A PESAR DE TODO, HAY ALGO HERMOSO EN EL MUNDO

A PESAR DE TODO, HAY ALGO HERMOSO EN EL MUNDO

por - Entrevistas
19 Nov, 2021 07:28 | Sin comentarios
Alexandre Koberidze dice algunas cosas sobre Iosseliani, Messi y varias cosas más que están presentes en su segundo largometraje What Do We See When We Look at the Sky?

La promesa de un romance interrumpido por fuerzas misteriosas entre una farmacéutica y un joven futbolista es el inicio de ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, una de las películas más hermosas y singulares de este año. El responsable se llamaba Alexandre Koberidze, a veces también oficia de actor principal en las comedias marxistas de Julian Redlmaier. Su película precedente, Let the Summer Never Come Again, no era menos enigmática y extensa, pero el tono era un poco más sombrío debido a que trataba sobre la vida de un hombre quien, para sobrevivir, se acostaba con otros hombres por dinero. 

En este retrato amoroso y caleidoscópico de un pueblo y sus costumbres, en el que el fútbol (y Messi) reúnen a los habitantes, la única oscuridad está ligada a un maleficio bastante inocuo y circunstancial. Koberidze está en las antípodas de la recientemente consagrada colega georgiana Dea Kulumbegashvili, cuya Beginning ostenta una densidad existencial y un regocijo en la crueldad ajenos al tono cálido y benevolente que tiñe ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? Esto puede explicarse por las referencias estéticas de Koberidze: del gran Otar Iosseliani parece heredar un sentido del conjunto y la amalgama entre espacio y existencia; de Baadur Tsuladze, en especial de su cortometraje Feola, el joven cineasta reconoce la relación del fútbol con el difuso sentimiento de lo popular. El cine de Koberidze rezuma vitalismo y magnanimidad.

La complejidad formal de la película apenas se nota, porque la calidez de los personajes lo disimula y los pasajes placenteros son muchos. Dejarse llevar es lógico, pero ¿quién puede filmar a un pueblo con tanta destreza y respeto? Al finalizar no solo se ama sin vacilación alguna a Lisa y Giorgi, también a los niños, los jóvenes y los viejos de Kutaisi, incluso al río Rioni, los puentes, las estatuas y los perros de la ciudad. En otro tiempo se creía que conocer era una forma de amar. Esa vieja tradición honra el cineasta. 

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Roger Koza: Quería preguntarle primero que nada por el título. La relación con el desarrollo de la película no es inmediatamente evidente, pero quisiera saber su parecer.

Alexandre Koberidze: Empecemos por el título: Leo Messi es un protagonista importante en la película y el título se inspiró también en él. Como nuestra película gira en torno a varios temas e intenta no dar más importancia a un tema o a un personaje que a otro, estaba buscando un título que pudiera ser lo suficientemente universal como para cumplir este deseo. En algún momento me acordé de la sorpresa que me suscitaba el gesto que Leo realiza cuando hace un gol: siempre mira al cielo. Es la principal diferencia entre Ronaldo y Leo. El primero cuando hace un gol señala con sus dos manos el suelo donde se encuentra como si fuera una roda, mientras Leo mira al cielo y señala con sus dedos hacia arriba. Su conexión con el cielo es tan obvia y hermosa. Así que mirando a Leo y sabiendo que tiene sus propias razones para mirar al cielo me puse a pensar en este gesto en general. Todo el mundo lo hace en diferentes momentos, con diferentes intenciones y diferentes pensamientos. Así, tenía una pregunta universal donde cada uno puede tener su respuesta personal.

¿Y la cita de Cheishvili?

La cita del principio es de Reso Cheishvili, un escritor de Kutaisi que escribió mucho sobre este lugar y cuya forma de contar historias está estrechamente relacionada con los lugares. Su literatura dio forma a nuestra película desde el principio. Hay diferentes Kutaisis en la película y uno de ellos es el de Cheishvili. La cita ofrece al espectador la posibilidad de buscar al escritor después de la película y también refleja o anuncia la forma en que se contará la historia: habrá un narrador que sabe lo que piensan los distintos personajes y a la vez los personajes rara vez darán cuenta de lo que piensan.

A propósito del cruce casual de un hombre y una mujer joven, la película explora lúdicamente dos principios filosóficos opuestos sin tomar partido: existe el azar, pero también están las maldiciones que pertenecen a una interpretación del mundo signada por el destino y el impedimento de su cumplimiento. ¿Por qué eligió este dilema metafísico para contar una posible historia de amor? 

