BERLINALE 2022: SEXO AFORTUNADO Y LA COMUNIDAD (IM)POSIBLE

BERLINALE 2022: SEXO AFORTUNADO Y LA COMUNIDAD (IM)POSIBLE

por - Festivales
11 Feb, 2022 08:47 | Sin comentarios
El regreso de Alain Guiraudie es simplemente feliz; su nueva película es una comedia libre y política, una rareza amable que cada vez tiene menos lugar en los festivales de cine.

Viens je t’emmène es el título original de la última gran película de Alain Guiraudie. En inglés, o como suele decirse inocentemente, el “world title” es Nobody’s Hero. El original es más preciso, porque si hay algo que intenta conjurar amorosa y cómicamente la nueva película de Guiraudie es el individualismo, esa concepción ubicua que desconoce diferencias lingüísticas y se define por un modo de ver el mundo. El título original sugiere otra cosa y en castellano sonaría más o menos así: “Ven que te llevo”, un leitmotiv que inesperadamente se transforma sin decirlo con énfasis en la política de los vecinos de un edificio. El otro título, el “héroe de nadie” no es incorrecto respecto de la trama, porque el nudo narrativo pasa por la decisión del protagonista de ir paulatinamente cuidando a un joven de aspecto árabe que vive en la calle.

Primero que nada, una objeción acá, una imputación allá. Es bastante temprano para afirmarlo, pero que la película de Guiraudie no esté en la competencia parece un error de programación. Como apertura de la sección Panorama resulta, si no ofensivo, al menos incómodo y sin duda inadecuado, porque podría haber sido, eventualmente, una película ideal para Encounters, la segunda sección competitiva destinada a las películas más libres. Es difícil pensar una película más acorde a la propuesta de esa sección que la de Guiraudie, y también más feliz y políticamente precisa. Respetuosa objeción para Berlín. Pero la imputación va a dirigida a otra ciudad y es en verdad una sospecha. Viens je t’emmène estaba lista hace más de un año. ¿Fue desdeñada por el festival de festivales? Todo indicaría que sí. Como sucedió con Zama, un par de años atrás, ahora puede haber sucedido lo mismo con Viens je t’emmène. La película ganará sus adeptos de a poco y con el tiempo se le reconocerá su grandeza. 

La película de Guiraudie comienza con un hombre y una mujer que se miran en un paraje de Clermont-Ferrand. Ella viste como prostituta y espera, él lleva indumentaria de atleta, pero no hay indicio de que se trata de un deportista. El hombre se detiene y la mira. Plano general, otro igual en contraplano y después, ya en el mismo plano, Médéric se presenta. Velozmente le pide acostarse con ella, pero le advierte que está en contra de la prostitución y promete sorpresas. Isadora lo mira, entre escéptica y sorprendida, lo escucha, se ríe y antes de subir al auto recibe el teléfono de Médéric. Un poco más tarde lo llama. Este es el comienzo de una película hermosa.

Tres series anudan el cine de Guiraudie: el sexo inviste todos los relatos; los sueños irrumpen la linealidad del relato; lo abierto (el lago, el bosque, la pradera) contiene al relato y libera la trama. Las dos primeras series están en Viens je t’emmène con el esplendor habitual. El sexo es desde un inicio la regla de los vínculos, y como en todo el cine de Guiraudie nunca está desvinculado del placer, aun cuando los fines del erotismo puedan albergar propósitos de otro orden, como el acto de matar, que no es acá el caso, pero sí en El desconocido del lago.

En Viens je t’emmène, Isadora, la prostituta entrada en años que interpreta con total felicidad Noémie Lvovsky puede tener sexo con sus clientes y cumplir con esa demanda sin sentirse humillada. En el cine no es menor la relación entre humillación y sexo, pero Guiraudie no permite jamás los sufrimientos asociados al sexo. El sexo es felicidad. Por esoIsadora no para de gritar con absoluta alegría ante las sensaciones que obtiene de la lengua de su partenaire. En esto Guiraudie es un maestro de la desinhibición: puede filmar un cunnilingus con absoluta libertad en el confesionario de una iglesia y conjurar la blasfemia con la llegada del marido de Isadora al recinto religioso, en otro gran toque de comedia de la película; puede pedirle a la cineasta y acá actriz Lvovsky mostrar sus pechos enormes desparramándose en el plano y hacer de ese gesto grotesco un instante de entrega de un personaje a otro y de los dos a la cámara. Amar, divertirse, liberarse.

