23 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2017 (06):

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por - Críticas breves, Festivales
16 Nov, 2017 11:46 | Sin comentarios
Imaz es uno de los pocos directores mexicanos de su generación que no se ha entregado a la denuncia y la provocación; en todo caso, el desafío es aquí narrativo y sonoro.

Tormentero, Rubén Imaz, México, 2017

Un film sobre la traición y una singular forma de conjurarla: el desvarío mental. He aquí un hombre que al descubrir un yacimiento petrolífero perpetró para la comunidad de pescadores a la que pertenecía el fin de su economía básica inmediata. Don Rome es un hombre infame, y en ocasiones no faltará quien se lo recuerde, aunque él, evidentemente, ha erigido un paradójico refugio psíquico. ¿Cómo filmar entonces una experiencia interior sin acudir a la palabra? El desafío consiste en desestimar la psicología y adentrarse en el empirismo de los actos.

Imaz cree que el cine no se juega todas sus cartas en la composición de una imagen. El plano es imagen y también sonido. A la geometría laboriosa de sus encuadres le suma una banda sonora que desestima el equilibrio que transmiten los parajes aparentemente paradisíacos de la isla de Tris, aunque algunas panorámicas en el horizonte del mar con los emplazamientos característicos de la explotación petrolera también sugieren un desarreglo geológico. Si bien Don Rome padece a menudo una cognición fallida y esta se materializa, las capas sonoras del film transmiten mejor el padecimiento del personaje. Si un evento ordinario frente a cámara tiene un sonido impropio, el plano tiende al desconcierto, se quiebra en su unidad.

La presencia del famoso y veterano actor José Carlos Ruiz al lado de la estrella del cine independiente mexicano Gabino Rodríguez es otra buena decisión del cineasta. El primero parece haber sido parte de ese ecosistema desde siempre. El peculiar semblante de Rodríguez es bien aprovechado por Imaz: es Chacho, tal vez Ariel, quizás una versión temprana de Rome; es una presencia indecible. La división de lo real sobrevuela cada acto; imaginar, ver y sentir están sujetos a los sobresaltos del culposo personaje. Discretamente, Tormentero tiene mucho más que ver con el cine de poesía que con la vertiente más transitada del cine de prosa, lo que no significa que reniegue del sentido. Los signos están disponibles para el entendimiento.

Si bien la historia de Tormentero es oscura, Imaz no se aprovecha para estetizar el sufrimiento y elevar la pena de un hombre a tragedia metafísica. Lo sombrío se mantiene a escala humana.

Roger Koza / Copyleft 2017

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