CANNES 2009: McCannes o la economía de los autores

CANNES 2009: McCannes o la economía de los autores

por - Festivales
23 May, 2009 12:35 | comentarios

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Por Nicolás Prividera

1. Un invitado latinoamericano a Cannes cuenta que escuchó de paso una entrevista a Pedro Costa en la que hablaba de la “cannización del cine”. El periodista no entiende: ¿”canonización”? No sabemos que respondió Costa, pero digamos que la “canonización de la cannización” no suena demasiado exagerado. Y Cannes eran los de antes… Los de mucho antes.

2. Recuerda Roger en sus últimas crónicas caninas: “Mike Leigh se había sorprendido de que Arnold Schwarzenegger estuviera presente en una función de Secretos y mentiras. Más tarde le contaron que se fue por una puerta lateral antes de que su película largara. Los simulacros son una regla en Cannes.” Esa última frase invita a leer la anécdota como algo más, y a pensarla más bien como fábula: a Leigh no lo invitaron a la de Schwarzenegger, sino que la cosa fue inevitablemente al revés, y ese el “el gran simulacro” de Cannes: el cine indie es sólo una oferta de ampliación del McCombo…

3. Algunos críticos lloran porque este año no hay películas argentinas en Cannes. Por suerte también hay cineastas que se animan a hablar de la “cannizaciòn del cine” sin temor a que les quiten el carnet de socios vitalicios… ¡Claro que hace falta más valor aun para hablar en esos términos sin tener el carnet de socio! Porque es más fácil criticar a Cannes si uno está en Cannes: en principio, porque te van a prestar un poco de atención (pero sólo un poco, eh). Después de todo, tal vez eso lo único por lo que algunos cineastas van a Cannes: por un poco de atención. Sólo que algunos la buscan en la crítica y otros en el mercado (aunque  todo es market, finalmente…).

4. El festival tiene una tradición de hace 50 años, a través de la cual premió a lo mejor del cine de su tiempo, y en eso basa su prestigio: pero (como Cahiers) hace rato que lo está dilapidando… (Tal vez desde que Tarantino ganó la Palma de Oro, si no antes). Por el modo en que se entregó sin pena a la victoria posmoderno-neoliberal, que convirtió a la “política de los autores” en “economía de los autores”: la división en secciones (la Oficial, la Quincena, y la Semana) no es más que una muestra de la “segmentación del mercado”, entre lo más mainstream y lo más avant-garde. Eso no garantiza per se ninguna amplitud ni libertad, sino más bien todo lo contrario: hay un perfil cada vez más definido para cada segmento…

5. Si algo define el totalitarismo del mercado es que un festival pretenda definir “el futuro del cine” (es decir: ¡de los cineastas!) como parte de un sistema que formatea películas al gusto del mercado indie-europeo (como una “tendencia” más del sistema de la moda). Basta ver espejismos como la película rumana que ganó hace un par de años la Palma de Oro: un ejemplo perfecto del International Style, que el cine contemporáneo ha elevado a manual de estilo.

thumbCAM0MNRN6. ”Un gran poder entraña una gran responsabilidad” (eso lo sabe hasta el hombre-araña, que seguramente se paseó por la Croisette…) Pero la idea de que un sólo festival (¡o  programador!) pueda él sólo “definir el futuro del cine” me parece una demasía (por no decir: una salida aristocrática): la tendencia a la homogeneización y mediocridad dominante no se la vence con Quijotes (y menos con los de Serra!), sino promoviendo cambios estructurales en el sistema (incluido el propio Festival). De lo contrario, seguiremos padeciendo el “inauténtico” cine latinoamericano que se promueve en Rotterdam o Berlín (de la mano de sus fondos y apoyos, etc).

7. La dependencia cultural y comercial obedece (también aunque no sólo) a necesidades financieras. Por ejemplo: si el sistema cinematográfico argentino (o cualquier otro sector) no es capaz de utilizar la libertad de la que realmente goza es por las limitaciones de las políticas públicas… Pero esas políticas no dependen sólo de los funcionarios o gobiernos de turno. Hay muchas presiones externas e internas para que “el sistema” se abroche como se abrocha (y la ineptitud es el menor de los problemas, aunque sea la mayor de las excusas). El funcionamiento global del mercado (sobre todo el de capitales) hace presión para que las políticas (sean para hacer cine o autopistas o lo que sea) sean aprobadas por los que tienen la sartén por el mango… La Argentina (como cualquier país pendiente de fondos externos) puede ser tan víctima como suicida: todo depende de sus políticas. Es decir: de lo que está dispuesto a hacer para “vivir con lo nuestro” o seguir los dictados de los Fondos (o el Fondo). El INCAA necesita lo mismo que cualquier otra área: gente idónea, transparencia, y uso progresista de los recursos. Por ejemplo, para conciliar los intereses de la «industria» con la necesaria promoción del sostén y promoción permanente del cine independiente (sobre todo de su renovación). Sólo hace falta voluntad política… 

8. Termino con una simple inversión utópica: Imaginemos que la crisis, la peste, o lo que sea, devuelve a Europa a la pobreza, y el centro del poder (económico-cultural) pasa a América latina, donde el Festival de Tangalanga (una coqueta playa carioca) elige a su criterio “lo mejor del cine mundial” (donde poco lugar tendría lo europeo, y eso no es distopía, eh…), además de definir (a través de pitchs, funds, etc.) que cine se produce en el viejo continente, según la visión que los latinoamericanos tienen de Europa… Perdón por la exageración: La de la distopía, digo. Lo demás es realismo puro (y nada mágico).

Fotos: 1) Mr. Tarantino en la alfombra roja; 2) Póster de Cannes 1968.

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