BAFICI 2010: TELEGRÁFICAS (2)

BAFICI 2010: TELEGRÁFICAS (2)

por - Festivales
10 Abr, 2010 07:53 | 1 comentario

Por Roger Alan Koza

Morir como un hombre, Joao Pedro Rodruiges, Portugal, 2009

Pocas veces me sucede, excepto cuando estoy frente a un fenómeno visual y sonoro soberbio: mientras veo el film de Rodrigues deseo que no acabe nunca, que su drag queen no devenga hombre, pues sé que en ese devenir, explicitado por su título equívoco y a la vez preciso, acabará la película. En efecto, Morir como un hombre es demasiada humana para ser reducida a un film paradigmático de festivales gay, (como se sugirió en la ridícula crítica de Variety durante el festival de Cannes 2009 que la estrenó), demasiado buena para participar de la competencia de Cine del futuro del Bafici. Si hubiera un premio transversal para la mejor película del festival, aquí está una de las tres mejores. Como si se tratara del rostro de un yanomani, un soldado se maquilla para ir al frente. Es una guerra imprecisa, casi onírica, cuya batalla transcurre en un bosque en la noche. Dos soldados cogerán, y uno de ellos morirá como un hombre. Inmediatamente, viene los títulos de presentación que se intercalan con una original explicación médica sobre la transformación genital. Del resto del metraje se predica otro sentido de morir como un hombre, y, paulatinamente, Tonia, una estrella del musical, travesti que vive con su enamorado mucho más joven, que tiene un hijo de la edad de su pareja y ama profundamente a su perro diminuto, irá articulando un relato esencialmente poético de carácter trágico, no desprovisto de humor, sobre la subjetividad travesti. Son 20 años de carrera, y un extenso período de tiempo para convencer al mundo que es una mujer. Profesión e identidad simbólica y biológica definen los días de Tonia. Estructuralmente rizomática, a pesar de que el título indica un telos ineludible, Morir como un hombre es impredecible: un paseo por el bosque deriva en una estadía delirante en un casa de campo con dos travestis: una de ellas capaz de recitar a Celan en idioma original; la otra, una suerte de ama de llaves, compañera de “claustro” (se parece a Alberti como boluda total). En algún momento, irán a cazar duendes en plena noche (americana que deviene en noche rojiza), aunque un médico amigo de la casa finalizará juntando hongos. Aquí, la libertad es soberana, y un pasaje absolutamente original, que puede remitir a los últimos minutos de Tropical Malady pero con toques de Fassbinder, opera como una preparación para la elegía materialista con la que cierra la película, unos de los funerales más hermosos en la historia del cine acompañado de una canción popular que culmina en una panorámica de Lisboa. Los colores de Morir como un hombre son inolvidables (hay una escena que a través de una sobreexposición de luz se pinta el plano de un solo color; es sencillamente un triunfo sobre el lenguaje del cine), pero no son los tonos de colores su mayor grandeza, sino los múltiples matices por los que se define la vida humana, en consonancia al deseo de Tonia por un modo de ser plural. Humano, demasiado humano, Rodrigues ha hecho una obra maestra.

Viaje sentimental, Verónica Chen, Argentina, 2010.

Película pequeña y personal, como la propia realizadora de Agua lo confiesa, este viaje fotográfico por Holanda, Hungría, Francia, Italia, Corea del sur, China y Argentina, a menudo en interiores y en escenarios de tránsito, vinculados casi siempre a festivales de cine, puede parecer una anécdota excesivamente personal, aunque Viaje sentimental es una suerte de diario íntimo con algunos instantes poéticos y un desenlace inesperadamente conmovedor, primero a propósito del único pasaje en donde las imágenes adquieren movimiento, y luego, en el último plano del film, a través de una foto familiar, retrato que secretamente articula este álbum fotográfico convertido en película, y que trastoca el carácter íntimo y privado en una experiencia universal. La disyunción entre imagen y sonido es una constante muy interesante en la puesta en escena, una decisión heterodoxa que desestima significar lo que se ve con lo que se escucha, excepto por los textos breves que acompañan a las imágenes y algunos temas musicales, no siempre pertinentes. Es un film sobre la memoria y la identidad nómade, la de una directora empecinada en extraer y registrar del mundo un poco de belleza.

Paraíso, Héctor Gálvez, Perú, 2009.

Este retrato coral sobre cinco adolescentes que viven en los suburbios de Lima es preciso en exponer un imaginario, una herencia histórica y el pronunciamiento estructural de la pobreza. Un árbol que sobrevive en el medio de una tierra yerma es la cifra del film y el espejo de los personajes, quienes intentan estudiar, trabajar, unirse al ejército, sumarse a un circo o hallar tesoros perdidos del viejo imperio incaico. Las panorámicas son contundentes: es un contexto devastador en el que el desierto crece. Consciente de sus elecciones estéticas, Gálvez busca una forma capaz de no pactar con el desencanto.

Fotos: 1) Morir como un hombre

ROGER ALAN KOZA / COPYLEFT2010