CANNES 2010: MATERIA Y MEMORIA (04)

CANNES 2010: MATERIA Y MEMORIA (04)

por - Festivales
16 May, 2010 01:10 | comentarios

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Por Roger Alan Koza

La competencia oficial prosigue en su derrotero irredimible y mediocre. Ninguna de las películas exhibidas hasta el día de hoy merecen siquiera una mención. Son ejercicios decorativos en mediocridad. Pero el jurado de este año puede dar la nota, pues la sapiencia Erice será una fuerza solitaria ante el hollywoodismo dominante.

La última película de Mike Leigh, Another Year no es una excepción. La irrelevancia absoluta merodea durante sus dos horas de metraje, y más allá de la eficacia dramática de su elenco, característico de su cine, Leigh parece encaminarse con este film a un abismo deplorable: el costumbrismo conformista; Leigh está muy lejos de aquel cineasta que supo entender a través de sus películas cómo los largos años en el poder de la Dama de Hierro habían afectado la vida material de la clase trabajadora y la salud psíquica de la clase media.

Teatral y esquemática, Another Day focaliza su relato en un matrimonio, dos alcohólicos, y el hijo mayor de la pareja en cuestión. Son criaturas parlantes, que expresan un modo de vida. En efecto, Leigh intentará componer un retrato de la (in)felicidad pequeñoburgués británica. Así, un geólogo y una terapeuta, no muy lejos de sus respectivos retiros laborales, han constituido una vida plena: se aman, tiene una bella casa, dedican parte de su tiempo a la horticultura. En la película operan como un astro luminoso, un sol amoroso que alumbra y atrae la vida de sus semejantes, sujetos errantes, quienes viven del reflejo proyectado por esta pareja  ideal.

Aquí no hay grandes conflictos (Todo o nada), ni revelaciones inverosímiles pero efectivas y afectivas (Secretos y mentiras), ni una felicidad amenazada por un contexto social proclive al delirio y a las desigualdades (Happy Go Lucky). La sensibilidad política de Leigh pareceestar aquí obliterada y sustituida por una voluntad demagógica por consagrar la vida afectiva y familiar como valor absoluto y autosuficiente. Pasarán las cuatro estaciones del año, y nada cambiará. El patetismo de los solitarios es un destino: están solos porque sí, son almas descarriadas; la bendición de los casados es una mera quimera tautológica: son felices porque los verdaderos matrimonios garantizan la felicidad. En verdad, Another day es un film sin deseos, libidinalmente mentiroso y políticamente tramposo.

Quien no hace trampa es el legendario Patricio Guzmán. Nostalgia de la luz es una película sencilla y por momentos esquemática, pero no por eso deja de ser ambiciosa. Este ensayo cosmológico y político sobre la memoria y la dignidad humana en clave materialista empieza con unos magníficos planos fijos sobre unos telescopios monumentales en el desierto de Atacama. Allí, varios científicos de todo el mundo intentar leer el pasado del cosmos. Es un lugar ideal, un super wifi estelar capaz de sintonizar con las memorias del universo. ¿Arqueología cosmológica? Se trata de entender el pasado físico del mundo, interrogar la materia difuminada como recuerdo.

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Guzmán confiesa su pasión por la astronomía, un hobby interrumpido por un cambio histórico en las coordenadas sociopolíticas del mundo y de Chile. Después de los 60’, la contemplación cósmica quedó diluida en el pretérito mundo de las inquietudes infantiles, pues la naturaleza del mundo en aquel entonces habrían mutado para siempre: el discreto sosiego de un orden social sin conflictos (“los políticos caminaban sin guardaespaldas”) había sido reemplazado por un viento revolucionario, un fenómeno sociológico más que geológico y cosmológico; nacía otra conciencia política, sugiere la voz en off del propio director. La historia es conocida: después del 73, Pinochet instauró un nuevo orden, y con él se impuso un modo de concebir la historia y el modo de invocarla. Nostalgia de la luz es simplemente una deconstrucción de ese régimen de evocación y conmemoración instituido en tiempos del dictador, cuyos efectos persisten en el presente. La tesis de Guzman se enuncia después de recoger evidencia: quienes tienen memoria puede vivir en el tenue presente, quienes no tienen se condenan a vivir en ningún lado.

El laxo entre geología y cosmología por un lado, y la historia política por el otro, está dado por el espacio físico elegido para debatir y embestir la memoria colectiva de un pueblo. El desierto de Atacama, visto aquí tanto desde un plano cenital como de primerísimo plano, es una zona ideal para la investigación científica de los cielos, pero allí también, nos informa Guzmán,  existió un campo de concentración (así lo denomina, y un arquitecto preso, incluso, una vez en libertad reconstruyó en dibujos los pabellones de estos centros de detención clandestinos).

En algún momento se verá material de archivo acerca de una excavación en un “cementerio” de desaparecidos. La confrontación con la osamenta y el cabello es un encuentro con lo siniestro en todo su esplendor. Lo siniestro: un exceso de lo Real que no se pliega ante el orden del discurso y se resiste a ser simbolizado. En efecto, la tortura en sus múltiples modalidades no solamente pone en evidencia esa fisura que el discurso no conquista del todo, sino que utiliza esa falla para deshacer la estructura del mundo de un sujeto X.

De ese modo, el interés científico por interrogar el pasado, develarlo y por tanto leer la memoria del cosmos se yuxtapone con la urgencia por parte de los familiares de desaparecidos en pos de poder develar el destino de quienes no están en ningún lado. La batalla contra el olvido es por momento del orden de lo inimaginable: un zapato, un harapo, un fémur constituye la verificación de una verdad que se intuye pero que nunca se comprueba.

Este nexo entre científicos y sobrevivientes, entre ciencia y conciencia, a veces es integrado estéticamente a través de unos fundidos en el que las estrellas literalmente traspasan los cuerpos de los entrevistados. Es una elección formal inapropiada, pues subraya lo que de por sí es de fácil intelección. Este procedimiento, junto a las elecciones musicales de Guzmán, debilita la fuerza sensible del film, a riesgo de parecer en esos momentos un capítulo de Cosmos de Carl Sagan devenido en hombre de ciencias obsesionado con los derechos humanos. Son momentos incómodos que hieren un poco la película, aunque no lo suficiente para restarle el valor que Nostalgia por la luz ostenta y demuestra.  

Fotos: M. Leigh; 2) Nostalgia por la luz.

COPYLEFT 2010 / ROGER ALAN KOZA