BALANCE DE CINECLUBES: LOS ANORMALES

BALANCE DE CINECLUBES: LOS ANORMALES

por - Cineclubes
16 Dic, 2007 11:23 | comentarios

Por Roger Alan Koza

Al finalizar la función de la primer película de noviembre, la inglesa Una buena mujer, todo el público parecía contento. Pocas veces se puede percibir en el Berti una suerte de ola expansiva de aceptación. Una mujer se me acerca y me dice: «¡Por fin una película normal!» Es el reverso exacto de quienes dijeron, tras la función de primera tarde de Honor de Caballería, la genial película de Serra: «Te perdonamos».

Fue una declaración reveladora, un abracadabra capaz de iluminar un problema y el por qué se debe perseverar con un cineclub, si se entiende por ello un gimnasio perceptivo en el que la mirada se pone a prueba y se fortalece un ejercicio óptico por el que ver implica conocer, y conocer, pensar.

En efecto: existe una lógica audiovisual, no muy exigua, que va de películas tan disímiles como la incomprendida aunque mediocre 300 a la pusilánime y acríticamente alabada Vitus, por la que el espectador nada debe hacer excepto el estar sentado en una silla y responder a los requerimientos de una compaginación canónica, propia de una convención no escrita pero firmemente suscripta en el imaginario del espectador. Estas películas son distintas, pero en ellas subyace un principio común: el cine debe ser contar historias, y debe tener por consecuencia, un desarrollo por el cual un núcleo central se desenvuelve y se define (en 300, una batalla imposible; en Vitus, como un genio habrá de participar en un mundo de mediocres, aunque su inteligencia siempre está al servicio de sí, y jamás da un paso más allá de su inconsciente burgués).

Otro espectador, y a propósito de la misma película inglesa, señaló: «Debes estar enamorado…» Supongo que la gente enamorada no renuncia a entender el mundo a su alrededor. Y sea cual fuere mi estado anímico, jamás dejaría de dar un film como Cuando el dique se quebró de Spike Lee o M, de Prividera, porque mi vida afectiva esté en alza. De hecho, experimento lo contrario: más ganas me da de combatir la indiferencia, la insignificancia, la ignorancia, empezando por la propia.

El cine anormal que supuestamente paso es uno que permite entender el mundo y su multiplicidad. Me parece que si un espectador X se propusiera venir todo el año a las funciones de cineclub, no faltar a una función jamás, a lo largo del año no solo habría de modificar su gusto cinematográfico, sino también habría de adquirir un tipo de experiencia cosmopolita y crítica sobre la vida en nuestro mundo. Hemos visto, durante este año, películas de esquimales y tibetanos; hemos visto el funcionamiento del capitalismo y los efectos sobre la subjetivdad en films como El mundo, La nación de la comida rápida, Bamako; hemos visto incluso la monumental obra de Godard, Historias del cine, y con él se intuye por qué el cine es un modo privilegiado de acceso al mundo. En efecto, lo normal es creer que el cine meramente entretiene. Lo anormal es pensar que el cine desestabiliza, resiste, cuestiona, incluso implora por justicia y pide, a veces, por lo imposible. Y de ello no se predica, bajo ningún motivo, que el humor (o la comedia) quedé proscripto. El cine de Chaplin es la impugnación por antonomasia: reír para combatir, filmar para denunciar y enunciar cómo funciona la crueldad y sus insólitas máscaras.

¿Habrá todavía un lector a esta altura del texto?

No había muchos espectadores la semana pasada durante la función de La ganga, el film de Lisandro Costa que intenta visualizar estructuralmente la explotación minera en el país. Unos amigos que venían de la Punilla, por vergüenza, deciden quedarse (me traían unos dvds sobre minería): «Vamos de extras».

Fue una sorpresa. Menos de 50 personas, previo a una difusión que no fue discreta, además, la entrada era gratis. En el resto de las localidades el público fue ostensiblemente mayor. 180 personas en Villa Giardino, por ejemplo. Es un dato sociológico. ¿Qué sucedería si pasara un documental sobre Cabrera  y Tigger Woods? O mejor aún, ¿cuánta gente traería un Filmando por un sueño, una bizarra propuesta imaginaria en la que Mr. T filma para propiciar el peor modelo de solidaridad que pueda concebirse? ¡Y pensar que hace unos meses, en La Cumbre, había una campaña para que no se talaran árboles! Firmar lleva un minuto.

Pero hubo una excepción en La Cumbre. Fue el único lugar en donde hubo un funcionario del gobierno en una proyección. Y el viernes por la mañana me llamó para informarme de que salía un decreto de la municipalidad contra la explotación minera a cielo abierto. Durban, secretario de Turismo, fue la excepción.

Ya he dicho públicamente que el año que viene tendremos a Michael Haneke en foco, también al director indio Satyajit Ray, pero la novedad es que volveré a programar ciclos, aunque de un modo transversal: habrá unas 8 películas sobre la Cristiandad, una herencia cultural insoslayable que merece ser pensada. También habremos de ver filmes en portugués, es decir, películas de Brasil y Portugal. Y, por último, un ciclo sobre películas de Europa del Este.

Pero antes viene la muestra para niños y la 4 Muestra de Cine independiente de La Cumbre. Ya habrá noticias de ambas. Mientras tanto, va esta carta de cierre, y espero que quienes lo deseen puedan votar las mejores 5 películas vistas durante este año en el cineclub.

Agradezco a todos los que han apoyado este emprendimiento. Sinceramente. Nosotros, es decir Viviana Ollua y yo, seguiremos trabajando para ofrecer otro cine.

 Buen año.