensa pública. Indispensable como el oxígeno y verificable como el dolor de muelas, para muchos la libertad resulta el valor que jamás se pone en tela juicio, como si discutir acerca de su importancia fuera un disparate. Pero la libertad no consiste en una idea platónica, a pesar de que así luzca cuando se la enuncia; es concreta y variable. Su restricción puede inmovilizar, limitar los placeres corporales, sellar los labios del disidente, homogeneizar el análisis de un fenómeno, moldear la escritura y determinar las formas de expresión. Aplicada a un problema real, la libertad deja de ser una abstracción y adquiere cuerpo.

En La sombra, la magnífica película de Javier Olivera, la libertad pasa por consolidar una distancia simbólica entre un hijo que quiere (volver a) ser cineasta por su propia necesidad y su padre que fue un cineasta demasiado importante, una sombra en su elección vocacional. ¿Puede entonces el hijo dejar de serlo y asegurarse que él finalmente sí eligió una profesión por su cuenta y que efectivamente no se trató de un tributo a su padre? Para nadie resulta sencillo desoír a los padres y elegir un camino personal. En el caso de Olivera hijo, tal vez menos: su padre, Héctor Olivera fue un magnate del cine, un Charles Foster Kane, justificada figura cinematográfica citada a propósito de El ciudadano de Orson Welles que lleva a pensar acerca del esfuerzo de Javier para diferenciarse de Héctor. Es que el director de La Patagonia rebelde y dueño de la productora Aries fue realmente un emblema de la desdibujada industria del cine argentino.

La sombra, Javier Olivera, Argentina, 2015

Es esto lo que se puede ver en La sombra (que está disponible para ver online de forma gratuita en la página de la estupenda revista de cine Kilómetro 111 hasta el 31 de este mes): la titánica lucha de un cineasta por obtener su autonomía y afirmar su vocación. Lo que empieza con la demolición de una mansión familiar situada en San Isidro, inmueble que coincide con el esplendor de Héctor Olivera y la infancia del cineasta, se cruza con material de archivo y algunos clips de películas del padre, en donde vemos el pasado familiar como también el de Argentina. Las vicisitudes políticas y culturales de las décadas del ‘60 y ‘70 atraviesan la vida familiar, de tal modo que algunas cuestiones decisivas de la vida en Argentina se espejan en la vida doméstica de los Olivera.

Lo más extraordinario de La sombra pasa por su método de exorcismo concebido en la puesta en escena. Funciona así: las imágenes son el pasado, filmadas por el padre o su amigo (y también director) Fernando Ayala, casi otro miembro de la familia. El concepto sonoro general y la voz del propio director constituyen el presente o la intervención directa sobre el pasado. Podría decirse que Javier es el sonido y Héctor la imagen. La contienda es entonces tramitar e ilustrar un enfrentamiento simbólico en esa zona de intersección entre el sonido y la imagen (la materia del cine), en la que el sonido desmiente la prepotencia de la imagen y busca así su distanciamiento. Para poder crear imágenes propias hay que disolver la iconografía paterna que ahoga. He aquí una forma posible de leer La sombra: el hijo se emancipa (cinematográficamente) del padre a través del sonido y afirmando en él su propia voz en un doble sentido del término: la voz física y en off del director que aquí cuenta con una importancia absoluta, ya que la voz es la expresión sin imagen de su propia identidad.

(Se puede ver aquí)

Este texto fue publicado en el diario La voz del interior en otra versión durante el mes de enero 2016

Roger Koza / Copyleft 2016

Crítica sobre La sombra (RK): leer aquí

Crítica de Marcela Gamberini: leer aquí.

Entrevista con Javier Olivera: leer aquí