Yo diría que hay tres principios opuestos: azar, destino y voluntad. Tal y como veo el mundo ahora, estos principios no son tan opuestos como pueden parecer y no siento la necesidad de decantarme por ninguno, al menos ahora tengo la sensación de que he experimentado los tres principios en mi vida. ¿Qué pasa con el amor? ¿Se trata del destino? ¿Está todo ya escrito? ¿Es tan solo una coincidencia y si perdemos la única oportunidad está todo perdido? ¿O se trata de nosotros y de cómo decidimos que sean las cosas? Creo que me quedo con los tres principios, una trinidad.

En verdad, la película es un retrato amoroso de Kutaisi y su gente: el río Rioni, los puentes de la ciudad, las pequeñas casas junto al río, las escuelas, los bares, los árboles, los perros, la luz del sol son auténticos protagonistas. ¿Cómo cree usted haber logrado combinar este retrato indirecto con la historia de amor maldecida que pone en marcha el relato? 

Hay una preciosa carta sobre Kutaisi de un escritor georgiano contemporáneo que comienza con una pregunta: “¿Quién soy yo para escribir sobre Kutaisi?”. Yo también me preguntaba lo mismo, pero tampoco tuve nunca la intención de hacer una película sobre Kutaisi, sino que después de pasar un tiempo allí nos fue imposible no hacerla. El deseo de hacer una película sobre acontecimientos mágicos fue el punto de partida de la película, pero cuando escribí la idea inicial en mi cuaderno no sabía que iba a ocurrir en Kutaisi. Y me alegro de que se haya dado así: Kutaisi es el corazón de Georgia y si la magia tenía que plasmarse nunca puede estar lejos del corazón.

Hay algo hermoso en el hecho de que usted elija a un caño de agua, una cámara de vigilancia, una planta como entidades capaces de comunicarse con la protagonista. También los perros son más que cuadrúpedos que están en las calles. Los perros conocen las tradiciones, son fieles a equipos de fútbol y eligen un bar y no otros. ¿De dónde proviene esta concepción animista y lúdica?

En algún nivel inconsciente creo que era importante expresar algunos sentimientos como la tristeza y la esperanza. Un amigo me escribió sobre los sentimientos y el mejor modo de expresarlos y lo relacionó con criaturas antiguas como los árboles, los perros y las piedras, criaturas que nunca han traicionado sus emociones. Creo que a través de una mirada cuidadosa se pueden compartir sentimientos. La cámara de vigilancia tenía un papel diferente en el guion; estaba allí y estaba relacionado con la maldición, pero cuando estaba editando y mirando en profundidad entendí que no había nada oscuro y desagradable en la cámara; al contrario, la cámara tenía algo profundo e interesante; no lo reconocí durante la filmación porque sucedió demasiado rápido y se necesita tiempo para ir más allá de los pensamientos prefabricados y ver más nítidamente el corazón de las cosas.

Debe darse cuenta de que no se puede obviar la importancia de la Selección Argentina de fútbol en el film. Argentina gana un Mundial con Messi en sus filas. Messi es reverenciado en todo el film. ¿A qué se debe esta fijación con Argentina y la obsesión en el relato por el fútbol? 

Si estamos de acuerdo con la teoría de que todo el mundo necesita un héroe (lo cual, por supuesto, es un pensamiento dudoso), yo diría que Leo es el mío. Es mi héroe, al que sigo desde el principio de su vida en el fútbol. A través de Leo me enamoré de los colores que lleva cuando juega con su equipo nacional (reconocerán estos colores a menudo a lo largo de nuestra película, aunque el «azul cielo» también es un color de Kutaisi). Quería crear una realidad en la que la «tragedia» de que Leo no ganara la Copa del Mundo se hubiera conjurado; por supuesto, tenemos esperanzas en la próxima Copa del Mundo, pero ahora podemos estar tranquilos, ya que tenemos el trofeo de la Copa del Mundo en el bolsillo. Mi relación con Argentina no empezó con Leo sino con el Gato Barbieri, que era el músico favorito de mi padre. Más tarde descubrí el dulce de leche, así que aquí tenemos de nuevo una trinidad: el Gato, Leo y el dulce de leche. Sueño con hacer una película en Rosario, ciudad de la que proceden el Gato y Leo, sobre un chico y una chica que primero se pierden y luego, a través del dulce de leche, se reencuentran.

