CANNES 2023 (04): TIEMPOS DE TERROR, TIEMPOS DE GENOCIDIOS

CANNES 2023 (04): TIEMPOS DE TERROR, TIEMPOS DE GENOCIDIOS

por - Festivales
21 May, 2023 09:34 | Sin comentarios
Una es candidata a llevarse un premio. La otra es una de las grandes películas de un realizador extraordinario del cine estadounidense. Las dos abordan algo vergonzoso: el genocidio.

Llega la noticia en el momento que se vuelve a proyectar The Zone of Interest de Jonathan Glazer, una película que se inspira en La zona de interés de Martin Amis: el autor británico de la novela acaba de morir. Decía Amis, en un texto publicado en The Guardian en 2010: “El nivel intelectual de los nazis no era muy superior al que exigen los tabloides que se venden en los supermercados. No debería sorprendernos saber que en Berlín había un departamento gubernamental destinado a probar que los arios no descendían de los monos”.

Es la mejor película de Glazer, mejor incluso que Under the Skin y hasta la fecha de las más “fuertes” en competencia, como se adjetiva por acá sin precisión ni estilo, y por consiguiente con chances de llevarse un premio destacado. ¿Quién puede resistirse a la justa injuria que le dedica en particular a Rudolf Höss, el comandante a cargo de Auschwitz, y a todo lo que en él se representa? 

The Zone of Interest

La injuria se ejercita: primero que nada, no se les otorga ni un primer plano a los genocidas durante toda la película, se toma distancia respecto de los retratados y se niega a conceder dignidad alguna a sus gestos. De ahí en más, solo se trata de seguir la vida cotidiana de Höss y su familia, al otro lado del muro que separa las barracas de los prisioneros del paraje idílico en el que viven. El fuera de campo de los presos es una constante, por lo que la humillación de los prisioneros no se ve jamás; sí se percibe el sufrimiento que proviene del otro lado: el sonido del horror penetra por los oídos. La banda sonora conjuga gritos y ruidos de fábricas, un zumbido permanente que desdice el paraíso ario.

La geometría y pulcritud de todos los planos con que Glazer erige el relato es casi una parodia de la obsesión por la eficiencia de Höss. La racionalidad perversa con la que discute con sus científicos el funcionamiento indetenible de los hornos para eliminar judíos no difiere de las explicaciones de un administrador de recursos de una empresa de hoy cuando presenta un plan para mejorar el rendimiento de la producción. Hay dos o tres incursiones de animación, empleados con cuidado y en relación con el imaginario de los hijos de de Höss, quienes en la noche observan la luz del fuego de los hornos iluminar la oscuridad de la habitación . El desenlace tiene una sorpresa de último momento:  las maquinarias del exterminio siguen ahí, como materia de la memoria. Glazer hace entonces una breve incursión a las actuales instalaciones del campo, en el momento exacto en que el personal de mantenimiento lleva a cabo sus tareas y deja relucientes los instrumentos de aniquilación.

Scorsese toma la palabra 

A pesar de que el cine estadounidense actual se asienta sobre películas de superhéroes y sus múltiples variaciones, su tradición siempre tuvo un mandato: contar la historia de la nación. Killers of the Flower Moon honra ese mandato como pocas películas recientes, y es evidente que para el propio cineasta no es una película entre otras. En un inesperado momento, Scorsese toma palabra frente a cámara. Lo que dice y cómo lo dice revela su propio lugar en la película. En vez del estúpido uso de leyendas para dar a conocer lo que sucedió al final de la vida de sus personajes, el cineasta se encarga de decirlo. En ese gesto Scorsese demuestra toda su grandeza.

La última película del director de Taxi Driver se ciñe a contar una historia de homicidios. Los aniquilados son miembros de la Nación Osage de los Estados Unidos. La introducción al universo de los osage es hermosa: reunidos, los jefes se lamentan por la inexorable adopción de las leyes de los blancos, una concesión que puede poner en riesgo la perpetuación de toda su cultura. El plano posterior remite al hallazgo que determinó la vida de los osage. Fueron ricos, porque en sus tierras había petróleo; dejaron de serlo por lo mismo. El plano general en ralentí en el que se observa a varios osage bañados por el petróleo mientras todos festejan glosa lo que vendrá. El saqueo es inminente. Todo sucede en los primeros años del siglo precedente. 

Scorsese elige un matrimonio mixto como eje de su relato, y disecciona el alma del marido de esa pareja interpretado por Leonardo Di Caprio como la matriz de toda una psicología colectiva, y al personaje de Robert De Niro como subjetividad ejemplar de eso que hoy se llama empresariado, y en aquel entonces, terratenientes. La cultura del hombre blanco no es otra que la cultura de la acumulación infinita del Capital, forma de vida en la que el dinero y la propiedad son fines incuestionables, que se imponen a cualquier otra consideración.

Killers of the Flower Moon prescinde del siempre tóxico glamour que suele adjudicárseles a los mafiosos de las películas sobre el tema. El irlandés, o incluso la extraordinaria Buenos muchachos, son obras menores ante esta síntesis de todas las virtudes del cine de Scorsese.

*Publicado en La Voz del Interior en el mes de mayo de 2023.

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