CINECLUBES DE CÓRDOBA (40): RETRATOS EN MOVIMIENTO

CINECLUBES DE CÓRDOBA (40): RETRATOS EN MOVIMIENTO

por - Cineclubes, Críticas, Críticas breves
28 Jul, 2014 06:59 | 1 comentario
Ford

Pasión de los fuertes

por Roger Koza

Estamos frente a una encrucijada: algunas películas acumulan espectadores y encuentran en la cantidad un presunto argumento irrebatible para reclamar en su aceptación masiva el status de representar el gusto de la gran mayoría. ¿Qué entendemos hoy por cultura popular?

La película Ramón Ayala, del gran fotógrafo Marcos López, ahora devenido en cineasta, es una muy buena respuesta para establecer una distinción: la expresión artística de una sensibilidad popular recaería en una forma de transmitir una experiencia tan particular como universal, en ocasiones asociada a un lugar, que ni los ricos ni los pobres podrían dejar de valorar, debido a que reúne elementos suficientes para la edificación y el bienestar de cualquier persona abierta a una obra de esas características. La deliberada abstracción del enunciado es una forma de conceptualizar la hermosura notable de las melodías y las rimas del músico misionero Ramón Ayala, quien no solamente sabe expresar los colores de Misiones en tonos musicales, sino que además puede incluso pintar esos paisajes con una vivacidad ostensible. Ayala es un artista múltiple: canta, compone, pinta, incluso cuando habla parece un filósofo capaz de formular silogismos telúricos con la elegancia de un Diógenes.

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Ramón Ayala

López simplemente se limita a seguir a su personaje. A veces el escenario es Misiones, en otras ocasiones Buenos Aires y en cierto momento Cosquín, pero donde sea que esté López deja que Ayala hable y cante mientras inteligentemente incorpora testimonios en forma de contrapuntos, que describen y contextualizan la música del artista por vías diferentes: Liliana Herrera y Juan Falú, por ejemplo, explicitan la genialidad del músico y explican la singularidad de la obra de Ayala, aunque la mejor síntesis del significado de esa obra se llega a ver en plenitud cuando un vendedor callejero de discos compactos nacido en Misiones habla sobre ella. Todos los encuadres son notables, como se puede esperar de un fotógrafo excepcional, planos excelsos que encuentran un ritmo perfecto en el montaje a cargo de Andrea Kleinman. (Del jueves 31 de julio al domingo 3 de agosto, en el Hugo del Carril, Bv. San Juan 49)

El sabor de la India

Amor a la carta, la ópera prima de Ritesh Batra, también podría considerarse una película popular. La simpleza de su relato, la simpatía de sus personajes y el retrato preciso de la vida contemporánea en la India son elementos suficientes para que cualquier persona pueda ver este filme acerca de la soledad en una metrópolis como Mumbai y el nacimiento potencial de un romance entre desconocidos a partir de un intercambio epistolar. Esto es lo que sucede entre una joven ama de casa y un administrativo que está a punto de jubilarse, quienes llegan a conocerse a partir de un error en la entrega de la vianda que todos los días la mujer envía a su esposo.

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Amor a la carta

Algunas decisiones de puesta en escena demuestran la perspicacia de Batra, por ejemplo, el hecho de dejar en fuera de campo a un personaje secundario como el de la tía, fundamental en la película. Más allá de ciertas concesiones, la fuerza del filme de Batra pasa por saber cómo administrar el suspenso emocional: ¿cuándo y cómo se conocerán los amantes? (Del jueves 31 de julio al domingo 3 de agosto, en el Cine Teatro Córdoba, 27 de abril 275)

Ford siempre brilla

Una película perfecta sobre una figura que el cine ha retratado en varias ocasiones, tanto en el pasado como recientemente: Wyatt Earp (aquí soberbiamente encarnado por Henry Fonda). En Pasión de los fuertes, un western de 1946, cuyas panorámicas y “noches americanas” persistirán en el recuerdo del espectador debido a su belleza absoluta, Ford es capaz de citar magistralmente el famoso monólogo de Hamlet en torno a la cuestión del ser en un filme signado simbólicamente por la muerte. Si Shakespeare en el Oeste funciona es porque Ford consigue que ese texto contextualice tanto las consecuencias de las distintas acciones perpetradas por una familia de pistoleros bestiales que desprecian la ley, como el surgimiento de una amistad hermosa (y emocionalmente compleja) entre Earp y el legendario Doc Holliday (extraordinaria labor de Victor Mature). En cada escena sucede algo digno de ser apreciado como una conquista del director frente a su material, pero el tiroteo final es inolvidable: la secuencia no solamente alcanza un grado abstracto y poético en su consecución, sino que además se demuestra cómo un gesto mínimo y veloz de Fonda sirve para despedir a un personaje que ha partido a esa tierra desconocida de la que nadie ha regresado jamás. (Miércoles 30 de julio, en Cinéfilo Bar, Bv. San Juan 1020, a las 21hs)

Este artículo fue publicado en el diario La voz del interior durante el mes de julio 2014

Roger Koza / Copyleft 2014