El sueño en esta ocasión es solo un momento y un gran pasaje de comedia indeleble que expresa fielmente los prejuicios franceses sobre el mundo islámico: fanatismo, sacrificio, genuflexión y violencia en el nombre de un Dios inclemente se sintetizan en la escena. Es que lo que sucede con un grupo de devotos frente a un televisor en el living del protagonista y las distintas reacciones del dueño de casa resulta uno de los grandes momentos del festival. Ni qué decir de la resolución del sueño con una subjetiva pertinente y vertiginosa. La vida onírica siempre ha sido parte de la puesta en escena en Guiraudie, y acá no es una excepción. 

La novedad reside en que este es un film de ciudad y nadie escapa hacia lo abierto, como sucedía en Staying Vertical, donde las calamidades sociales ingresaban al relato cuando evolucionaba en la ciudad, y en el bosque o cercano a él cuando los personajes emprendían una fuga hacia lo fantástico. En Viens je t’emmène lo que sucede no puede prescindir del escenario metropolitano, porque la interrupción del primer encuentro erótico entre Isadora y Médéric es debido a un ataque terrorista a metros del hotel en el que ella atiende a sus clientes, situación que introduce al tercer protagonista, un joven de origen árabe llamado Sélim que vive en la calle y que puede ser uno de los autores del atentado.

Lo que sucede entre él y Médéric rebasa la fe de Guiraudie en la amistad como política, un subtema que también tiñe otras películas suyas. Acá hay una ampliación de la empatía entre extraños en pos de una discreta conformación de una comunidad imaginaria que se constituye por pequeños actos de solidaridad hacia Sélim. De ningún modo, lo que sucede no es consecuencia de un deseo exterior del cineasta que interviene en la lógica del relato. Se trata más bien de un aprendizaje que comienza en Médéric y va sumando a sus vecinos (y todos los personajes) en el modo en el que asimilan a Sélim. Es fundamental, en este sentido, el primer encuentro entre los dos. De los miserables dos euros que le da en la mano para que el joven pueda comer algo a prepararle la cama para que duerma en su casa hay un conjunto de obstáculos de conciencia que el personaje sortea sin que Guiraudie lo explicite y emplee un discurso para que se note. Los actos revelan la movilidad de la conciencia (política) del personaje. No hay que olvidar que después de la mezquina limosna inicial Médéric delata al joven, lo que habilita además una justa parodia de las fuerzas policiales francesas, en nada diferente a la de los Estados Unidos, ridiculizadas acá como corresponde.

En un momento menor, Guiraudie pone en boca de Médéric lo que hay detrás de la parodia y es el asunto político por excelencia. “El verdadero enemigo es el capitalismo”. La pequeña comunidad utópica del edificio se va constituyendo lentamente a medida que los personajes se desmarcan de los estereotipos que representan y vencen al gran mito individualista –la fe más arraigada del presente–, revestido a menudo de reivindicaciones gritonas de libertad para respaldar la dimensión negativa del término y desligarlo de toda creación colectiva y horizonte emancipatorio. ¿Es hora de emplear la palabra prohibida, el cuco conceptual de los que deliran constantemente para no confrontarse con una forma canalla de existencia, de la que son cómplices? En el comunismo lúdico de Guiraudie, todos pueden ser quienes son, todos pueden hacer lo que se les dé la gana y ninguno abandona el placer de cuidar a los otros. Esa palabra, por las dudas, es acá una metáfora, un contrapeso conceptual respecto del realismo político que gobierna la imaginación y el sistema que se lee como destino ineludible. 

Roger Koza / Copyleft 2022