CINECLUBES DE CÓRDOBA (73): DE TRENES Y ROSTROS

CINECLUBES DE CÓRDOBA (73): DE TRENES Y ROSTROS

por - Cineclubes de Córdoba, Críticas breves
29 Jun, 2015 07:07 | comentarios
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La pasión de Juana de Arco

Por Roger Koza

Un personaje singular que trasciende su tiempo y su lugar: Juana de Arco, la joven que a los 19 años fue enviada a la hoguera por herejía, el 30 de mayo de 1431. Más allá del escándalo teológico (“¡Están quemando a una santa!”, exclama un personaje en la versión de Carl Theodor Dreyer), la joven nacida en Dómremy nunca dejó de ser también un sujeto político.

Las versiones llevadas al cine son muchas, y los programadores del Cineclub La Quimera han tenido la feliz idea de reunir algunas versiones que exhibirán a lo largo de un mes. Tras la monumental versión de Jacques Rivette que ya han pasado, esta semana proyectarán La pasión de Juana de Arco (1928), de Dreyer, probablemente la visión más extraordinaria que se haya filmado jamás sobre esta presunta santa que luchó por su país defendiendo el reinado de Carlos VII en contra de los ingleses. El misticismo castrense de la joven sigue siendo una paradoja, y reducir su fanatismo vertical a una descomposición bioquímica de su cerebro es una táctica secular bastante mezquina. Cada película refuta esa vía de interpretación.

El maestro danés se circunscribe a las actas del juicio y a la ejecución. La interpretación de Renée Falconetti, primera y última vez protagonista de un filme, es del orden de lo alucinatorio. A la contienda discursiva entre clérigos y acusada, conducida por la premura de que confiese el origen de su inspiración como diabólica y no divina, Dreyer inventa una batalla paralela a partir de primeros planos de los rostros (a menudo en contrapicados enrarecidos) y extraordinarias variaciones expresivas faciales en las que la vileza, la compasión, la desesperación, la beatitud, la perversión y el delirio se evidencian por un sistema de signos aplicados mediante muecas. Un ejemplo: la infinita benevolencia del religioso interpretado por Antonin Artaud es tan ostensible como las caras de las mujeres que contemplan entristecidas la quema de una mujer. Por otro lado, la revuelta final de los presentes en la ejecución revela una indignación no exenta de un matiz político. Es el pueblo frente a los poderosos.

Como ya había sucedido en Vampyr, Dreyer lleva la gramática del cine silente a una zona de excelencia que sigue siendo hoy insuperable. Los auténticos efectos especiales del cine estriban siempre en saber trabajar sobre la puesta en escena. He aquí una prueba contundente que vencerá a los incrédulos de cualquier época. (Jueves 2, Cineclub La Quimera, Pje. Escutti 915 esq. F. Rivera. Bª Güemes)

Más allá de o Walkabout, obra maestra imperfecta, valga la paradoja, del realizador inglés Nicolas Roeg transcurre íntegramente en el desierto australiano, o, más precisamente en el territorio de los nativos de aquellas tierras quienes viven todavía en el tiempo del sueño. Cuando un niño y su hermana mayor se ven obligados a vagar por lo inhóspito del desierto, un joven aborigen (el maravilloso David Gulpilil) será quien los protege en una travesía no exenta de amenazas naturales y de aprendizajes culturales. Roeg utiliza el encuentro de dos culturas radicalmente opuestas para meditar sobre las diferencias y semejanzas entre la vida moderna y la vida “primitiva”, aunque más allá del apunte sociológico el poder de este cuento intercultural yace en demostrar el misterio habitualmente no percibido de la comunicación humana. Hipnótica y atmosférica, Más allá de o Walkabout remite a ciertos pasajes míticos de La noche del cazador, y bien anticipa el cine de Mallick, en especial Días de gloria, La delgada línea roja y El nuevo mundo; un film único, de esos que no se olvidan, pues aquello que recuerda uno de los personajes en la última escena de la película es precisamente lo que ocurrirá con el espectador. Sí, una película-experiencia, una película cuyo impacto atraviesa el orden simbólico hasta alcanzar lo más primitivo de nuestra especie. (Hoy, 20.30h, Turno Noche: La hora de la cinefilia, Bv. San Juan 49)

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La dama desaparece

El cine en los rieles

Hermoso ciclo: “Trenes rigurosamente filmados”. Una primera afirmación: el cine comenzó con los trenes (y también con las fábricas). Desde los Lumière en adelante, nunca ha dejado de haber películas de trenes. Algunas son formidables, y en este ciclo organizado por los críticos Alejandro Cozza y Martín Álvarez se trata de poner el foco en algunos títulos sobresalientes en la materia.

La primera película elegida es un clásico del espionaje, y lleva la firma de Alfred Hitchcock. La dama desaparece (1938) incorpora el espíritu de época (la amenaza nazi) en clave de suspenso, comedia y psicoanálisis. Tras la demorada salida de un tren que va de Italia a Inglaterra debido a una avalancha, el expreso partirá a destino con varios personajes magistralmente presentados por Hitchcock durante la espera en un hotel en las montañas, gran momento lúdico del filme. La famosa mujer del título, la señora Froy, no estará más entre los pasajeros después de unas horas, y solamente Iris, una joven que había mantenido una amable conversación con la desaparecida, insistirá sobre su ausencia en plena travesía. Hithcock aprovecha un golpe en la cabeza de su heroína para trabajar sobre la materialización visual de los efectos perceptivos y psíquicos de la protagonista, mímesis de estados de conciencia típicos en sus películas. Los fundidos empleados para denotar la confusión perceptiva de su personaje son tan elementales como notables. (Sábado 4, a las 19 h, en Pasión de los fuertes, Bv. San Juan 49)

El maquinista de La general (1927) bien podría haber sido parte del ciclo aludido más arriba. La película más famosa de Buster Keaton no es necesariamente su mejor filme, pero es sin duda uno de los más divertidos de su carrera. Keaton es aquí un ingeniero, cuyo amor por su locomotora es del mismo calibre del que tiene por su prometida. En plena Guerra Civil estadounidense habrá un llamado a la guerra, y a pesar de sus intentos de enlistarse en el ejército, el joven pretendiente fallará en convertirse en soldado. Decepción ante su futura esposa, pero por razones azarosas, el ingeniero se convertirá tardíamente en un héroe, cuando vaya al rescate no solamente de su prometida sino de su propia locomotora secuestrada por los enemigos del norte. Los gags físicos son aquí mecánicos, porque son las locomotoras los vehículos de equívocos y enredos cómicos. La genialidad consiste en cómo las máquinas se vuelven parte de la comedia, casi como si fueran intérpretes. A su vez, algunos planos generales y algunas panorámicas para representar la batalla entre los soldados del norte y el sur son notables, tan precisos en los detalles como en sus coreografías de conjunto. (Hoy, a las 19h, en Cineclub Juan Oliva, Av. Poeta Lugones 401)

Este artículo fue publicado en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de junio 2015

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