CARTAS CANINAS (4)

CARTAS CANINAS (4)

por - Festivales
18 May, 2008 01:55 | comentarios

FESTIVAL DE CANNES 2008

Estimados amigos, cinéfilos y lectores:

No soporto la frivolidad, no me gusta. Cannes tiene su cuota banal, un cholulismo VIP rancio, que incluye una fiestas boludas, caras, muy caras, que entiendo forma parte del cine pero que personalmente me importa un carajo. Sí, un carajo. Ningún eufemismo.

Así, como hace dos años, cuando participé por primera vez en Cannes, experimenté hoy el núcleo paradójico este festival: su glamour y su riesgo, su presunto amor al cine y su desprecio difuminado que asoman en decisiones menores pero significativas. Por ejemplo, que haya una sola pasada de 24 city, de Jia Zhang-ke, mientras que Allen, ahora con su film «catalinizado», su Scarlett y su Penélope Cruz, lleguen como deidades a resplandecer y consagrar la alfombra roja, la misma que horas atrás Zhang Tao y Jia Zhang-ke también habían pisado.

A los 10 minutos de 24 City, unas 30 personas ya se habían retirado de la sala, fenómeno cuya duración fue pareja durante los 100 minutos que dura esta nueva meditación sobre la vida entre escombros. Supongo que en un futuro lejano, quienes quieran entender las transformaciones económicas y sociales de China habrán de encontrar en el cine de Jia una arqueología precisa sobre cómo el espacio arquitectónico es una extensión política y expresión de un sistema general de organización de la materia. Es decir, de cómo se produce, se vive, se desea, de ello se predica cómo se habita. Es la vieja fórmula heideggeriana: construir, habitar, pensar, tres conceptos concatenados de lo que se predica nuestro modo de estar en el mundo y que bien se aplica al cine de Jia, aunque el pensar aquí es filmar.

Es una película fascinante, precisa, no siempre pareja en su contundencia, aunque siempre focalizada en su cometido: mostrar cómo la historia social, expresada aquí arquitectura, atraviesa la subjetividad y la constituye. El espacio elegido es una fábrica paradigmática de la economía planificada conocida como la 420, a punto de convertirse en 24 city, nombre que proviene de un viejo poema y que evidencia una gran ironía, pues se trata de un nuevo concepto de urbanismo característico de una economía de mercado.

Utilizando un método similar al de Couthino en Juego de escena, pero no circunscripto a un espacio cerrado, Jia entremezcla entrevistas de viejos obreros e hijos de éstos, sin apelar jamás a material de archivo, con otros interviews a tres actrices reconocidas, que interpretan a su vez a personajes también ligados a la fábrica. Esa conjunción entre ficción y documental, intercalados con poemas tradicionales de la China y poemas de Yeats, además de ciertas panorámicas extraordinarias de la fábrica y la cuidad en la que está ubicada, Chengdu, que se combinan con planos medios de quienes en sus palabras reconstruyen la memoria histórica, hacen de 24 city un film de accesos múltiples. El inicio y el epílogo son conmovedores: un obrero recordando su pretérita vida, y al jefe de su sección, a quien visita luego en un hospital, ambos envejecidos, secuencia que remite al escena de El mundo en donde Hermanita muere en el hospital. Al final, su actriz predilecta, Zhang Tao, quien interpreta una mujer moderna pero hija de obreros, se confiesa como una mujer de otra época. Es ella la prueba de un nuevo sujeto histórico. Su rostro es el fondo de un paisaje.  

En la conferencia de prensa muchos periodistas insistían en el reciente y lamentable terremoto acaecido en la China. Efectivamente, las catástrofes naturales producen víctimas que mueren entre los escombros. La realidad es que Jia está preocupado por otro tipo de catástrofes, que también tiene sus víctimas y sus escombros, pero que el ojo no puede detener en una imagen quieta el deterioro, la transformación, el devenir. Jia, precisamente, filma procesos históricos; sus planos constituyen una evidencia. Así, el plano panorámico final es el resultado de un proceso de 60 años: la ciudad de Chengdu es puro presente; su fábrica ha desaparecido; no solamente mueren las especies; también se extinguen estilos de vidas completos. Si no se ven tales procesos, los resultados se deshistorizan. El cine de Jia está justo a tiempo. Es testigo.

Cztery noce z Anną

Tras otro día pobre en el Market, el cierre fue con el film que abrió Una Cierta Mirada: Cuatro noches con Ana, del viejo polaco Skolimowski, que tras su paso como actor en el último film de Cronenberg, Promesa del Este, indirectamente devela por qué el realizador de Spider lo convocó para su última película. Viendo Cuatro noches con Ana uno puede teoriza y decir que Cronenberg hizo un film skolimowskiano, y muchos no lo sabíamos. En efecto, esta historia de un hombre que ama a su vecina, pero que no habla con ella sino la espía y la cuida, posee los climas del film citado, aunque forma parte de una tradición anacrónica del cine del Este.

Cuatro noches con Ana es una lección de cine, de puesta en escena: los actores hablarán 30 líneas, el resto se predica de sus imágenes. Ya no se hacen este tipo de películas. Por eso, un colega de Münich, casi con desprecio, señalaba lo inactual de aquella película. No sabía que la puesta en escena no depende del tiempo, pero que sin ella, o desconociéndola, se puede o no develar mejor nuestro tiempo.

Fotos: 1) Jia y compañía en la alfombra roja; 2) fotograma de 24 City; 3) fotograma de Cuatro noches con Ana.

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