CANNES 2009: TODO VALE CUESTA CARO

CANNES 2009: TODO VALE CUESTA CARO

por - Festivales
17 May, 2009 01:03 | comentarios

cannes 

Por Roger Alan Koza

Cannes funciona con piloto automático. Pasan las películas, el público hace colas y luego aplaude, y la crítica es casi siempre condescendiente. Un crítico amigo y muy influyente que escribe en Screen International me decía a propósito de un filme que los dos habíamos visto: ”no fui tan duro con la película porque respeto al director”. Leyendo su crítica, cuesta entender el significado del término duro.

Un film que está en Cannes, se supone, es siempre una película que importa, más si está en la competencia oficial. Lo cierto es que hasta ahora no hay ninguna candidata, y mucho menos, una película que se desmarque de la medianía que predomina en los primeros días en la selección oficial.

Un ejemplo de la mediocridad sofisticada es el de Park-Chan wook. Su última película Thirst, una de vampiros con fondo teológico, evidencia que el sadismo cool que lo catapultó a la fama podrá resultar en algunas ocasiones virtuoso pero es indudablemente insustancial. Habría que pensar cómo se llega a programar una película semejante, en donde un cura católico extrema su espíritu de sacrificio ofreciéndose como cobayo de laboratorio con fines mesiánicos. De 500 casos será el único que no morirá ante la inoculación de un virus. ¿Es la fe, una medicina secreta más allá de la razón? Pero la premisa se abandona muy rápido cuando el religioso se empiece a sentir mal y descubra que bebiendo sangre recupera sus fuerzas. Sí, este filme está en competencia, y muchos dirán que se trata del director de la sobrevaluada Old boy, de lo que se predica una supuesta legitimidad estética. Lo cierto es que Cannes es un club selecto. Park puede estar aquí porque es un nuevo miembro. Godard, por ejemplo, ya no está asociado, de lo contrario su última película Socialismo podría haber estado en competencia

Otra película intranscendente de la competencia oficial es Un prophete. Está dirigida por Jacques Audiard (Lee mis labios), supuesta promesa del cine galo. La película gira en torno a la vida de un convicto de ascendencia árabe y cómo en su paso por la cárcel se va convirtiendo en un mafioso ascendente. El film hablita una lectura política indirecta: el respeto por el lugar del moro en la cultura francesa, hasta se llega a citar un verso religioso. La película es prolija, y ocupa el espacio que el año pasado le correspondía a Gomorra, en este caso, una gran película sobre la mafia que no pactaba con ella. Secretamente, Un prophete se estructura como cualquier película de Hollywood. No hay duda que el trabajo de Tahar Rahim como el joven aprendiz de mafioso es formidable; es posible que se lleve un premio. Algunos pasajes son más que interesantes: la predicción de un accidente, que en parte explica el título, es, valga la redundancia, imprevisible. Pero el problema es otro: si este film se estrenara un jueves cualquiera estaríamos ante una película correcta con ciertas secuencias logradas. Ocurre que Un prophete deviene en inconmensurable si se mide con otros filmes del pasado y del presente. En otras palabras, se advierte una y otra vez que en el criterio de programación de Frémaux adolece de rigor, pues la grilla se predica de una caridad estética excesiva. Una pasada de Tsai Ming liang o de Suleiman, no contrarresta la seductora demagogia de la patronal del cine.

Muchos dicen que lo mejor se puede ver en Una cierta mirada, la segunda competencia de importancia. Aquí la favorita hasta el momento es la segunda película del director de Bucarest 12.08, Corneliu Porumboiu. Police, adjective, no será la película favorita de quienes en Córdoba fallaron en contra del uso privado de estupefacientes, pues el film interpela ese posicionamiento. No la he visto, pero no conozco a nadie que no le haya gustado. Esperaré por ella en Hamburgo, porque Albert Wiederspiel ya la ha invitado. Tanto él como otros programadores y directores se preguntan lo mismo: ¿por qué no está en la competencia oficial?

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En esta sección también pasó Air doll, de Hirokazu Koreeda (Nadie sabe). Se trata de una adaptación de un manga es la película más fallida de un director que sin dudas es talentoso. Un hombre de unos 40 años vive una soledad extrema y convive con Nozomi, su mujer, es decir, una muñeca inflable. Una gota de agua la transfigurara en humana; más bien parece un ángel que observa la alienación de la sociedad japonesa en todo sus órdenes. La premisa es más que interesante, pero como ocurre en estos casos, el concepto es mejor que el desarrollo cinematográfico del mismo. Air doll parece un film new age en donde se baja línea sin matices. Su humanismo ramplón, que viene acompañado de una omnipresente banda de sonido, se condensa en sentencias del tipo “es el otro quien nos llena”, o cosas por el estilo. El enemigo conductual es, en ese sentido, preciso: la sustitución. Lo que va del reemplazo de una mujer por una muñeca a un conjunto de prácticas que relevan la otredad o la dispersa en un consumo del otro. Air doll pretende funcionar como una crítica al materialismo rampante de la vida moderna japonesa, pero no consigue siquiera comprender las coordenadas políticas y económicas de por qué el aislamiento y el consumo definen un estilo de vida. Si su película precedente, la gran Still walking, ganadora del premio mayor en Mar del Plata 2008, era una apropiación legítima del cine de Ozu, Air Doll se parece bastante a una película del coreano Kim Ki-duk, un director de segunda categoría que en Argentina goza de acólitos acríticos: las metáforas en el cine son peligrosas, problema central del cine de Kim, y en este caso de Koreeda.

FOTOS: 1) Lluvia en Cannes; 2) fotograma de El profeta; 3) fotograma de Muñeca inflable.

*Este texto fue publicado en otra versión por el diario La Voz del Interior durante el mes de mayo 2009.