29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2014 (09): NO TODO ES VIGILIA Y LA VIDA DE ALGUIEN

29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2014 (09): NO TODO ES VIGILIA Y LA VIDA DE ALGUIEN

por - Críticas, Festivales
27 Nov, 2014 02:20 | Sin comentarios

FINALIZAR Y COMENZAR DE NUEVO

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No todo es vigilia

Por Santiago González Cragnolino

Si bien la película es mucho más que eso, es difícil no recordar a Yatasto, la primera película de Hermes Paralluelo, por sus travelling subidos a la carreta que usaban sus protagonistas para juntar cartones. El truco no era la película pero era la forma más inmediata de entrar en su propuesta y daba la impresión de estar viendo algo nuevo. Esa puesta de cámara daba una perspectiva literalmente única y singular a la experiencia de los personajes.

En No todo es vigilia el director confirma que sabe ubicar la cámara en lugares inesperados y recónditos cuando abre la película en un pequeño ascensor que nos introduce en la charla de una pareja de ancianos, Felisa y Antonio, españoles, en una visita al hospital. La cámara también se mete en la máquina en la que le hacen un examen a Antonio y logra una imagen que parece sacada de Tron; y aparece sobre la camilla, en un plano cenital, para poder ver el rostro del viejo mientras lo conducen por el hospital.

Un par de planos de una carretera agreste nevada le dan un giro brusco a No todo es vigilia y de alguna manera comienza la verdadera película, la de la vida cotidiana de los dos viejos en su casa prácticamente sumida en penumbras, dónde se hace aún más evidente que se trata de dos vidas que se apagan. Ahí el enfoque pasa de la excentricidad de la cámara a la duración de los planos. Vemos las actividades de los viejos en larguísimos y necesarios planos secuencia y asoma un tono agridulce, una mezcla de pena por el deterioro físico y de un sentido de humor un poco condescendiente pero plenamente humano y que no desconoce la empatía.

Refugiados de un mundo que les es cada vez más hostil, la compañía mutua es imprescindible pero cuando Felisa harta a Antonio, el viejo se va a dormir a otra habitación. Los llamados insistentes de la mujer y los chillidos de una alarma que no saben apagar ponen los pelos de punta y confirman que Paralluelo no edulcora la triste realidad. Finalmente, un travelling precioso que va de una habitación a otra termina con Antonio metiéndose silenciosamente en la cama junto a su mujer. En la escena siguiente, ya de día, los abuelos hablan de una foto de ellos de jóvenes que se mantiene fuera de campo. El siguiente plano muestra la foto mientras suena una música de cuerdas hermosa (Eva Cáceres, jefa de producción me dice que es música de Schubert). Una escena elegante como pocas y que hace pensar de que se trata de una película romántica aunque haya llegado a serlo de la forma menos convencional posible.

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La vida de alguien

La otra película del día era La vida de alguien de Ezequiel Acuña, la historia de Guille, un joven de alrededor de 30 años, que busca reunir a su banda de rock y editar un disco inconcluso, 8 años después de su grabación original. Guille conoce a una chica, Lucía, y junto a ella, su amigo el Gordo y dos pibes más, emprenden el regreso de la banda. A lo largo de la película Guille se ve atormentado por el recuerdo de un amigo ausente, Nico, ex miembro de la banda, del que no se sabe bien que pasó.

El tema de la música le permite a Acuña manejarse sin reparos por el mundo que parece apasionarlo, el de la escena de bandas de rock independiente. Los interludios musicales no son tales ya que hacen avanzar la historia, es decir son narración pura aunque la unión de música e imagen hagan pensar en el videoclip. Acá no se trata de imágenes sueltas atadas a una canción sino de planos cinematográficos que van relatando la película, aunque sin duda están embebidos en esa sensibilidad de ralentis y endiosamiento de las figuras de los músicos, típicos de la cultura audiovisual del rock. Acuña es tan caro a su música favorita que la película se torna primero inestable y luego esquemática, en el sentido que en cualquier momento puede irrumpir una canción y la cámara lenta.

Con el correr de los años Acuña aprendió una sutileza que le permite resolver escenas como esa en la que con el encuadre transforma una canción en el ensayo en un momento íntimo entre Lucía y Guille o esa en la que un sigiloso travelling en torno al protagonista tocando a solas transmite todo el respeto que le merece el proceso de interpretar una canción. También adquirió la soltura para construir una escena que, en base a planos en cámara lenta y de conexiones tenues, hace un pequeño relato hipnótico en torno a la figura del amigo ausente, unas fichas de casino, la playa y su nuevo amor. Por alguna razón, al final del relato Acuña decide develar toda la historia del amigo/fantasma y destruye todo el misterio de la película.

La narración de La vida de alguien incorpora tópicos de las películas de banda de rock, de historias de amor de adolescentes tímidos, de jóvenes adultos que no se animan a crecer, de nostalgia, de amistades entre varones. Acuña repite sus obsesiones y filma obstinadamente eso que ama filmar pero no puede descubrir una forma nueva. Es un camino que ya transitó muchas veces y tal vez necesite un cambio de aire. La mejor forma de salir de un laberinto es por arriba.

Santiago Cragnolino González / Copyleft 2014