CASA TOMADA: PARASITE TOMA HOLLYWOOD

CASA TOMADA: PARASITE TOMA HOLLYWOOD

por - Ensayos
13 Feb, 2020 11:52 | 1 comentario
Algunas ideas sobre el presunto triunfo del cine coreano en el corazón de Hollywood

Ningún extranjero había ganado antes un Oscar en las categorías de guión, dirección y película, pero acaso lo más absurdo (lo que demuestra hasta qué punto Hollywood se rinde a los pies de sus amores locos o sus reglas) es que Parasite haya ganado a la vez en las categorías de película y película extranjera. ¿Cuál de los dos premios es una repetición? Sospecho que –contra el sentido común– es el de película extranjera el que sobra (y que bien podría haber ganado Dolor y gloria, una película orgullosamente europea). Acaso Parasite–que hasta entre nosotros se estrenó con su título inglés– sea la película que viene a dar cuenta de una nueva etapa de la industria cultural del cine, rendida finalmente a lo glocal (acrónimo formado a partir de la mixtura entre “global” y “local”).

Parasite ya venía de ganar el festival de Cannes (y para encontrar otra película que haya obtenido el premio mayor en ambos certámenes hay que ir a las enciclopedias a  buscar la olvidada Marty, una película puramente norteamericana), pero el festival francés quiso desde su origen representar el internacionalismo que el cine asumió como destino desde las vanguardias, y que encuentra su deriva clásica en el emocionado saludo de Bong Joon ho a Scorsese, cuyas películas dijo haber estudiado en la escuela de cine. He ahí la doble filiación de este cine contemporáneo: las escuelas y los festivales, espacios donde se suele construir una mirada pulida, sin asperezas ni sobresaltos. Así, cada alumno aventajado (y Bong lo es tanto como alguna vez lo fue Scorsese, aunque este hizo el camino inverso, del salvajismo de los 70 al silence de su estilo tardío) parece hacer el mismo camino sin demasiadas disrupciones. Más bien vencen los que perseveran, aunque para ellos deban mezclar a su método algo de locura (algo de lo que Joker, la gran perdedora local de la noche, presume pero carece). La destreza de Bong Joon ho es mixturar la rigurosidad de la puesta en escena con un uso festivo y desviado de los géneros.

¿Pero por qué entre todas sus películas esta?  Se dirá que por la gravedad de su tema, aunque sea un tópico es tan viejo como La règle du jeu, o –para traerlo hasta nosotros– Babilonia –previa a Renoir–, y mucho más cerca Buena vida deliver yo Los dueños, sendas reversiones de la “casa tomada” de Cortázar, es decir, la soterrada lucha de clases (en mood peronista, claro). Acaso debamos preguntar, antes bien, ¿por qué ahora?, aunque podría decirse que desde hace años se viene preparando esta admisión, en todo sentido. Hollywood viene persiguiendo la “corrección política” desde mucho antes de Green Book o The Shape of Water, y en ese sentido acaso deba verse este gran premio como otro jalón en ese humanismo liberal más que a un reconocimiento de su culpa de clase. Tal vez sea otro modo de abrir las puertas de su casa, con la misma dudosa “ingenuidad” que Parasite supone en sus ricos amos.

Algunos (incluidos críticos locales que hablan de “vergüenza” y no la tienen) expresaron su extrañeza por el “antinorteamericanismo” de la Academia (de los últimos diez Oscar a Mejor Director,solo uno fue para un estadounidense en toda la regla), olvidando que Hollywood fue levantado por inmigrantes, y el clasicismo construido con los exilados europeos. Claro que al menos eran blancos. Y hasta los mexicanos son hoy  parte del paisaje, vecinos y sirvientes (hasta en film propios como Roma) al fin y al cabo. Pero (recordando que los norteamericanos pelearon más en Asia que en Europa) no es de extrañar que un presentador televisivo haya tuiteado “esta gente es la destrucción de America” al escuchar los agradecimientos en coreano. Hasta John Wayne debe revolcarse en su tumba, si lo juzgamos por su defensa de la supremacía blanca (“porque es lo responsable hasta que los negros estén educados”, como dijo en una entrevista de Playboy de 1971 que se hizo viral mientras Parasite se alzaba con sus cuatro oscars, despertando las iras de quienes seguramente no hayan visto Back to Bataan o The Green Berets).

Pero no se trata (solo) de la vieja culpa de guerra que vuelve (aunque difícilmente llegará hasta Vietnam, al menos hasta que Cannes descubra que ahí hay un cine por premiar). Tampoco puede explicarse del todo con que Corea del Norte sea ridiculizada en Parasite (ya sabemos que el comunismo no es una opción). La geopolítica es también estética, para decirlo en términos de Jameson. Y el cine coreano es, para volver al principio, un cine que dialoga con el norteamericano de modo menos dramático que el japonés, atenazado entre la fascinación y la resignción por ese occidentalismo (auto)impuesto. Aquí hay fervor transnacional, y también un puente generacional. No hay hijos sino nietos de la guerra. Por eso Bong puede abrazarse a Taantino: su patria es el cine.

En ese sentido, desde la supremacía capitalista podría verse en la película una aceptación final del orden de las cosas. Los pobres huelen mal (o los ricos huelen diferente), y así esta película puede ser también leída desde el local antiperonismo (es decir, como una fábula sobre “odio entre clases, engaño y mentiras”, como dijo un alma blanca sin ironías). Finalmente, todos son víctimas del odio de clase (no solo los pobres que luchan entre ellos, sino los ricos que no pueden evitar tener una nariz sensible y pagan por eso). Y todos quieren la misma casa, es decir, la misma cosa. Porque como sabemos no hay nada fuera del capitalismo. Ni siquiera el deseo, como sugiere en tuiter un director local que cree “posible y deseable un capitalismo con conciencia social, criterio humanista y que le de valor a la libertad” (puestos a desear, no es posible desear otra cosaque sea tan posible –o imposible– como eso que hasta aquí no tuvo ni conciencia ni criterio ni verdadera libertad).

Mientras tanto, en un gif que lo eterniza en un gesto distraído y buscado, Bong sonríe de espaldas mientras mira y sopesa su Oscar, como si estuviera en una escena de una película suya. Su próximo paso ya era convertir a Parasite en una serie para Netflix. Vaya uno a saber qué de depara el destino ahora. Tal vez (como si hiciera realidad la ensoñación final de su protagonista), va a poder tener su casa soñada en las colinas de Hollywood.


Fotos y fotogramas: 1) Bong en la ceremonia del Óscar; 2) Parasite.

Nicolás Prividera / Copyleft 2020