1982

1982

por - Críticas
08 Abr, 2022 03:05 | Sin comentarios
En esta austera película de archivos el regreso al 2 de abril de 1982 depara una experiencia incómoda y estimulante.

La unión de los argentinos

La locutora pone en palabras lo que la imagen ratifica: el pueblo argentino recibe al presidente con aplausos y exclamaciones de afecto y apoyo. La Plaza de Mayo está colmada. Galtieri, dictador no menos ominoso ni perverso que su predecesor, Videla, es aclamado en el mismo escenario donde días atrás se habían visto signos concretos de descontento. Como si nada hubiera pasado en esos años pavorosos, la insistente retórica de la unión de los argentinos es invocada para despertar el apoyo en la recuperación de las Islas Malvinas. Las maniobras castrenses han comenzado a ejecutarse y toda la nación vibra a la distancia con lo que habrá de ser una victoria, una gesta heroica. El destino está escrito: las Malvinas, después de 149 años de ocupación inglesa, volverán a ser argentinas. 

Lucas Gallo se limita a reunir evidencia. El método es tan austero como preciso: los archivos son del tiempo en que transcurrió el conflicto bélico y siguen un ordenamiento cronológico. Ninguna voz en off explica nada. Solamente en el inicio y en el final se suministra primero la información histórica mínima sobre la reñida soberanía entre las potencias europeas y más tarde sobre el fin de la guerra y sus números que esconden nombres: de los muertos, los heridos y los suicidados; los argentinos y los ingleses, soldados rasos, en su mayoría. Entre las placas del inicio y las del final, el delirio colectivo a secas, sin palabra alguna que indique qué se debe pensar. La elocuencia de cada segmento empleado es tal que las imágenes se sostienen solas.

Muchas cosas se pueden pensar con el formidable acopio de materiales (especialmente del noticiero “60 Minutos”) que erigen el discurso crítico de 1982. Temáticas caras a cualquier discurso político que se precie, como las de identidad y nación, están a la vista para considerarse a fondo; el poder de los medios de comunicación y la manufactura del consenso es otra arista analizable, como también la astucia maliciosa de la cúpula militar cuyo plan funcionó por unos meses hasta que la ficción de la victoria se desmoronó con la rendición del 14 de junio.

Pero lo más incómodo y revelador reside en cómo muchísimos hombres y mujeres de buena voluntad, de edades disímiles, pudieron sentir el llamado de la patria respondiendo con su tiempo, acciones y bienes. Las escenas que remiten al programa televisivo emitido por ATC para recolectar dinero y bienes en pos de auxiliar a los soldados develan una población despojada de cualquier posición crítica, como si los compatriotas estuvieran viviendo un trance y la condición de sujeto hubiera sido reducida a nada. Pinky y Cacho Fontana, los conductores, son apenas el rostro oficial de un momento de locura revestida de racionalidad de Estado.

Toda una época vuelve en 1982, y confrontarla es hallarse ante un misterioso desplazamiento de lo real. Lo que sucede es puro terror, porque lo real está en la linde de lo irreal. El sentimiento de unión que se alienta y se enuncia se manifiesta sin interferencias. Todos están convencidos, todos sumergidos en una superstición que no deja de sorprender ni mucho menos de perturbar. 

Que 1982 no presuponga ni oriente el pensamiento no significa que no tenga una perspectiva. La atención deliberada que se les prodiga a los conscriptos indica una valoración y una inclinación. Algunos planos sobre la desolación de los soldados los devuelve al presente y los dignifica, tras el abuso ideológico del que fueron rehenes y el poco reconocimiento que se les otorgó en los primeros años después de la guerra. ¿Quién puede desmentir que el legítimo reclamo de soberanía fue pervertido por la cúpula militar para extender un régimen insostenible? El hechizo duró unos meses, y los jóvenes perdieron sus vidas o el sentido que hasta entonces podrían haber encontrado en esa empresa. Como informa la película, el fracaso militar desprestigió categóricamente a la Junta Militar, y fue así como la guerra terminó representando un costo altísimo pagado por el pueblo argentino para restituir, paradójicamente, la vida democrática. Los soldados, sin saberlo, fueron los artífices del fin de una pesadilla y el principio de una forma de vida, la democrática, casi siempre despreciada y traicionada a lo largo del siglo XX. Apenas han pasado unas décadas de aquel tiempo, los resabios autoritarios y reaccionarios aún perviven y todavía cuesta aprender a vivir en democracia, cuya promesa excede el simple hecho de ser un sistema de gobierno. Solo resta esperar un porvenir más digno. A veces parece quedar muy lejos.

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1982, Argentina-Brasil, 2020.

Dirigida por Lucas Gallo. Escrita por Guido Segal y L. Gallo.

Roger Koza / Copyleft 2022