BERLINALE 2020: ESTÉTICA DE LA AMISTAD

BERLINALE 2020: ESTÉTICA DE LA AMISTAD

por - Festivales
01 Mar, 2020 09:35 | Sin comentarios
La última película de Edgardo Cozarinsky se estrenó en la Berlinale; es una maravilla. Un recuerdo sobre ese día y también un acercamiento a este film extraordinario.

A las 21.30 de Berlín del día 22 de febrero del año en curso, Edgardo Cozarinsky estrena su último filme titulado Medium en la prestigiosa sección Forum de la Berlinale La sala está llena, literalmente. En la segunda fila, a la derecha, está ubicada la notable documentalista austríaca Ruth Beckermann; apenas, unos pocos metros más arriba, el cineasta argentino radicado en Estados Unidos, Matías Piñeiro, quien presenta Isabella en otra sección (competitiva) del festival, espera entre el público el inicio del filme. El respeto y la admiración hacia Cozarinsky exceden generaciones y nacionalidades.

La expectativa era enorme, incluso a pesar de que el cineasta había elegido faltar a la cita en persona. Lo representó sí, parte del pequeño y cálido equipo con el que hizo el filme. Ningún desdén explica la decisión de estar ausente, los motivos ni siquiera deben exponerse. No mucho tiempo atrás, el escritor y cineasta dio a conocer su deseo de evitar entrevistas y exponerse en público. No debe ser la razón principal por la cual no viajó a Berlín; igualmente, todos pudieron verlo un poco; en dos ocasiones, casi imperceptibles, Cozarinsky está delante de cámara, y, en un momento conmovedor de Medium, lee una carta de Brahms con el sello de su tono de voz inconfundible.

Medium es un hermoso encuentro con una amiga del cineasta frente a una cámara. Cozarinsky, sin embargo, nos envía una carta, acaso una forma indirecta de desobedecer la decisión de no conceder más entrevistas; en esta se lee: «Medium surge de una larga amistad y una renovada admiración: la que siento por Margarita Fernández. Quise trazar un retrato caleidoscópico de esta artista singular, activa a los 93 años como pianista, ensayista y performer”. Agrega, un poco después: «En 1974, yo acompañé como simple asistente al Grupo de Acción Instrumental en una gira europea. Margarita había sido una de las creadoras del Grupo, que pronto iba a abandonar. Un domingo, en Baden-Baden, donde grababan una obra para la televisión alemana, nos internamos en la Selva Negra para visitar la casa de Brahms. Allí hablamos del Intermezzo Op. 117 n.º 3, una música que nos intrigaba y nos ha perseguido toda la vida. Hoy es la columna vertebral de mi film».

Los tres primeros planos son inolvidables. Primero, las manos de Fernández sobre el teclado; luego, la partitura de la obra central; y después, siete minutos ininterrumpidos en los que ejecuta (de memoria) la pieza completa. La interpretación del intermezzo es un conjuro y una temprana verificación de una tesis enunciada bastante más tarde: la música puede modificar la intimidad del oyente. Tal aseveración es mucho más que una intuición y el film en sí constituye una prueba empírica del apotegma.

A propósito de ese tercer plano memorable y su ostensible extensión, Cozarinsky lanza con justicia un proyectil frente a las poéticas que impone una cierta racionalidad «estética de la industria»: «Hoy en día, un trabajo como Medium ya no es posible en el mercado de la televisión europea, donde el llamado “documental de creación” ha muerto ultimado por la exigencia de información, de lectura rápida, transparente. Una toma fija de casi siete minutos con la interpretación del intermezzo casi al principio de un film sería anatema. Sentí un placer particular al incluirla en el montaje, como si les dijera “esto es cine, no periodismo audiovisual“ a los burócratas de la televisión europea».

Como puede desprenderse del último párrafo, Medium es una película libre: Fernández toca algunas piezas, recuerda algunos pasajes de su vida artística, transmite su experiencia a un par de alumnos muy jóvenes y también especula sobre la obra de Brahms y la música en general. Dice cosas sorprendentes sobre la imprescindible gestualidad en la ejecución que exigen ciertos compositores, como también ensaya hipótesis sugestivas acerca de la relación de la música y el teatro y, asimismo, la peculiar relación que se establece entre la música y la imaginación. Como si canalizara a Schopenhauer, intuye que el mundo tiene su centro en la música, a pesar de que, no siempre, fue esta el corazón de su vida cotidiana. Fernández escribió un libro sobre Greta Garbo y dedicó su tiempo a otras actividades; aquí no se revelan del todo las razones, pero sí se confiesa el abandono del instrumento elegido. El momento en el que se refiere a ese intervalo artístico destila una ternura particular, cuyo contrapunto inmediato sobre ese período es una carta escrita a mano dirigida a Cozarinsky y leída completamente en el desenlace. Todo esto puede ser así por una decisión del cineasta: «La forma del retrato no es pasiva, aborda desde distintos ángulos, por contraste, la experiencia vital, el trabajo artístico de Margarita, su relación con los jóvenes a quienes trasmite –de allí el título del film– un saber que no enseñan las academias». El filme, además, retoma la pretérita obsesión del director por aquello que llamó mucho tiempo atrás «el pase del testigo», una transmisión de una tradición o un placer estético que, en este caso, se extiende a la propia audiencia. Brahms dejará de ser para muchos una difusa referencia enciclopédica de la música clásica; la puesta en escena prodiga a quien mira y escucha una nueva pasión a cultivar.

En cierto momento, Medium abandona Buenos Aires y elige la Selva Negra como escenario. La visita a la casa de Brahms guarda secretos y depara instantes de placer contemplativo que remiten a la vieja serenidad encomiada por algunos filósofos de la misma tierra que el músico. La lluvia, el viento y la oscuridad, fenómenos tan simples, se convierten en signos de hermosura y en intérpretes privilegiados, pasajes de una sencillez estéticamente eficaz que halla su contraste dialéctico cuando Cozarinsky decide emplear fragmentos de La pieza de Franz, el filme de Alberto Fischerman en el que se registra la performance vanguardista del Grupo de Acción Instrumental, del que Fernández formaba parte. Como se puede adivinar, en los escasos 71 minutos, Medium propone armonías extraordinarias.

La película le permite a Cozarinsky conjeturar que «en mi trabajo para cine, he ido siempre en zigzag, entre el documental y la ficción, a menudo mezclándolos, sin pensar jamás en “hacer carrera”». Y también recapitular toda su carrera: «Recuerdo algunos films con satisfacción, otros, con cierta indiferencia. En todo caso, siempre he tratado de darme el gusto de trabajar no respondiendo a la demanda pública, sobre todo por la forma de abordar temas y situaciones». Son palabras demasiado modestas para una obra cinematográfica que, sin duda, ha sido libre como lo entiende su autor y para muchos es y será insustituible si este decide dejar de filmar, porque el cine, y el de Cozarinsky en especial, también puede modificar nuestras vidas.

*Este texto fue publicado con otro título por Revista Ñ en el mes de febrero de 2020 

Roger Koza / Copylfet 2020