CANNES 2014 (01): LA MONARQUÍA ES UN ESPECTÁCULO

CANNES 2014 (01): LA MONARQUÍA ES UN ESPECTÁCULO

por - Críticas, Festivales
15 May, 2014 08:53 | comentarios

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Por Roger Koza

Nicole Kidman luce espléndida en Grace de Mónaco, de Olivier Dahan, la película de apertura del Festival de Cannes 2014. A 100 metros, ya fuera de la pantalla, su parecido con Grace Kelly se desvanece ante la fuerza de lo real. El maquillaje y la puesta en escena no solamente reproducen el rostro de la diva real que encantó a Alfred Hitchcock, sino que también ocultan los signos de la obsesión de Kidman por mantenerse eternamente joven. En la sala de prensa, Kidman se ve como un remedo de sí misma unos 15 años atrás. Las tecnologías de rejuvenecimiento son falibles.

Después de los silbidos durante la función de prensa, el periodismo especializado llenaba la sala asignada para la conferencia de prensa. Las estrellas hollywoodenses cotizan altísimo en Cannes, y solamente así puede explicarse que un ostensible filme mediocre como Grace de Monaco haya sido el elegido como película de apertura. Un periodista le recuerda a Kidman que ha estado presente en el festival en los últimos tres años. Ella sonríe y responde con la elegancia demagógica característica en estos casos: “Mi carrera siempre estuvo ligada a Cannes”.

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GRACE DE MÓNACO

En 1956, Grace Kelly, la actriz nacida en Estados Unidos, contrajo matrimonio con el Príncipe Rainiero, y desde entonces se convirtió en esposa, madre y princesa. La película arranca en 1961, un año clave en la vida de Kelly. Por un lado, en ese año, Alfred Hitchcock le ofrece ser Marnie en el filme de título homónimo; por el otro, su marido debe detener el intento del presidente De Gaulle de anexar Mónaco a Francia. El deseo de Kelly por volver al cine no será compatible con los requerimientos de la situación política. Obedecer a la corona implica, dada las circunstancias, sacrificio y abdicación, como lo expresa Tucker, el clérigo que acompaña a la realeza, el confesor de Kelly.

Frente al conflicto, Kelly decide perfeccionarse en el arte de ser una “Alteza Serenísima”: aprenderá la historia del país, intentará mejorar su francés y alcanzará a convertirse en un paradigma de ayuda social. La película sugiere que la reconciliación entre el deber y el placer, o más bien entre el cine y la monarquía, se resuelve cuando la princesa entiende que ser princesa es interpretar literalmente un papel, un rol perpetuo destinado a sostener la fantasía colectiva que legitima la imbecilidad de la monarquía y sus representantes. Grace de Mónaco señala acríticamente que la monarquía no es ajena a la lógica del espectáculo.

Los primerísimos planos sobre el rostro de Kidman, la ostensible cantidad de travellings alrededor del mobiliario real y cierto refinamiento para dividir la pantalla en dos para seguir un diálogo telefónico indican la necesidad de Dahan en demostrar su estilo. Con o sin estilo, como la mayoría de las películas recientes sobre reyes, la insignificancia del filme de Dahan, revestido de trascendencia, se impone por fuerza propia.

*Publicado en La voz del interior en el mes de mayo 2014

Roger Koza / Copyleft 2014