CINECLUBES DE CÓRDOBA (31): LO BELLO Y LO TRISTE

CINECLUBES DE CÓRDOBA (31): LO BELLO Y LO TRISTE

por - Cineclubes de Córdoba, Críticas
26 May, 2014 09:03 | comentarios
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Quizás la belleza reforzó nuestra resolución: Masao Adachi

Por Roger Koza

Ni en Cannes se puede ver un filme como Quizás la belleza reforzó nuestra resolución: Masao Adachi (2011), de Philippe Grandrieux, que se exhibirá el próximo jueves 29 a las 20.30hs en el Teatro La Luna (Pje. Escuti esq. F. Rivera), sede central del cineclub La Quimera.

Retrato magistral a cargo de un director francés que no habla japonés sobre un director japonés que no habla francés. El objeto del retrato es Masao Adachi, un cineasta iconoclasta que no solamente revolucionó el cine moderno de su país, junto con Nagisa Oshima y Koji Wakamatsu, sino que concibió el cine como un arma para la revolución. Eran otros tiempos: como en varios lugares del planeta durante las décadas del ’60 y ’70 del siglo pasado, también en Japón el cine conoció una radicalización política.

Adachi se sumó a la lucha del Frente de Liberación Palestina en Líbano, pero su cine no solamente estuvo al servicio de un ideal revolucionario y emancipatorio; en cierta medida, el tema que atraviesa tanto su período pre-político como el período signado por la política es el deseo.

El título del documental de Grandrieux proviene de una sentencia que un soldado palestino pronuncia en el frente de batalla en una secuencia de Prisionero / Terrorista (2006), la última película que Adachi rodó. El retrato arranca en una plaza al atardecer. El cineasta y una niña juegan mientras la voz grave de Adachi comanda las imágenes. Lo que dice es su credo como cineasta, ideas que no se restringen al fervor dialéctico y son de una generosidad y versatilidad increíbles. En Adachi, el cine se relaciona con la filosofía, la sociología, la biología: es una forma de saber.

A veces hay algunas intervenciones en off de Grandrieux. El diálogo que se va construyendo entre los dos cineastas sigue una forma más poética que argumentativa. Algunos momentos son hermosos, en especial cuando Adachi camina por Tokio de noche o Grandrieux deja un par de planos de cerezos en flor durante un largo parlamento de su protagonista. Se trata, en última instancia, de una gran clase magistral de cine de alguien que está de vuelta de todo. Adachi es lo más parecido a un sabio y a un samurái de izquierda; su pretérita furia frente a la injusticia del mundo no lo privó de encontrar en su vejez un temple sereno y menos combativo, aunque nunca conformista. Escucharlo y verlo es un placer inmenso.

La tristeza y el poder

La mirada del hijo, del rumano Calin Peter Netzer, ganadora del Oso de Oro en Berlín 2013, pasó sin pena ni gloria por una sala comercial de la ciudad. Es una película fascinante para entender cómo funciona el poder y cómo la pertenencia de clase es decisiva frente a la justicia.

Por teléfono, una madre se entera de que su hijo ha matado a alguien en un accidente de tránsito. La película se centra en cómo intentará evitar, gracias a su posición social y económica, que su hijo termine preso.

Gran película sobre la desolación y el poder. Netzer incluye una escena en la que un testigo y la madre negocian la declaración. Es escalofriante la frialdad de la conversación y la racionalidad que organiza simbólicamente ese encuentro. El desenlace es conmovedor, y una lección metodológica: filmar la tristeza de una pérdida no es sencillo; menos aún, el encuentro entre quienes sufren por una pérdida y quienes no saben cómo purgar sus culpas; y si ese encuentro implica diferencias de clase, la complejidad es altísima. La mirada del hijo demuestra estar a la altura de las circunstancias. Su humanismo seco no esconde los límites de las buenas intenciones. (Cine Teatro Córdoba, 27 de Abril 275, del jueves 29 al domingo 1)

Roger Koza / Copyleft 2014