CASA DEL TEATRO

CASA DEL TEATRO

por - Críticas
24 Oct, 2018 07:11 | Sin comentarios
El segundo film de Rosselli vuelve sobre personajes que habitan en los márgenes.

EL OLVIDADO

“Se adivina con mirarte, que no te han querido bien” es una línea del gran tango La última con letra de Julio Camilloni que de algún modo sintetiza Casa del Teatro. Un libreta que es una especie de índice telefónico, un teléfono de línea de esos con cable, unos anteojos a los que le falta una patilla y un hombre que llama una y otra vez a un número con el que no consigue comunicarse. La Historia se intersecta con la historia de ese hombre y precisamente en ese espacio de intersección aparecen esos elementos de un pasado no tan remoto pero si, lamentablemente olvidado.

La falta es el germen de la película, esa patilla que falta del anteojo de Oscar –el protagonista de este documental que coquetea con la ficción (como en los mejores documentales) – refleja una falta íntima, personal, dolorosa; la falta del hijo se conjuga con la falta de memoria, esa que ese hombre fue perdiendo a lo largo de los años. El hijo es la memoria perdida y a la vez esa memoria fue debilitándose por la ausencia del hijo.

Casa del teatro, Argentina, 2018

Escrita y dirigida por Hernán Rosselli. 

Sobre el comienzo de Casa del teatro Hernán Rosselli, que nos tiene acostumbrados a ese realismo un poco sucio, un poco traidor pero a la vez demasiado “real” que mostraba en Mauro su opera prima, repite acá ese modo de situar la cámara logrando captar la esencia de lo real. Ese “real” para Rosselli se tiñe de destrucción, de edificios añejos, descuidados, de mezcla de cosas, de desmesura y sobre todo de contraluces. Esa Casa del teatro que es un edificio histórico que reúne actores, actrices, cantantes de otro tiempo es una suerte de residencia para adultos mayores que conviven con una pasión en común; la actuación, el canto, los recuerdos, la memoria. Y a esa casa Rosselli la dibuja sobre todo en sus pasillos, lugar de conexión, lugar de paso. Tal vez como esos actores y actrices que como todos los otros mortales, solo estamos de paso por la vida, conectando a veces con algunas cosas y desconectando con otras. Pasillos donde se encuentran, donde se limpia, donde se pasa, donde se pierde un perrito; es una zona de tránsito permanente.

Rosselli se aferra a su cámara e intenta retratar a sus personajes sin molestarlos, sin que el dispositivo se note apelando a la fluidez (o no) de su protagonista, observándolos de cerca; un hombre que busca su memoria y a la vez busca a su hijo. Un hombre que olvida, que tarda en responder las preguntas de los médicos, que aparece fuera de campo en muchas oportunidades, como si su memoria o su olvido lo mantuvieran alejado un poco de la escena. El fuera de campo y el contraluz son las materias primas de Casa del teatro  justamente porque colaboran con los motivos centrales de la película. Aquello que no está porque se lo olvidó, aquello que no se ve, aquello que no se percibe, aquello que aparece como desdibujado por los laberintos a los que los mecanismos de la memoria nos enfrentan. Esos claroscuros no son otra cosa que una zona de intersección (recurrente esta zona en la película) entre la luz y la oscuridad, entre el olvido y la memoria, entre la presencia y la ausencia.

Casa del teatro con sus derivas de la historia también muestra las derivas de la gran historia, de un país que olvida a sus actores, a sus edificios, a su memoria. También esos personajes de alguna manera son un poco esos héroes que defienden la tradición que un país olvida: cantan tango y otras canciones populares, se aferran a esa historia que Rosselli muestra a partir de imágenes de archivo. Ellos, los olvidados, recuperan una tradición que forma parte de la cultura popular de un país que tiende a olvidar con rapidez y desdeñosamente.

Como en el tango, atemporal y nebuloso, nostálgico y pasional, Casa del teatro se conforma junto con sus personajes como un espacio de resistencia no solo cultural, sino social e histórica donde conviven los hombres con esas mesitas repletas de remedios, fotos, hijos perdidos, simpáticos perritos, búsquedas por internet, comentarios políticos fuertes y relevantes. Rosselli apuesta una vez más a la resistencia como uno de los modos más peligrosos y más interesantes de habitar este mundo.

Marcela Gamberini / Copyleft 2018