29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (03): JAUJA

29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (03): JAUJA

por - Críticas, Festivales
23 Nov, 2014 09:09 | comentarios

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Por Marcela Gamberini

Gran apertura la del “29 Festival Internacional de Mar del Plata” con Jauja la película de Lisandro Alonso que se merece no sólo un comentario corto de reporte de Festival sino un análisis un poco más a fondo. Que Jauja sea la primera proyección del domingo 23- día en que se abre, formalmente el Festival inaugurado la noche del sábado- es todo un presagio y una alegría para el cinéfilo y para el cine en general. Hay, con la película de Alonso, una apuesta fuerte al trabajo formal, que esperemos sea uno de los criterios de selección de películas que se avizoran para esta nueva edición marplatense.

Cuando se considera el cine de Alonso en su totalidad es pertinente preguntarse por el cine mismo. El cine, para él, es un universo indescifrable, una entidad compleja, una ideología ligada fuertemente a una forma, a la elección de unas formas. El cine es para Alonso, uno de los modos de relación con la naturaleza, con el hombre, con el paisaje, con el tiempo. Por ejemplo La libertad es una de las maneras en las que el hombre se conecta con su contemporaneidad, con su presente, con su naturaleza, lo mismo sucede con Los muertos y con Liverpool.

En el caso de la magnífica Jauja, el tema es casi irrelevante. Un hombre pierde a su hija, y la pregunta es cómo seguir con esa ausencia, con ese fantasma a cuestas. También aquí se trata de un hombre solo en contacto con la naturaleza, primitiva y originaria, como en La libertad, como en Los muertos. Es la conquista del espacio o cómo el espacio se traga al hombre. En un plano ejemplar, Alonso ve cómo ese hombre se pierde en la llanura, en el desierto, hasta que se vuelve ínfimo, indistinguible. El hombre a veces pierde en la batalla sorda con la naturaleza y a veces convive con ella. La niña-hija-perdida dice al comienzo: “me gusta cómo el desierto se convierte en una parte mía”. El espacio es parte del hombre y la niña se pierde en ese desierto que a veces es selvático y a veces marítimo. Ese lugar de ensueño, mítico, vacio de hombre que es esa tierra “repleta” de abundancia y felicidad, a la que hace alusión (entre otras cosas) el título de la película.

Jauja, Lisandro Alonso, Argentina-Dinamarca-Holanda-Alemania, 2014

Jauja se descose sin problemas de la Historia nacional; no refiere ni a Mansilla en sus Ranqueles conquistados y tensionados, ni a Sarmiento en su Facundo civilizado y bárbaro, ni siquiera al Aira de El vestido rosa o Ema la Cautiva, ni a Borges en sus fundaciones míticas y mitológicas; aunque haya ecos de todos ellos. Jauja trabaja en otro sentido: el cine en su totalidad, en su ideología y en su ontología. El ser de Jauja, aquello que la constituye como tal, es la forma misma en que se nos presenta. Sus amplios planos a través de los espacios, los recorridos que son espacio y tiempo de ese capitán que no sabe manejar un arma, sus planos fijos –como el del comienzo, ejemplar, donde hija de frente y padre de espaldas dialogan borrando la noción tradicional de plano-contraplano-, sus caballos y sus perros husmeando la tierra, la manera en la que filma la muerte en scorzo, sus fuera de campo que interrogan la misma noción de campo cinematográfico, haciendo invisible las ciudades, casi la civilización. Alonso trabaja con la forma cinematográfica como política y con la política como forma, en un revés de trama que se retroalimenta.

Los perros, ese perro lastimado, y el soldadito de juguete, son dos anclas con su filmografía anterior y a la vez con la propia película, porque los dos atraviesan las tres partes en las que podría secuenciarse la película que también habla de tiempos transcurridos, de ficciones, de verdades y mentiras, de nacionalidades y de universalismos. Eso que se encuentra, eso que se pierde y que se vuelve a encontrar; como la inocencia, como la soledad, como el perro, como el soldadito, como el cine mismo.

Jauja es en sí misma el cine, misterioso, inconexo, cuestionador, clásico y moderno al mismo tiempo, referente y referido, cita y autocita, homenaje y parodia, juego de encuadres, cuadros redondeados, ficción y realidad. Jauja es la tierra del bienestar, como el cine mismo, pero también es una broma, una jauja, un chiste. En esa tensión entre la Historia con su emblemática carga, con su densidad y la broma con su ligereza y su juego, se constituye esta gran película.

Marcela Gamberini / Copyleft 2014