BERLINALE 2020: EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

BERLINALE 2020: EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

por - Festivales
26 Feb, 2020 07:59 | comentarios
Una prueba de que algo ha cambiado en Berlín: Siberia en competencia.

Dos días atrás se estrenó en Berlín la última película de Abel Ferrara. Siberia es el título y prosigue el camino autobiográfico que se veía en Tommaso, donde el cineasta italoamericano exponía su transformación personal en los últimos años de su vida (la época del reviente aparentemente terminó), aunque el recorrido elegido aquí está enteramente dedicado a escenificar la mutación espiritual de la que es protagonista.

Los “amantes” del buen cine dieron su veredicto: “Esto es un desastre”, decían ayer en los pasillos, incluso cuando, en algún momento, intuyeron que en el film había rastros estéticos y temáticos de un maestro venerado por los creyentes del prestigio artístico y los mensajes trascendentales. ¿Y si lo que hace aquí Ferrara es lo que en verdad le gustaría alcanzar a Terrence Malick?  Algo así, y al unísono conmigo, pensó un estimadísimo amigo. Es que, en el film, en el que Willem Dafoe es el alter ego del propio Ferrara, el flujo libre y traumático de la conciencia constituye las escenas: el personaje, llamado Clint, vive en el norte de Canadá con sus perros rodeado de algunos esquimales que son los clientes de su taberna. Físicamente tiene su casa, pero de ahí puede viajar con su mente hasta África o aun contemplar el cosmos desde un punto de vista galáctico. No hay límites para Ferrara: lo que siente, se filma; lo que  piensa, se transcribe en imágenes y sonidos.

Así, tras la presentación (en off) de su historia, asociada a un recuerdo familiar, de la nada, Clint empieza a rememorar pasajes de su vida y a alucinar inquietudes metafísicas: lucha con un oso, se entrega a los brazos de una mujer embarazada, tiene sexo con mujeres de todas las razas, se reencuentra en una cueva con su padre y, en otro momento, con su exesposa. También de la nada, camina en paisajes desérticos y calurosos con sus perros de la nieve, con los que antes fue testigo de la explosión de miles de estrellas. A todo esto, se le añade un par de chistes irreverentes y alguna que otra escena de baile. Si las religiones son una cruzada contra el humor, como decía Cioran, la disposición religiosa en Ferrara desconoce la solemnidad y el puritanismo.

El terreno elegido por Ferrara es pantanoso y existen por ahí versiones patéticas en ciertas coordenadas cercanas a la suya. Pero todo esto no es un film de Jodorowsky, tampoco uno de Malick, y ni siquiera uno de Lynch, con el que sí puede prevalecer un aire de familia. En la imaginación de ambos, lo ominoso puede tomar el semblante de lo deforme o de las heterodoxias ontológicas a las que nuestra medicina le adjudica nombres para discernir y controlar anomalías. Pero Ferrara no es un profeta, sí un esteta, y muy dispuesto a filmar la propia historia de su conversión metafísica.

Es que en la espiritualidad trash del cineasta coexisten los riffs de Bloodspot y los aforismos de Nietzsche, lo ridículo y lo sublime, las tribulaciones del alma y los requerimientos del instinto, la inocencia y la decadencia. ¿No es Siberiauna película lograda en un sentido extramoral? En efecto, la indagación de Ferrara sobre el bien y el mal se despega paradójicamente de la perspectiva de la moral. El cristianismo difuso de todas sus películas está destilado en experiencia propia, porque esto no es otra cosa que un striptease de la intimidad del cineasta, a quien le importan tanto las opiniones de los clérigos, como la de los críticos de cine guardianes del buen gusto, esos que menoscaban a Siberia como si fuera un grano de pus en el rostro del Oso bañado en oro. Detestan el filme, los irrita porque los convoca a realizar un viaje incómodo. El film es una experiencia, la experiencia de Ferrara, tan brutal como auténtica, tan divertida como sufrida. Pocas veces el cine prodiga instantes como este, y el devenir místico de Ferrara es justamente una extensión de tantos momentos vitales y poderosos de toda su filmografía.

En Siberia está condensado todo aquello que arrastró sin sutilezas ni firuletes en sus planos desde que empezó a filmar tantas décadas atrás: la sangre y el logos de The Addiction, la angustia teológica de Mary, las cavilaciones existenciales del Depardieu de Welcome to New York; esto es el aleph de un hombre íntegro que conoció al demonio, alguien que desde su existencia artística no pactó nunca con el status quo y que, por consiguiente, la respetabilidad a la que aspiran los artistas le resulta completamente indiferente.

Desconozco la razón por la cual los colegas, frente a ciertas personas que hacen cosas admirables en sus respectivos campos de saber, glosan su asentimiento con el término ‘respect’. Como Ferrara habla en inglés, la excepción es aquí pertinente, diré: Respect, Mr. Ferrara, and I will add: “Two roads diverged in a wood, and you took the one less traveled by, and that has made all the difference.” Frost was right, sir. Y Nicole Brenez, en su libro sobre el cineasta, Abel Ferrara, también. ¿No leía la obra completa del responsable de la amorosa Go Go Talescomo una contienda contra el fenómeno del mal en el seno del mundo contemporáneo?

La inclusión del filme de Ferrara es el síntoma feliz del festival. La presunta línea editorial de la Berlinale por décadas estuvo ligada a un humanismo ramplón que parecía intelectualmente asociado a las buenas causas de la ONU y a sus instituciones derivadas. Los grandes temas abundaban en los filmes, en su mayoría mediocres y estéticamente concesivos. La nueva dirección artística del festival ha destituido ese chantaje y ha apostado al mejor y más libre cine de nuestro tiempo. Eso no significa una interdicción de las causas justas o un desdén por los buenos sentimientos. Tampoco la nueva Berlinale se desentiende de la provocación y de incomodar; solamente elige los nobles caminos de los cineastas que no juegan con sus elecciones, sino que se juegan en esta. Pronto se vienen algunos títulos que sin dimitir al lenguaje del cine toman la responsabilidad de cuestionar de lleno el injusto orden del mundo. También están en espera aquellos que desafían a pensar, en especial contra las certezas de toda índole.

Roger Koza / Copyleft 2020

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