AVE FÉNIX / PHOENIX

AVE FÉNIX / PHOENIX

por - Críticas
01 Abr, 2015 05:23 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

LA VOZ DE LOS ESPECTROS

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Ave Fénix / Phoenix,  Alemania-Polonia, 2014

Dirigida por por Christian Petzold. Escrita por C. Petzold y Harun Farocki, basado en la novela Le Retour des cendres, de Hubert Monteilhet

**** Obra maestra

La última película del más conocido cineasta de la Escuela de Berlín es por lejos el mejor título de su carrera.

Cada tanto se escucha la cantilena de que tal autor u otro es el último representante del cine clásico. Pues bien, Christian Petzold no será el último clásico, pero sus últimas películas y la extraordinaria Ave Fénix en particular honran y reavivan una tradición cinematográfica olvidada. Ningún efecto especial, ninguna pirueta formal, basta con aplicarse a contar una historia sin exponer excesivamente la forma elegida, invisibilizada con elegancia, porque el cineasta clásico no deja nunca de escribir con imágenes.

Desfigurada y habiendo sobrevivido a un campo de concentración, Nelly (la gran Nina Hoss, actriz fetiche del director) regresa con su fiel amiga Lena a Berlín, o a lo que queda de esa ciudad. El objetivo es recrear su rostro (y no reconstruirlo), una distinción semántica que no es menor y que desde la apertura resulta evidente. El paso de las dos mujeres por un puesto de control militar explicita sin mostrar que la cara de Nelly ha sido despojada de su dignidad.

La cirugía estética funcionará, pero Nelly, del mismo modo que Alemania, deberá reinventarse. No es fácil. El nazismo no es todavía una desgracia histórica superada; aún determina las relaciones, es un trauma demasiado presente. En efecto, emigrar a Palestina (aún no se ha fundado el Estado de Israel), por ejemplo, representa un posible futuro, y en cierto sentido se trata de otra forma de cirugía, como aquí se sugiere.

Todos creen que Nelly ha muerto, incluido su marido, cuya situación frente al pasado acontecido no es del todo clara. Y he aquí el nudo melodramático del film: Nelly buscará a su esposo y al encontrarlo éste no la reconocerá aunque sí descubrirá cierta similitud respecto de su mujer, a la que cree muerta. Sucede que si Nelly estuviera viva recibiría una herencia suntuosa, y lo que pretenderá entonces el marido es que esta mujer desconocida aprenda los modales y la historia de su difunta esposa para cobrar juntos el dinero. La similitud con Vértigo es evidente, pero el film de Petzold no es un remedo de aquel y ni siquiera trabaja en una misma línea simbólica el deseo de revivir a un muerto; la perspectiva es acaso la opuesta.

Lógicamente, el suspenso pasará por saber si el marido se dará cuenta de la situación o si Nelly revelará quién es. La resolución del dilema será tan magistral como delicada, ostensiblemente genial y de una potencia filosófica incómoda: no es finalmente el rostro la marca de la identidad, sino ese extraño sonido que parece habitarnos y que no parece del todo nuestro, la voz. La autonomía sonora y la invisibilidad de ese rasgo acústico de la identidad, que no necesariamente se corresponde con el semblante del rostro, constituyen secreta e involuntariamente uno de los temas fascinantes del film. Es probablemente esta dimensión peculiar de la voz lo que determina la fuerza sublime de una de las versiones que se escucha de Speak Low, una canción escrita por Kurt Weil.

He aquí también una forma de revisar el Holocausto fuera de la norma de Hollywood, tópico histórico devenido en género cinematográfico. Petzold deja en fuera de campo el campo de concentración, aunque la racionalidad criminal y perversa de los nazis sobrevuela el relato, tal como se materializa en una escena ocasional que tiene lugar en la noche y entre escombros, pasaje en el que el grito de un hombre paraliza a Nelly (y también en un momento en que se oye o se ve un tren). Es otro uso de la voz, de otro orden semántico, pero lo que aquí se pone en juego es una vía conductual para significar la marca del exterminio en los cuerpos. Lo extraordinario del trabajo de Hoss estriba en su inmovilidad o en la dificultad motriz frente al espacio. La recreación del rostro es el obstáculo evidente, pero recuperar la confianza en el desplazamiento resulta un desafío mayor. No solamente Nelly empieza a habitar su propio rostro, sino que también recupera un modo de moverse a través del espacio inmediato.

¡Qué maravilla poder ver todavía una película como Ave Fénix! El filme de Petzold debería resistir en cartelera por meses para recordarnos una poética de cine evanescente, caligrafía visual en extinción. El prehistórico concepto de lo armonioso para denotar lo bello recobra vida en cada secuencia: las elipsis, las sombras y luces elegidas para visualizar una Alemania destruida y decadente después de la Segunda Guerra, la interacción de los personajes, los momentos en los que suena la música. Ave Fénix es una clase de cine. No se la pierda.

*Esta crítica fue publicada en otra versión en el diario La voz del interior en el mes de marzo 2015

Roger Koza / Coypleft 2015