ADIÓS PARANOICOS: UNA RESPUESTA A JAVIER PORTA FOUZ

ADIÓS PARANOICOS: UNA RESPUESTA A JAVIER PORTA FOUZ

por - Ensayos
07 Sep, 2014 11:51 | comentarios
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Los paranoicos

Por Nicolás Prividera

A raíz de las repercusiones de mi nota “Crítica política”, publicada en otroscines.com, Javier Porta Fouz responde con una titulada “Adiós Pizza, birra, faso”, que comienza con la siguiente frase: “La larga etapa delirante del kirchnerismo genera momentos realmente extraños”, tal como su misma nota ilustra… “Si la realidad niega tus creencias y tus emociones políticas, no importa, que se joda la realidad”, dice Porta Fouz que es el problema de los fanáticos, y estamos de acuerdo. De hecho a eso iba el texto que dio origen a todos estos. Pero el crítico parece no ver la viga en el propio ojo.

De todo lo dicho, lo único que cita Porta Fouz en su respuesta es una frase de Fernando Martín Peña (la última y más general de su precisa intervención) y un título-tuit de Oscar Cuervo (en el que este, una vez más, se despacha con munición gruesa), es decir: sigue en ese terreno facilista que elige para su simulacro de debate (cuando no esperaba respuesta, digamos). Pues no se ve qué tiene que ver el Indec, la inflación, y demás referencias a los “que se hacen los sotas ante el ultraje a toda lógica” con esta discusión: de hecho esto último se le podría achacar al mismo Porta Fouz ya que, después de mezclar una vez más los tantos, se desentiende de todo con una pirotecnia verbal que solo puede convencer a sus propios “fans”.

Como suele suceder en estos tiempos, es más fácil acusar a alguien de anti / kirchnerista que responderle. Yo respondí punto por punto su nota, pero Porta Fouz mete todo en una bolsa de gatos para escaparle a la cuestión de fondo. Ya que el tema central, para decirlo una vez más, no es aquello en lo que obviamente todos los interesados acordamos (es decir, que el INCAA debiera hacer «más por la distribución y la exhibición para apuntalar esa enormidad de estrenos») sino en todas las afirmaciones falaces o directamente brutales que hizo además de abogar porque se apoyen menos proyectos, sugiriendo entre otras cosas que buena parte de esas “decenas y decenas” de películas son “kirchneristas” su incansable caballito de batalla, sin aportar una sola prueba, no digamos ya un solo número (porque claro, supone que a sus lectores de La Nación o Hipercrítico no les hacen falta). Todo se reduce así a “un recurso de escritura dramático para que quede resonando en quienes lo leen”, como dice al final sin verse en ese preciso autorretrato…

Baste un ejemplo de su retórica: cuando habla de “constelaciones mentales de la derecha, el menemismo, el neoliberalismo y los nostálgicos de la dictadura(el subrayado le pertenece) busca que la mención final desmerezca toda la serie: efectivamente, nadie –salvo tal vez Cuervo, a quien parece dirigirse la excusa de Porta Fouz– diría que el crítico-programador es un “nostálgico de la dictadura” (caracterización que no deja de ser exacta para la derecha más dura), pero sus ideas y propuestas condicen bastante con el resto de la “constelación”, como puede ver cualquiera que venga leyéndolo desde hace años, así como a quienes son parte de su universo ideológico (sin ir más lejos, este mismo domingo se publicó en La Nación una nota de Pablo Avelluto, productor de El diálogo –película avalada por Porta Fouz en el Bafici–, donde se vuelve a reivindicar la teoría de los dos demonios, como es usual en ese diario y sus colaboradores).

Terminar su nota con la obvia referencia a las películas sobre Kirchner (que curiosamente dieron cuenta de una disputa en cuanto a concepciones del cine), sin dar cuenta de las “decenas y decenas” que pretende que no existan con esa excusa, no es más que seguir simplificando la cuestión hasta extremos “delirantes”. Lo que hace que los extremos terminen por “abroquelarse”, que es precisamente lo que Porta Fouz dice criticar. Una mirada más distante podría decir, por ejemplo, que el “market share” (lo que tanto preocupa a Porta Fouz) no se mejora precisamente haciendo menos películas, ni tampoco dejando de lado los “nudos históricos”. Pero si así fuera, y de pronto la Argentina se convirtiera por milagro en el Bollywood latino (exaltando un cine de género de dudosa calidad), como lo fue de algún modo en llamada -por otros nostálgicos- “época de oro”, no sería más que una victoria pírrica. Al menos para los que nos interesa algo más que ese sueño “industrial” que parece ser todo el horizonte de ciertos críticos y funcionarios (sin distinción de ideologías…).

En definitiva, son esas y otras cuestiones de fondo las que bien debieran discutirse, pero “pocos en el ambiente” parecen querer hacerlo, pese a los cacareos para la tribuna. El mismo Porta Fouz cierra la cuestión con un portazo dando la apariencia de una respuesta, así como antes había dado la apariencia de un debate o la apariencia de una lectura seria de las estadísticas. Todo un estilo.

Posdata: Porta Fouz termina su nota diciendo que “falta una nueva Pizza Birra Faso. Una que transcurra en los noventa, claro, porque hoy ya no hay más miseria ni jóvenes empobrecidos y sin futuro”. Curiosamente, se trata de la misma lectura (invertida) que hizo Cuervo de Mauro, la película ganadora del último Bafici: “Roselli hace una película de los ‘90 en 2014 (…) al servicio de la tesis de que la degradación es un proyecto social inevitable”. La coincidencia habla menos de la película (mucho más interesante en su claroscuro de lo que dejan ver esas simplistas lecturas) que de un modo de señalar, in extremis, lo que según esa mirada ”sobra” en el cine argentino (y que usualmente es, claro, lo contrario de la política/estética que suele propiciar). Algo que es apenas motivo de polémica si lo expresa un crítico, pero que siempre es preocupante cuando lo hace un funcionario (aunque siempre sea preferible esa honestidad brutal al silencio de quienes ocultan sus presupuestos).

Nicolás Prividera / Copyleft 2014