CINECLUBES DE CÓRDOBA (106): ANATOMÍA DEL HORROR

CINECLUBES DE CÓRDOBA (106): ANATOMÍA DEL HORROR

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28 Sep, 2016 03:55 | 1 comentario
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Habeas corpus

Por Roger Koza

A pesar de que unos años atrás el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires en su octava edición le brindó una retrospectiva y que más tarde el Festival Astérico de la misma ciudad volvió sobre su figura, Jorge Acha y su obra (cinematográfica) sigue siendo desconocida para el gran público. Pintor, escritor y cineasta, entre otras cosas, este artista que amó obsesivamente el mar y que murió demasiado temprano, cuando tenía 50 años, dejó algunos cortos y tres largometrajes notables: Habeas corpus (1986), Standard (1989) y Mbrucuyá (1992). ¿En dónde verlos?

Debido a que cada vez menos se editan películas en DVD (y mucho menos en Bluray) en el país, muchas películas, en la presunta era digital de la accesibilidad total, son de difícil acceso. Es cierto que a veces están en internet, aunque no siempre en una calidad aceptable. Por eso, cuando surge milagrosamente la posibilidad de ver ciertas películas en una pantalla, la cita es ineludible. Una bienvenida digitalización de las tres películas del director permite que La Quimera, el cineclub más “veterano” de la ciudad, vuelva a sorprender a los cinéfilos con un material de un valor incalculable. La semana pasada se proyectó Standard; mañana se verá la magistral Habeas corpus; el jueves 6, Mbrucuyá.

El contexto en fuera de campo del primer largometraje de Acha, Habeas Corpus, es la primera visita del papa Juan Pablo II a la Argentina durante la última dictadura cívico-militar. Al pontífice no se lo ve, pero sí se lo oye. Sucede que el guardia de un centro de detención clandestina, mientras devora su pizza de anchoas, tiene prendida la radio, en la que se transmiten los distintos oficios que el máximo representante de Dios en la Tierra le dedica a sus feligreses; entre los presentes están las máximas autoridades castrenses. Los sonidos de la fe contrastan con las imágenes del claustro del horror. En una celda reside un hombre desnudo, en el que se intuye un destino no tan disímil al suplicio que se le propinara siglos atrás al Hijo de Dios. Los castigos se presienten, es decir que tampoco se ven, pero el cuerpo está sometido a la voluntad del guardia.

Ostensiblemente influenciada por Un chant d’ amour, de Jean Genet, en el que un reo se erotiza en su celda mientras un guardia lo espía y castiga, la misma interacción se establece en Habeas Corpus entre el represor y el detenido, aunque el erotismo se desplaza y desvía a la fascinación que tiene el primero por los cuerpos de los fisiculturistas que no deja de ver con fruición en la revista Apolo, publicación especializada en esa disciplina, sin trasladar por eso su deseo hacia el segundo; al mismo tiempo, el detenido conjura la desgracia de su cautiverio evocando momentos de felicidad con otro hombre en los médanos de alguna playa argentina. El contraste es simbólico y programático, y también define la poética de la película.

En efecto, Acha trabaja sus planos visuales y sonoros por choques dialécticos: la figura del cuerpo anabólico de los deportistas, donde la sensualidad se comprime y se niega, en oposición al cuerpo de los amantes homosexuales, poseedor de una hermosura vital que prescinde de la exaltación hiperbólica de la musculatura; la grisácea luz de Buenos Aires es asimismo la contracara de la radiante luminosidad del mar donde juegan los hombres. De ese modo, el montaje antitético prodiga sentidos múltiples a un filme que es claramente el de un pintor que se siente además cercano a la sugerencia poética; la evocación no es una argumentación directa, pero no deja de ser una organización de signos que enuncia algo y propone un sentido.

Pocos filmes son tan fieles a su título y consiguen denotar la fuerza semántica que se quiere sintetizar. La institución jurídica a la que se alude se ve de principio a fin, del mismo modo que se contempla, casi microscópicamente, la superficie del cuerpo como una extensión física del placer y también como una extensión de castigos.

(Jueves 29, a las 20 h, en el Cineclub La Quimera, Pasaje Escutti y Fructuoso Rivera)

Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de septiembre de 2016

Roger Koza / Copyleft 2016