BERLINALE 2023 (08): EL CINE DE LOS GAUCHOS

BERLINALE 2023 (08): EL CINE DE LOS GAUCHOS

por - Festivales
10 Mar, 2023 01:57 | Sin comentarios
Sobre Adentro mío estoy bailando y El Juicio, la otra película sobre la decencia de haber juzgado a los genocidas de la última dictadura cívico-militar.

En una conversación en la zona de prensa del Palacio del Festival, dos periodistas alemanes se refieren al cine argentino como el cine de los gauchos. Hablaban antes del Mundial 2022 y recordaban los buenos tiempos de su selección y la famosa burla del “baile de los gauchos”. El cronista de un importante diario berlinés decía “que había muchas películas gauchas”. Tiene razón. Es el país latinoamericano con más títulos: seis largometrajes en distintas secciones, una en Encounters, segunda sección competitiva.

Adentro mío estoy bailando

Adentro mío estoy bailando, de Leandro Koch y Paloma Schachmann, tuvo su estreno mundial el jueves en la tarde. A sala llena, como es habitual en la Berlinale, el lúdico y rizomático ensayo biográfico comienza en Buenos Aires en varios casamientos judíos en los que se toca música klezmer y termina en distintas regiones montañosas de Rumania y Moldavia.

Es imposible imaginar en el primer acto de la película todo lo que pasará en el azaroso cruce entre un camarógrafo y una clarinetista: de una historia de amor y el retrato de una familia judía en Argentina, en contrapunto con una lectura en yiddish de un cuento en el que se cita a Spinoza en reiteradas ocasiones, pasando por Viena, donde los cineastas buscan con la ayuda de un colega austríaco recaudar fondos para un film sobre la música klezmer, la película de Koch y Schachmann se libera completamente de todas las promesas que anuncia en los últimos 25 minutos. La elegía que le dedica el camarógrafo a su abuela cuando llega al pueblo en el que nació y la clarividencia ganada en el viaje de saberse sin raíces pero vivo, y el plano secuencia final con los músicos tocando y otras personas bailando en algún lugar remoto de Moldavia, son dos recompensas estéticas que reorganizan simbólicamente toda la película y la resignifican en el final.

La tradición del Forum

El nacimiento del Forum remite a tantos otros apéndices que surgieron en los festivales de cine cuando las secciones oficiales no podían darles lugar a las propuestas más arriesgadas y políticas. En este prestigioso espacio de exhibición siempre hay películas notables y provocadoras. En una conferencia virtual con algunos periodistas y críticos de distintos países sostenida a principios del mes de febrero con Cristina Nord, la actual directora artística de la sección, quien tiene la última palabra en todo, explicitó que El juicio había conmovido a todos los integrantes del comité de selección. Añadió que era una película esencial en la programación del año.

La sala del Delphi estaba repleta. El cineasta Ulises de la Orden venía acompañado del diputado Leandro Santoro, quien se dirigió al público diciendo haber sido amigo del presidente Raúl Alfonsín, cuya voluntad política de llevar adelante el juicio fue decisiva. Después de contextualizar el Juicio a la Juntas, los 177 minutos arrancados de un material de 540 horas grabadas pasan sin que el tiempo desgaste la atención: los testimonios son siempre conmovedores, algunos argumentos brillantes, otros falaces y no faltan los abyectos; el montaje divido en capítulos con títulos que son citas de algún concepto esencial dicho por alguien separan las instancias del juicio, más allá de que el concepto narrativo es lineal.

Es probable que El juicio no llegue al millón de espectadores, como Argentina, 1985, pero es ideal para constatar los alcances de la ficción frente a una situación semejante y los límites del documental en lo que concierne a convocar al desentendido y distraído. En ambas películas hay secuencias estremecedoras; en ambas hay momentos de comedia (lo que sucede acá en una pasaje con el defensor legal del genocida Videla, el doctor José María Orgeira, es tan gracioso como vergonzoso, por la imbecilidad de su concepto de honorabilidad); en ambas, también, hay decisiones controversiales: en la de Mitre, falsear el hecho de que el juicio se transmitía por televisión; en el filme de De la Orden, la cuestión pasa por la irrupción de planos sobre algunos testimonios que sugieren simultaneidad en imágenes que no parecen corresponderse y que modifican la fuerza de un discurso o la memoria de un sobreviviente. Tal señalamiento no le resta ni valor cinematográfico ni mucho menos político. La obscenidad de los genocidas es tan palpable y repulsiva como los excrementos. También lo es la mentalidad que fue cómplice de esa aniquilación, una forma de pensar que lejos está de haber sido superada.

*Publicado en otra versión y otro título en La Voz del Interior en el mes de febrero 2023.

Roger Koza / Copyleft 2023

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