BERLINALE 2023 (07): LAS IMÁGENES DE LA GUERRA YA NO TIEMBLAN MÁS

BERLINALE 2023 (07): LAS IMÁGENES DE LA GUERRA YA NO TIEMBLAN MÁS

por - Festivales
06 Mar, 2023 01:39 | Sin comentarios
Sobre Shidniy Front y W Ukraine, dos películas sobre la guerra en Ucrania.

Cuando uno piensa lo que puede ser una película salida de Ucrania en febrero del 2023, menos de un año tras la escalada de la guerra, varias imágenes se forman en la mente previamente a la función. Hay trazos de estilo que se asocian inmediatamente al cine hecho en la urgencia de un conflicto armado: la cámara temblorosa, el ruido de las balas, la velocidad de los movimientos, la presión constante del fuera de campo, las sibilancias de quienes filman y la respiración contenida del espectador. Lo hemos experimentado recién en una película extraordinaria como Our Terrible Country (Ziad Homsi, Mohammad Ali Atassi, 2014), un tour de force en Siria en el que filmar y disparar una ametralladora formaban parte de un mismo gesto. 

Ya en los primeros segundos de W Ukrainie (Piotr Pawlus, Tomasz Wolski, 2023), exhibida en Forum, toda la expectativa previa se disuelve. En los planos estáticos que detentan una composición rigurosa, el paisaje ucraniano aparece transfigurado por las marcas de una guerra aparentemente lejana. Los trenes rusos destruidos ya se han convertido en monumento instantáneo o en atracción turística. La gente se saca selfiesfrente a un puente destrozado. Pero lo que abruma no es el caos, sino la quietud de una ciudad que sigue su curso como si nada estuviera pasando a algunos kilómetros de allí y en ese exacto momento, como si una bomba no pudiera caer sobre el techo de un supermercado en el segundo siguiente. Y sin embargo, la presencia mortífera de la guerra se adivina en cada plano: una mujer camina tranquilamente con su perro mientras que en el fondo de la imagen se percibe un edificio enteramente destrozado por un mísil. O incluso de maneras más sutiles: en uno de los tableaux, un hombre corta el césped, y, aparentemente, todo sigue como antes. Algunos minutos después, un instrumento muy similar a una cortadora de pasto estará en manos de militares para detectar minas terrestres: ni siquiera el suelo permanece imperturbable. 

W Ukrainie 

Hay una distancia aplastante entre la vida cotidiana que sigue su curso y el conflicto armado cuya presencia se nota todo el tiempo, pero con una misteriosa lejanía. La distancia tiene dos dimensiones. Es temporal: durante buena parte de la proyección parecería una película de posguerra, y no algo filmado hace unos meses, en el centro de un conflicto en curso. Es también espacial: si en la ciudad hay rastros de los bombardeos por toda parte, nunca hay tanques desplazándose por las calles, ni se escuchan tiroteos, y la presencia militar es escasa. La explicación la prodiga un soldado en una floresta, ya cerca del final, en uno de los raros momentos de la película en el que la cámara llega a moverse nerviosamente por unos segundos: se trata de una guerra de artillería, y por lo tanto el cuerpo a cuerpo prácticamente no existe. 

Cuando suena la sirena avisando del bombardeo inminente, la gente camina lentamente hacia el subte y la cámara ni siquiera abandona el trípode. El plano general estático sigue mostrando la calle frente a la caída inminente de los misiles, como si la lejanía de la guerra contemporánea fuera incorporada a la textura misma de las imágenes. En este sentido, W Ukranie inventa una figura cinematográfica nueva para ese nuevo tipo de conflicto bélico, para esa extraña situación en la que la guerra se incorpora a la vida cotidiana de la ciudad, cuando ni siquiera los shoppings centers dejan de funcionar mientras caen las bombas rusas. 

Todo lo contrario es lo que ocurre en Shidniy Front (Vitaly Mansky, Yevhen Titarenko, 2023), parte de la competencia Encounters. Uno de los directores participa de un batallón voluntario de ayuda médica que está actuando en el conflicto con Rusia desde el 2014, antes incluso de que Occidente pudiera mensurar lo que pasaba en Ucrania. La participación del mencionado cineasta en la guerra será la puerta de entrada con la que se erige una mirada que desea mostrar en todo momento todo el horror, eludiendo la distancia al máximo, cueste lo que cueste.

