29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2014 (15): ENTRE GOLPES Y CARICIAS

29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2014 (15): ENTRE GOLPES Y CARICIAS

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10 Dic, 2014 11:44 | comentarios
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Cavalo Dinheiro

Por Santiago González Cragnolino

En los días previos a la premiación, ya se corría la bola de que el jurado se debatía entre premiar a la turca Come to my voice o la iraní Melbourne, una película poco interesante y una película infame. Corrían definitivamente sin chances las más valiosas, Cavalo Dinheiro, Jauja y El perro Molina, aunque hubo que esperar hasta el último momento para confirmar la mala noticia. Reconozco que enunciado así, todo tiene un tono muy maniqueo, como si el jurado hubiera deliberado entre el cine malo (representado por la ganadora Come to my voice) y el cine bueno (Cavalo Dinheiro de Pedro Costa fue, según me comentaron, la más odiada por varios miembros del jurado), y hubiera ganado la conspiración del mal. Lo que es seguro es que, más allá de las valoraciones distintas que se pueden hacer de las películas, se debatió implícita o explícitamente por dos ideas de cine distintas.

La ganadora cuenta la historia de una aldea kurda sometida por el ejército turco. Los personajes principales, una viejita y su nieta, oriundas de esa aldea humilde, no tienen rasgos de personalidad marcados y su historia solamente es la de su pueblo. El director las reconoce, abnegadas y perseverantes, pero sólo como víctimas de la injusticia. Aparentemente será un gesto humanitario genuino filmar con un estilo de cine directo los abusos que comete el ejército contra ellas, es decir contra el pueblo kurdo. Es una noción de realismo al servicio de la denuncia, donde el cineasta ilustra con imágenes una verdad antes que tratar de descubrir una a través de las imágenes y su lenguaje parece dedicado exclusivamente a cierta verosimilitud que no desafía ninguna convención ¿Que se valora de Come to my voice? ¿Su autenticidad?, ¿la urgencia de la situación que quiere mostrar?, ¿su actualidad? En ese sentido la película turca tiene el valor de un periódico. La de Pedro Costa por su parte está peleada con el estado de cosas, pero no concibe al cine como instrumento para la denuncia porque los males del mundo que ya conocemos son un punto de partida y no de llegada.

El personaje que protagoniza Cavalo Dinheiro es Ventura que es un inmigrante cabo verdino pero no es todos los inmigrantes, un hombre que está terriblemente atravesado por la historia pero no es su residuo. En la película anterior del portugués, Ventura ya estaba loco probablemente, pero Costa mostraba que también era un poeta, cómo también mostraba que los vecinos de la villa donde vivía se apropiaban de los espacios que habitaban y los hacían más bellos y vitales que el interior de un museo y que el lugar de fealdad que les prescribe mucho cine acusador. En esta ocasión Costa prácticamente no da respiro y crea una realidad donde no queda casi nada de los colores de En el cuarto de Vanda y Juventud en marcha. Sí hay una luz blanca muy fría y delicada que ilumina el vagabundeo de Ventura, que muestra lo que va quedando de su cuerpo marcado por la Historia pero que lo pone en un mundo fantasmagórico y misterioso que no es el de las imágenes de la actualidad. Siguiendo el rumbo de Ventura, el director hace una narración del inmigrante que está entre la reconstrucción histórica, el sueño y la poesía en imágenes, cómo en aquella escena en que los inmigrantes se esconden entre los árboles y los montes para refugiarse de la represión. En realidad ese es el sentido inmediato que se le puede encontrar a las imágenes pero en verdad no se sabe si son imágenes del pasado, del presente o del futuro y en las miradas de esos hombres y esas mujeres uno puede ver muchas cosas pero hay un misterio que no se revela.

Cavalo Dinheiro no pretende ser un reflejo del mundo sino que es una ficción que es un choque, una mirada sobre lo real que entra en disputa con la mirada que determina la corrección política cinematográfica. Es una película que no desvela completamente sus sentidos y de la que no se puede anticipar sus efectos, pero creo que son más conmovedores que los que se pretenden lograr con el cine de pancarta. Es una película que no es fácil de ver y esa violencia molesta, como aparentemente le molestó al jurado de la competencia internacional. En un texto publicado en este blog, mi colega Marcela Gamberini elogiaba esta edición del festival y su propuesta “por un cine que acaricia y que nunca golpea”. Voy a retorcer un poco la frase de Marcela: el problema del jurado de la competencia internacional es que se decidió por un cine que acaricia la buena conciencia y qué dejó de lado un cine que se lleva a los golpes con las ideas preestablecidas.

Santiago González Cragnolino / Copyleft 2014