BERLINALE 2020: LA INQUIETUD GENEALÓGICA

BERLINALE 2020: LA INQUIETUD GENEALÓGICA

por - Festivales
24 Feb, 2020 11:44 | Sin comentarios
Agustina Comedi dice algunas cosas sobre su cortometraje que participa en la sección competitiva de la Berlinale.

Dos películas han bastado para que Agustina Comedi esté entre las cineastas más radicales y desobedientes del cine argentino contemporáneo. El silencio es un cuerpo que cae, su ópera prima, empezó su trayecto sin estridencias y fue haciendo ruido hasta imponerse como una de las grandes películas recientes por su ostensible rigor y valentía.

En ese film, se interrogaba sobre el deseo y los límites de este, en una época en la que se legislaba y se castigaba a toda persona que escogiera un camino no tipificado como decente. Ser homosexual, décadas atrás, era un delito simbólico, una deshonra frente a los ojos del gran Otro. Aquel film, además, conjuraba la habitual comodidad de las películas familiares. Si bien el padre era el protagonista espectral del relato, la sociedad cordobesa era la sigilosa entidad protagónica.

En esta oportunidad, la cineasta reúne algunos materiales grabados en video casero de la escena underground de la ciudad de Córdoba, a fines de la década de 1980. Tres drag queens y el destino de estas constituye el centro del relato. Ellas son las divas de un local nocturno de la Docta llamado La Piaf, un recinto de libertad en el que se cantaba y bailaba, y en el que se podía ser quien se deseara ser. En efecto, la Delpi, la Gallega y la Colo irradian en esas imágenes endebles y pretéritas, libertad y lucha, dignidad y soledad.

De esas divas, solamente una sigue entre nosotros, y es así como la Delpi puede devenir en la memoria viviente de una generación y un colectivo, capaz de acompañar las imágenes de aquella época, entremezcladas con otras que simulan pertenecer a ese tiempo, con un fin hermoso: el de recordar como forma de vindicación, y el de despedir como un ejercicio amoroso de asumir lo que se ha perdido.

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Roger Koza: Después de una película absolutamente personal, elegís retomar un contexto similar (Córdoba y la cultura LGBTIQ+) al de El silencio es un cuerpo que cae; aquí también los cuerpos se desvanecen y el deseo es una vez más central, pero, en esta ocasión, el silencio está conjurado por un discurso y el canto. ¿A qué se debe el interés sostenido por un tema específico y qué estás buscando en esa historia del deseo en Córdoba, la pacata?

Agustina Comedi: Creo que habitamos un tiempo histórico que habilita el decir —las redes sociales son, sin dudas, una invitación a ello—, pero también en ese decir hay carencias y, sobre todo, restricciones. Al nombrarlas, las cosas de este mundo, se fijan. Hay algo que a mí me interesa particularmente, y cada vez más, que es “lo que se escurre”. Por un lado, es un desafío enorme intentar contar lo que se escapa, porque tendemos a querer poseer las cosas. Si logramos sujetarlas, quiere decir que eso que tenía la potencia de desplegarse, multiplicarse, de huir, está muerto. Córdoba es una ciudad opresiva, altamente policíaca, pero siempre que estas características se materializan, la vida se escurre y encuentra su cauce. Me interesan esas existencias, las que no se amoldan del todo a nada, las desobedientes, porque creo que son las únicas que, en un mundo como este, están verdaderamente vivas.

Como sucedía con tu primer largometraje, el archivo tiene una dimensión espectral. Son los fantasmas de una hija o los de una generación, en este caso de los que murieron por el VIH. ¿Cómo relacionás el archivo y la memoria al presente, ese intenso devenir en el que aún la emancipación del deseo está sujeto a las luchas identitarias?

Creo que la reproducción infinita de ciertas imágenes del pasado y su imitación en clave meramente estética —la fascinación vintage— nos ha costado la memoria. Todo se parece cada vez más a un filtro de Instagram. Porque la memoria no debería ser una acumulación de imágenes o un almanaque fijo de sucesos. La mirada sobre el pasado y sobre el archivo, tiene que rebotar en el presente y convulsionarlo.