Se trata de una película hecha en pleno frente –temblor, velocidad, nervios–, aunque a esta descripción hace falta añadir algunos detalles que, si bien no son novedosos, quizás nunca hayan sido reunidos de manera tan caótica y aleatoria. En efecto, la voracidad del montaje deglute todo: lo que producen las cámaras adjuntadas en los cascos de los soldados-médicos en el frente de batalla, los planos estáticos de las charlas entre los miembros del grupo del cual participa el director, los planos generales de vacas atrapadas en el barro y los close-ups extremos de las heridas de los caídos, todo se devora. También las secuencias de rescate que son puro sensacionalismo televisivos, acaso momentos supuestamente divertidos para un eventual almuerzo burgués en familia.

Shidniy Front

Las potentes camaritas incorporadas a los cascos producen un tipo de imagen paradójica: son representaciones casi directas y muy cercanas al conflicto armado; el registro participa activamente de la batalla, porque las cámaras están literalmente pegadas al cuerpo de quienes filman…, pero no tiemblan. Quien filma puede girar la cabeza rápidamente hacia cualquier lado y no hay ningún accidente visual que impida ver. La estabilidad de esas imágenes es desconcertante, porque lo que aparentemente sería movimiento, urgencia, nervios, vida, ahora se ha convertido en puro videojuego. El punto de vista del casco-cineasta es el mismo del gamer. Y el gamer es lo opuesto del espectador de cine, porque es aquel que no puede participar de la violencia de las imágenes, ya que no la soporta en el cuerpo, porque si su personaje muere en la pantalla, presiona el botón de start y todo recomienza. La condición del gamer es la insensibilidad. 

En un momento, uno de los médicos-soldados-camarógrafos corre por un campo y patea una mina terrestre y al hacerlo pierde la pierna entera. Pero la imagen produce una distancia tal entre el mundo y nosotros, y el montaje es tan rápido que el espectador no tiene tiempo alguno o espacio de recepción para sentir la gravedad de esa herida. Unos segundos después ya cambió el motivo visual y ya no hay forma de incorporar la violencia de la mutilación vista en pantalla. Corte. Press start. En otro momento, el soldado-camarógrafo atraviesa una casa abandonada y es atacado por un perro. Le dispara con la ametralladora para espantarlo. No hay vacilación en quien maneja el arma. No hay temblor en la cámara. El perro corre asustado y herido. El soldado lo persigue, lo encuentra, dispara de nuevo y no logra matarlo, hasta que dispara varias veces y ya no se escucha más el llanto del animal. Corte. Press start

El temblor de las imágenes de la guerra ha sido detenido por la tecnología de alta definición, sí, pero todavía existe una mirada humana que decide elegir una imagen, ponerla al lado de otras y proyectarla en una pantalla gigante. Un montaje que expresa odio a un perro en el momento en que va a mostrar su masacre bajo el poder de fuego de una ametralladora –y todo eso con la textura de un videojuego de gusto dudoso– sólo puede producir un espectador insensible, no menos que una especie de zombie que se pone delante de las imágenes, pero ya no puede sentir la gravedad de ellas.

Si W Ukraine nos hacía amar el paisaje ucraniano, cada árbol, cada pedazo de tierra, cada edificio, y desde ahí extender el amor a la gente que vive ahí, Shidniy Front permite odiar hasta a los perros, y por ende resulta imposible sentir amor por aquellos valientes y heroicos soldados que rescatan gente herida en el frente de batalla. Suena terrible, pero la insensibilidad tiene su precio.

Por cierto, en W Ukraine también hay perros. Ya no tienen casa por consecuencia de la guerra y forman una gran pandilla de cuadrúpedos domésticos que anda, juega y pelea por la ciudad. En una escena lírica y divertida, los niños del barrio imitan a los soldados ucranianos en los checkpoints para pedir dinero a los conductores de autos. Un poco más adelante, el montaje sugiere que la plata recaudada por los niños sirve para comprar comida a los perros que ya no tienen la caricia del amo y el alimento balanceado de cada día.  

Victor Guimarães / Copyleft 2023

BERLINALE:

Shidniy Front (Encounters)

W Ukraine (Forum)