30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (20): GO WEST

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por - Críticas, Festivales
09 Nov, 2015 07:48 | comentarios
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Mountains May Depart

Por Santiago Gonzalez Cargnolino

Si es cierto que China viene a reemplazar a los Estados Unidos como la potencia hegemónica planetaria, cabe preguntarse qué papel jugará el cine en ese proceso. El trabajo de Hollywood en la consolidación de su Nación y su imperio ha sido bien documentada. El presente exige entonces dirigir la mirada hacia oriente y poner el ojo en el cine chino. Para la cinefilia eso inmediatamente se traduce en el nombre de Jia Zhangke.

A la hora de hablar de las influencias de Jia Zhangke, las comparaciones más comunes han sido con Hou Hsiao-Hsien y con Antonioni. En realidad hay otro director italiano al que se parece mucho y es a Rossellini, por su forma de poner en relación a los personajes con el espacio y la manera nada forzada en la que deja entrever el carácter histórico de esa relación. Mientras veía su última película, me sentía tentado a comparar su trabajo con el de otro maestro, cuyo sistema en apariencia no tiene nada que ver. Go West dicen los Pet Shop Boys desde la banda sonora.

Hay dos movimientos muy interesantes en Mountains May Depart. El primero es la vuelta al pasado, ya que Jia sitúa la primera parte de su película en el año 1999. La primera escena ironiza sobre un clima de fiesta en torno al “milagro” económico chino, una realidad que el director chino ha mostrado desde su contracara terrible. La escena de baile al ritmo del hit de los Pet Shop Boys dispara la película en una dirección similar a la de los primeros trabajos del director. En esta primera parte de la película, Jia filma un pueblo donde el gobierno realiza obras monumentales de infraestructura en torno a una ensenada. La empresa se encuentra en las primeras etapas de su realización y me recordaba a otra película de coordenadas históricas y estéticas muy distintas.

En La pasión de los fuertes, John Ford filmaba un pequeño pueblo del Oeste en proceso de construcción. Una de sus secuencias más memorables también involucra un baile, uno que se realiza en el emplazamiento de otra obra en construcción, en ese caso una iglesia. Es un momento maravilloso en el que Ford pone en relación los símbolos, las creencias y la política de la naciente comunidad que retrata. La pasión de los fuertes es parte de la gran obra de legítimo revisionismo histórico que hizo Ford, una obra que mostraba con profunda tristeza a los olvidados y a los que quedaron en el camino. Pero si Ford, como decía Straub, filmaba la inmovilidad y hasta la brutalidad del aparato social, tampoco perdía la fe en cierto potencial utópico, que se fundaba en la entereza de algunos individuos y a veces se hacía cuerpo, aunque sea por momentos, en la comunidad.

Es dificil por no decir imposible encontrar optimismo en la filmografía de Jia, sobre todo si uno piensa en los finales de The World y el ominoso anuncio de uno de sus personajes cuando muere; o de Still Life, que termina con la imagen de un hombre caminando literalmente sobre el vacío. El regreso de Jia a la China de hace quince años es una forma de revisionismo no sólo de la historia sino de su propia filmografía, ya que toma la forma de sus primeras películas. Al ver el final de Mountains May Depart uno puede pensar que nada ha cambiado. Su protagonista baila nuevamente al ritmo de Go West, esta vez desconsolada y de fondo se sugiere como escenario trágico la situación de su país.

Para llegar a ese momento atravesamos un cuarto de siglo, en el que la tristeza de la protagonista se funda no sólo en su soledad sino en el devenir mercantilista de China y la pérdida de las tradiciones. La última parte de Mountains May Depart no se proyecta al pasado sino al futuro, a la China de 2025. En esa sección de la película Jia sigue al hijo de la protagonista, un joven que se ha criado mayormente en Australia y que no habla una palabra de chino. No sólo ha asimilado como propia la cultura occidental sino que reniega de sus orígenes y hasta de su propia madre. Sin embargo, relación edípica con una profesora china mediante, el jóven decide emprender el camino de vuelta a su madre y a su patria. El desconsuelo de la protagonista es profundo pero se abre la posibilidad de que llegue a su fin con el regreso del hijo. ¿Se trata de un giro conservador por parte del director?

Volviendo a Ford, incluso en los momentos más terribles de sus relatos lo que se imponía era la dignidad de sus personajes y su voluntad transformadora ante la injusticia, aún si el final les deparaba ser los sacrificados. Jia nunca negó la dignidad de los personajes pero jamás presentó otra cosa que no sea el atropello sistemático que sufrían y sus finales no podían pasar de la anécdota. Los personajes de Ford funcionan como guías morales que aseguran la posibilidad de actualizar el mito fundador. El papel de los personajes de Jia en la refundación de su nación es insignificante pero por primera vez se adivina un posible cambio: el regreso a la familia y a las tradiciones. Está por verse el camino que tomará la trayectoria de Jia, pero conviene estar atentos. El maestro de la próxima potencia hegemónica quizás no sea el mejor cineasta del mundo, pero es posiblemente el más importante.

Santiago Gonzalez Cargnolino / Copyleft 2015