BAFICI 2008 (2)

BAFICI 2008 (2)

por - Festivales
11 Abr, 2008 08:32 | Sin comentarios

 

Algo ha cambiado. El BAFICI es un festival profesional. Quien haya estado en otros festivales reconoce que todo está muy aceitado, que las grillas son interpretables, que el catálogo no describe sino juzga y propone con sus textos ideas de cine. El actual director artístico, Sergio Wolf, expone lo que piensa en sus secciones, y está presente en muchas de las películas que se exhiben. Es importante que haya un último responsable. Wolf no es un fantasma, y, probablemente, no es un lobo dictador que quita la palabra a sus programadores.

Hay nuevas sedes, equipo de prensa, un catálogo de industria claro, libros, conferencias, hasta un mapa de Buenos Aires que ha sido elogiado por todos los extranjeros con los que he hablado. La única queja sostenida por parte de críticos y programadores del exterior es el problema con los subtítulos de las películas. No todo lo que se exhibe posee subtítulos en inglés y eso dificulta el trabajo para algunos, aunque la mayoría de las películas comprometidas en competencias sí lo tienen. Pero la información no es precisa, y habrá de ser un tema a solucionar.

¿Está todo bien? Si y no. Si, porque es evidente que en el BAFICI ya no se improvisa; es un festival consolidado y posee una identidad (abierta). Pero quienes hayan visto La mirada febril, de Rafael Filippelli sabrán que no todo brilla, lo que no significa que el aporte fundamental del festival no persista: dar visibilidad a las películas que el mercado excluye y formar espectadores, críticos, cineastas, incluso modelar la industria bajo otro parámetro que no sea el mercado su exclusivo objetivo.

Pero La mirada febril insinúa ciertos progresos y retrocesos, o quizás un movimiento dialéctico en el que se superan ciertos obstáculos y se hace un aprendizaje, hasta que se vuelve a congestionar la ecología de las imágenes y los discursos sobre ellas (el término proviene de uno de los entrevistados), y entonces se está ante una nueva crisis del campo general del cine. Es por eso que la apertura y clausura sonora del film de Felippelli ofrece una reconstrucción histórica pero también un diagnóstico del presente. Los acordes de Xenakis transmiten caos, conflicto, sismo, tensión.

En efecto, hay un tránsito que va de 1999 al 2008, en el que se ha avanzado, pero se repite, paradójicamente, un fantasma, aquel que el BAFICI identificó como su enemigo: la normalización estilística y conceptual del cine argentino de autor e independiente, protegido por las miles entidades que coproducen y un festival que garantiza una jerarquizada existencia. En otras palabras, la independencia en riesgo, las fuerzas creadoras codificadas por un sistema de redes complejo al que se le llama la industria del cine. Es una tesis que en el film se repite a través de varias voces y que en su desenlace funciona como una sabia advertencia. (Por eso, la función especial de lunes por la noche del cuarto film de Lisandro Alonso, Liverpool, será la medida justa y el complemento necesario de los enunciados de este film de Felippelli; se habrá de verificar la libertad de quien hiciera la película más importante surgida de este contexto difuso llamado cultura BAFICI, La libertad).

La mirada febril es en verdad una declaración de principios. Sin decirlo expresamente, postula que el BAFICI ha sido (y es bueno que así siga siendo), no del todo en un inicio, pero sí en su consolidación, un festival concebido por críticos. La presencia de Quintín podrá molestar a muchos, pero es su discurso el que recobra ese gesto radical y libre por un cine en el que la forma, es decir la puesta en escena, es un posicionamiento político. Después se interpelará al mundo y sus prácticas.

Entre entrevistas pertinentes, citas precisas y fragmentos de películas excepcionales y fundamentales, La mirada febril constituye un discurso colectivo en el que se responde a la pregunta de Bazin sobre qué es el cine al mismo tiempo que se condensa en una hora el aprendizaje de 10 años. Aquí supimos que existía un tal Sokurov, un tal Costa, revisitamos a Godard, descubrimos a Tsai Ming liang y Portabella, vimos (y no escuchamos solamente) a los Straub, hasta llegamos a ver a Sancho Panza y el Quijote como nuestros coetáneos. (Diego Battle, con razón, sugiere que la sección Contracampo, a cargo de Sarquís a fines de los ‘90, en el festival de Mar del Plata, habría que entenderla como parte de la prehistoria del BAFICI). Es decir experimentamos lo que Cozarinsky denomina un cierto cosmopolitismo sofisticado, unviversal y accesible, una alta cultura que le pertenece al mundo y que el cine puede expresar y un festival recolectar en fotogramas.

Entre película y película, en los pasillos y en los cafés, las películas se juzgan, se defienden, se atacan. Son conversaciones taxativas; rara vez se discute y confrontan criterios. Sin ir más lejos, ayer decía que En la ciudad de Sylvia me parecía magistral, menor pero excelsa. Puede ser que tenga que pensarlo dos veces. Hoy escuché comentarios bastante malos, el más maldito y divertido, que el film de Guerín por momentos parece una publicidad de shampoo. Entiendo algunas objeciones, por ejemplo, aquella que señala cierta intrascendencia temática en contraposición y tensión respecto de un ostensible refinamiento formal. «Todo muy lindo, pero, ¿para qué?»

Robert Koehler, con quien nos hicimos amigos en Guadalajara, me decía de haber tenido una experiencia Gueriniana durante la tarde de ayer. Aparentemente, comprando algo en un negocio, empezó a mirar el cabello de una mujer, observación que lo indujo a un tipo de contemplación que En la ciudad de Sylvia se multiplica, siendo finalmente en su  totalidad, una suerte de pedagogía de la mirada.  

Creo que es ese el valor central del film del autor de Tren de sombras: la materialización de una propuesta perceptiva general muy refinada y artística, en donde la ciudad es una constelación de objetos y sujetos dispuestos a la vista. Lo que Koehler me decía era precisamente cómo las películas pueden modificar nuestro sistema perceptivo.

(Continuará)

Fotos: 1) fotograma de La mirada febril; 2) Tsai; 3) Guerín.

 COPYLEFT 2000-2008 / ROGER ALAN KOZA