Las luchas identitarias son fundamentales porque hay vidas que dependen de eso, y para dialogar con este sistema (que es cis, blanco, binario y burgués), necesitamos fijar nuestras experiencias en una lucha común, agruparnos y clasificarnos para que nos vean y nos entiendan y, fundamentalmente, para que no nos maten, no nos mutilen, no nos expulsen del mercado laboral, no nos quiten la tenencia de nuestros hijos o directamente no nos permitan tenerlos. Nuestros deseos, cuando están por fuera de la norma, trazan historias y recorridos comunes. A las actrices de Kalas se las llevaban presas apenas ponían un pie abajo del escenario, porque durante el alfonsinismo existía un código contravencional que decía que estaba prohibido usar ropa contraria al género de cada quien. Todas nos cuentan lo mismo, porque su experiencia vital frente a un Estado opresor, generaba los mismos mecanismos de castigo. Pero, como dice una gran amiga, cordobesa y ambigua, una sola vida no alcanza, y dos tampoco, se necesitan cientos y ninguna idéntica. Los deseos y las decisiones son escurridizos, polivalentes y polimorfos, el amor cambia de forma, y la amistad, para nosotras, es una manera de vivir porque de ello depende nuestra supervivencia —y no exagero: hay miles de familias que expulsan a sus hijxs por no ajustarse a la heteronorma o a la cisnorma. Sin la familia elegida que son las amigas, difícilmente esxs hijxs sobrevivirían—. Entonces, la lucha identitaria es una de nuestras lenguas y uno de nuestros frentes, pero el más poderoso, ese que ni el sida, ni la dictadura, ni el esnobismo nos deberían quitar es la lengua del deseo des-atado. La lengua que hablan la Delpi o la Pachy cuando dicen “volvería a elegir esa vida una y mil veces”, o la que recita Perlongher cuando se pregunta “¿Por qué seremos tan hermosas?”.

Al mismo tiempo, siempre te preocupa la relación del deseo y la expresión de un orden simbólico asociado a una época. En Playback. Ensayo de una despedida es el fin de la dictadura y también el fin paulatino de una cierta clandestinidad de toda una comunidad plural de personas alejada de la normativa erótica de la sociedad de fines de los ochenta. ¿A qué se debe esta atención puesta en el tiempo y el deseo?

Creo que el final de los ochenta y el comienzo de los noventa, con la crisis del sida, la caída del muro, y el neoliberalismo, diseñaron un nuevo modo de sujeción. La subjetividad encontró una especie de límite sin mucha alternativa más que el consumo. Como si el tiempo de las posibilidades hubiera llegado a su fin. Yo nací en ese período, creo que busco ahí porque es una manera de buscarme, de entender mi expresión y mi contemporaneidad.

¿Cómo diste con el material de archivo?

Me lo dio Delpi. Ella hacía grabar los shows. De hecho, su archivo era enorme, pero un día le entraron a robar y se llevaron las cintas. Al tiempo, la llamaron pidiéndole plata a cambio de los videos, pero no tenía para pagarles. Pasaron veinte años, pero si alguien lee esto y tiene ese material, a Delpi le encantaría tenerlo de nuevo con ella y a mí juntarme con ella a tomar fernet y mirar esos videos.

¿El material de archivo era insuficiente y fue así que decidiste trabajar sobre una recreación de una época simulando la textura de la imagen y el sonido propio del VHS o simplemente esta elección narrativa fue independiente de los materiales?

No, el material es extenso y podríamos haber montado el archivo para construir esa escena, pero hay algo del ejercicio que ellas hacían de “inventar” estos finales felices que se parece a la ficción. Una ficción que se ve como el archivo, porque el recuerdo se le termina pareciendo.

¿La decisión de que la Delpi, en la actualidad, permanezca fuera de campo (visual) y su voz comande el relato fue una elección estética o un deseo de ella?

Fue una decisión formal. Si aparecía su imagen, todo iba a recaer en eso, en cómo se ve. El acento iba a ser inevitable, y nos interesaba construir lo colectivo.

El paso por el Festival de Cine de Mar del Plata fue feliz. La Berlinale tiene una tradición sobre todo lo que refiere a la cultura LGTBIQ+. ¿Qué expectativas tenés?

Ver buenas películas, hablar de cine, conseguir recursos para filmar mi próxima película y salir de fiesta en honor a las Kalas.

Sé que estás trabajando en un proyecto cuyo tema tiene que ver con las trabajadoras sexuales. Recientemente, la polémica volvió sobre el tema. ¿Has avanzado en el film?

Sí, filmamos un teaser hace muy poco. Sigo reescribiendo, pero avanza. Es un desafío enorme que me tiene entusiasmada.


Foto y fotogramas: 1) Agustina Comedi -de izquierda a derecha, la segunda- y su equipo; Playback. Ensayo de una despedida. 

Esta entrevista fue publicada en el diario La Voz del Interior en otra versión en el mes de febrero 2020. 

Roger Koza / Copyleft 2020