CARTAS CANINAS (10)

CARTAS CANINAS (10)

por - Festivales
24 May, 2008 01:22 | comentarios

por Roger Alan Koza

FESTIVAL DE CANNES 2008

Estimados amigos, cinéfilos y lectores:

Con este reporte-misiva escribiré próximamente tres más, y luego, pasado unos dos días, subiré una bellísima nota de Nicolás Prividera sobre Godard.

Escribí sobre Che a ciegas, sin saber qué se había escrito sobre el film en otros lugares. Me había llegado algunos comentarios aislados y escuché, a un crítico muy conocido, veterano y poderoso, despotricar contra el film. Recién acabo de leer lo que dijo Jim Hoberman, y la verdad es que me pareció que existe cierta similitud entre lo que él dice y lo que he intentado de expresar sobre la película de Sodenbergh. Siempre que escribo sobre un film intento entender qué tipo de conversaciones se han generado en torno a él, y ver entonces cómo antes y después de verlo, estoy yo posicionado. Dada las circunstancias particulares de estar trabajando en Cannes, viendo entre 4 a 6 películas, pasando por los stands de las productoras para convencer de que un film X vaya a parar a Hamburgo, no he tenido tiempo de ver qué se dice y se escribe.

Nada de lo que vi en el Market por compromisos laborales vale la pena para que me ponga a escribir, pero hoy tenía dos film asignados que sí me interesaban, sobre todo el de Ferrara. Hace un año y medio atrás, leí el libro Abel Ferrara de Nicole Brenez, uno de los grandes libros jamás escrito sobre un director de cine. Brenez tematiza a Ferrara como si éste fuera un contemporáneo de Hegel, Nietzsche y Heidegger, es decir un pensador, un creador de conceptos pero en forma de imágenes. Es un libro excesivo, demandante, bello, magistralmente multidisciplinario, único.

 

Cuando Ferrara apareció en la sala estaba más que entonado; se lo veía feliz, desbordado y con buena onda. Dennis Hopper lo acompañaba y otros actores menos conocidos y sus productores. La sala estaba llena. El film, un documental sobre el mítico Hotel Chelsea de New York, lugar en donde vivieron desde Milos Forman a Sid Vicious, de Thomas Wolfe a Ethan Hawke. Es una película visceral y rockera, y en un primer momento puede pasar desapercibido su enorme potencial filosófico.

Chelsea on the rocks puede ser leída como un continuación de Go go tales, la maravillosa y lúdica película de Ferrara que se vio en el último BAFICI sobre un cabaret a punto de cerrar, lo que implica la disolución de una comunidad de excéntricos en la que impera un imprecisa pero robusta experiencia solidaria. De alguno modo, el Hotel Chelsea es una especie de trasposición del night club de su film precedente, con la diferencia de que aquí se trata de un documental heterodoxo que a veces sí utiliza procedimientos del cine de ficción para representar algunos sucesos que tuvieron lugar en la larga historia del hotel.

El problema en ambas películas es el mismo: la amenaza de que un experimento humano desaparezca, y en este caso, incluye una traición al espíritu con el que se dirigió el hotel. El héroe en cuestión es Stanley Bard, quien administró el hotel por 45 años, y que a fines del 2007 dejara de tenerlo a su cargo. Lo que le preocupa a Ferrara es la pérdida de una experiencia colectiva y estética, la extinción de un modelo de subjetividad desmarcada de la burguesía como paradigma. No es un tema ajeno a Cannes 2008: 24 city, en parte, explora el mismo tópico pero en otras coordenas simbólicas y en otro contexto histórico y político.

Chelsea on the rocks es una película libertaria y divertida, en la que se ve a Andy Warhol y Burroughs, a Janis Joplin y otros célebres moradores, junto a otros bohemios y «marginales». Ferrara explora los interiores como los exteriores del edificio. En algún momento, el hotel parece ser casi una entidad, incluso hasta se llega a hablar de un eje existencial y espiritual del hotel, que puede rechazar como aceptar a sus inquilinos. Algunos planos son muy elegantes, como cuando uno de sus predilectos recursos formales, el fundido encadenado, produce una visión casi psicodélica de los interiores.

Pero hay una escena que condensa la política (económica) del hotel: en una de las últimas secuencias, cuando Hawke relata discretamente su separación de Thurman, y cómo fue el arreglo con Stanley para vivir allí, repite la anécdota en forma de diálogo: «Quiero dos cuartos porque tengo mis hijos». «No te cobro nada, pero te doy un cuarto pequeño por un mes para que puedas arreglar la situación con tu esposa». El dinero es secundario, lo que importa es preservar un espacio de hombres libres.

Ocean Flame es la segunda película de realizador chino Liu Fen Dou. Film de amores imposibles o atracciones fatales, Ocean Flame está bien filmada y tiene sus buenos momentos, pero es una película modélica para festivales, esas que son comodines y permiten rellenar una grilla. No es una película mediocre sino impersonal, bellamente mecánica, que tiene un poco de lo mejor de Escenas frente al mar y Sonatine de Kitano y también algo de Kim ki-duk, no precisamente sus virtudes, que no son muchas.

Un estafador y proxeneta, violento y carismático, enamora mujeres y luego las convence para que trabajen para él y un amigo suyo al que le llama su hermano. Todo funciona más o menos bien hasta que conoce una mujer de la que se enamora, pero que tratará de sumarla al elenco de mujeres señuelos con las que chantajea a sus clientes. Cuanto más atracción, más violencia. Desear es violencia, de eso predica la totalidad de la trama, de fuerzas destructivas y eróticas que atraviesan a los personajes hasta aniquilarlos.

Liu concibe la playa como Kitano: un lugar de reparo naturalista y de regreso a la infancia. Los interludios marítimos son vistosos, y siempre develan lo mejor de los personajes, que evidencian un indefinible malestar, y que Liu no parece tener la voluntad de descifrar el por qué de esa generalizada compulsión autodestructiva de sus criaturas. En el fondo, Liu es un poco perezoso; su lirismo es una finta eficiente para eludir la propia insignificancia de un relato sin Historia.

FotoS: 1) Ferrara y Hopper en Cannes; 2) Fotograma de Chelsea on the rocks; 3) fotograma de Ocean flames.

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