Usted privilegia planos secuencia extensos y al mismo tiempo sostiene los planos con movimientos geométricos ostensibles que permiten sentir la geografía, el espacio cívico y a quienes están transitando en él. Esto parece invocar al maestro Otar Iosseliani. Hay una escena en la que los jóvenes de Kutaisi cantan en una sobremesa como sucede en las películas de Iosseliani. También el concepto sonoro general tiene reminiscencias al cine del maestro, en el que siempre hay un fondo sonoro de ruidos de calles y fiestas. ¿Es toda una casualidad o se trata de un deliberado reconocimiento a una tradición?

Una vez leí que, a diferencia de la ciencia, en la que cada nueva teoría significa que la antigua o la anterior estaba equivocada, en el arte lo nuevo suele surgir del amor por el pasado; yo también trabajo así: si quiero hacer algo no es porque no me haya gustado o porque quiera demostrar que alguien está equivocado, sino porque algo me ha sorprendido, me encanta y quiero entrar en contacto con eso. Otar Iosseliani no solamente me marcó a mí, sino también, según mi visión, a mucha más gente en Georgia, así que considero un privilegio pisar el mismo terreno que él pisó y está pisando. Por supuesto, no amamos únicamente a Iosseliani: Faraz Fesharaki, director de fotografía de la película y yo, hemos abrazado a diferentes cineastas: Soso Chkhaidze, Alexandre Rekhviashviashvili, Eldar Shengelaia. También compartimos un gran amor por Abbas Kiarostami y Nanni Moretti; es casi vergonzoso escribir todos estos nombres porque puede sonar pretencioso, pero quiero dejar asentado que lo he dicho por amor y con respeto. La película que más vi durante la preparación de mi película fue un cortometraje georgiano llamado Feola. Yo quisiera acercarme a Feola, un ejemplo de excelencia cinematográfica.

Algo muy distintivo de su cine es el empleo de música. Usted hace un particular uso de la música en las escenas. ¿Cómo elige la música y en qué momentos?

Mi hermano Giorgi Koberidze compuso la música de la película, también grabó el sonido en el rodaje e hizo el diseño de sonido; lo que escuchamos estuvo en sus manos. En el guion solamente tenía las dos canciones de la película, la italiana y la georgiana. En todo lo demás trabajamos juntos y muy estrechamente. Mi hermano sabía que estaba haciendo una especie de «película muda», así que estaba claro que necesitábamos mucha música. La música se puede utilizar de formas muy diferentes; también utilizamos diferentes tipos de música, desde piezas ejecutadas con duduk (instrumento tradicional armenio) hasta música electrónica. Esta gama fue propuesta por mi hermano. También pensé que tenía la posibilidad de reflexionar a fondo sobre la música en el cine en la propia película; incluso para una forma de arte tradicionalmente más narrativa y visual como el cine, el ritmo es la principal herramienta donde se percibe el hecho de estar vivo. El ritmo del azar y del destino, el ritmo que impone una decisión, el ritmo siempre está, aunque bastante oculto para el oído y el ojo humanos. Mi teoría es que los seres humanos son criaturas que no forman parte de ese gran ritmo principal. Tal vez el arte puede ser útil para hacer asequible este ritmo, y quizás la música, como forma más pura de relacionarse con los ritmos, constituye una gran ayuda para el cine en esta “misión”.

¿Qué lo llevó a introducir a un narrador en el relato? 

No sé si alguna vez conseguiré hacer una película sin narrador. Creo que es una forma de asociar el cine, que es una forma de arte joven, con formas más tradicionales de contar historias; de nuevo, no para romper contra la tradición, sino más bien intento vivir en su interior. Al parecer, yo era un niño perezoso en cuanto a la lectura de libros, así que fue mi abuela quien me leía los libros que uno debía leer a esa edad. Después, de adolescente, pasé por la misma situación. Crecí escuchando una voz, y esta es la que siento como la forma más natural de contar historias, no creo poder cambiar al respecto; pero por suerte las películas no son solamente historias.

¿Tiene algún proyecto nuevo?

Hay pocas películas que quiero hacer; creo que la próxima será una road movie rodada con una Sony Ericsson 959 como mi anterior película: un hombre busca a su hija. Ya tengo el título: Hoja seca.

*Publicada en otra versión por Revista Ñ en el mes de noviembre de 2021.

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